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Domingo, 14 Junio 2015
La izquierda no debería demonizar el neoliberalismo
como un monstruo mentiroso cuyos tentáculos constituyen el eje de mal, sino
reconocer el éxito de la construcción histórica de su hegemonía y encontrar en
él una fuente de inspiración práctica para sus propias ideas en la lucha
ideológica.
Anders Fjeld
Típicamente, el neoliberalismo
se concibe como un sistema impositivo de dominación que une a las élites por
sus intereses de acumular cada vez más riquezas y consolidar su poder social.
Creo que tal concepción no hace sino dañar la reconstrucción de las políticas
de izquierda de hoy. Si hay tendencias fuertes de neoliberalización real en
el mundo, hace más de 30 años, es porque las inspiraciones neoliberales han
ido ganando cada vez más la lucha ideológica desde hace ochenta años. No han
ganado por mentiras, ni por ideologías que simplemente ocultan intereses
“reales”, sino por ideas novedosas, científicas y pragmáticas que han
permitido elaborar procedimientos prácticos, lógicas institucionales y
“soluciones” económicas (sobre todo en periodos de crisis económica).
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A mi modo de ver, la izquierda
no debería demonizar el neoliberalismo como un monstruo mentiroso cuyos
tentáculos constituyen el eje de mal, sino reconocer el éxito de la
construcción histórica de su hegemonía y encontrar en él una fuente de
inspiración práctica para sus propias ideas en la lucha ideológica. Y esto
sobre todo cuando hoy se revela cada vez más cómo las “soluciones”
neoliberales a las crisis – las políticas de austeridad – más bien impulsan y
profundizan estas crisis, y cuando también hay estadísticas que muestran cómo
las desigualdades sociales se vuelven sistemáticamente más importantes con
los procesos de neoliberalización.
En los años treinta, el
contexto de crisis económica desafió la doctrina económica del liberalismo
clásico basada en la autorregulación del mercado libre y la no-intervención
del Estado. Parecía insostenible, y políticas alternativas florecieron.
Keynes argumentó, por ejemplo, que los mecanismos del mercado libre crean
desajustes y llevan por sí mismos a depresiones económicas, y que el Estado
debe entonces aumentar el gasto público en estos momentos de depresión para
disminuir sus efectos. El Estado debía así emprender proyectos, construir
infraestructura, fortalecer la seguridad y los servicios públicos e incluso
redistribuir las riquezas para luchar contra el desempleo, aumentar el
consumo y relanzar así la actividad económica. El New Deal de Franklin
D. Roosevelt implementó políticas en los Estados Unidos durante esa década
que correspondían en gran parte a la teoría keynesiana, y que además buscaban
tener una base social fuerte (el “Wagner Act” implementó leyes para
promover los sindicatos). En Europa las influencias comunistas y socialistas
eran en general fuertes.
En esta situación de batalla de
ideas en donde el liberalismo clásico pareció perder terreno por su
incapacidad para resolver la crisis y su pasividad frente a los problemas
sociales, se organizó en 1938 un coloquio que buscó replantear las ideas
liberales: “El coloquio Lippmann”. Diferentes corrientes liberales –
alemanas, austríacas, francesas y americanas – se encontraron alrededor de la
idea de que había que establecer nuevas bases teóricas para el liberalismo,
pero sin compartir ni lograr un consenso unilateral sobre estas bases.
Esto, de hecho, revelará dos
rasgos importantes del neoliberalismo: de un lado, una pluralidad de
posiciones con una serie de desacuerdos teóricos e inspiraciones distintas,
pero dentro de un impulso compartido de reconstrucción del liberalismo; del
otro, discusiones internacionales a partir de contextos nacionales distintos
(a la vez por las políticas vigentes, las relaciones geopolíticas y las
corrientes teóricas), otorgándole al neoliberalismo, desde el comienzo, un
tinte global. El hecho de establecer en 1947, con la Sociedad Mont Pelerin,
un ámbito intelectual con encuentros internacionales regulares en donde los
desacuerdos y las diferencias podían confluir en un proyecto común – en lugar
de fragmentarse en oposiciones sectarias como es la tendencia de izquierda –
ha sido particularmente importante en la construcción histórica del consenso
neoliberal1.
Se podría hablar después de
distintas prácticas estratégicas para acrecentar su influencia, como por
ejemplo la estrategia mediática (con programas de televisión, libros y
artículos de divulgación amplia, intervenciones distintas), el trabajo de lobbying,
la creación de think tanks (tanques de pensamiento), y la influencia
creciente en las universidades. Pero voy más bien a sacar tres elementos
centrales con respecto a la lucha ideológica – es decir, la lucha de las
ideas más bien que la influencia por prácticas estratégicas. Estos elementos
me parecen importantes en la perspectiva de una reconstrucción de la izquierda
hoy.
1. Los neoliberales
reconocieron la necesidad de recrear un impulso utópico con respecto al
liberalismo, es decir dar fuerza y esperanza a sus programas y soluciones. No
basta con tener razón, hay también que crear un horizonte capaz de inspirar
esperanza de manera fidedigna. Crear tal esperanza no es nada fácil, y no
pasa simplemente por ideologías mentirosas, como se pretende a menudo en las
críticas izquierdistas contra el neoliberalismo. Me parece que habría tres
componentes importantes en este sentido.
A) Identificar claramente los
errores del pasado para arreglarlos práctica y teóricamente, sin perder por
lo tanto la esencia del proyecto liberal. Los neoliberales reconocieron en
este sentido que el Estado liberal había sido demasiado pasivo, y que sería
necesario reconstituir un Estado mucho más activo, vigilante, resoluto, para
defender activamente la “libertad” de sus ciudadanos (el gobierno de Margaret
Thatcher a partir de 1979 es emblemático en este sentido). También se
criticaron, por ejemplo, las políticas monetarias frente a la inflación que
tenían, según Milton Friedman, errores teóricos que llevaron a las crisis
pero que podían rectificarse para evitar la posibilidad misma de la crisis
(la Reserva Federal en los Estados Unidos adoptó con Paul Volcker en 1978
políticas monetarias neoliberales de lucha contra la inflación, dejando de
lado políticas monetarias más keynesianas de lucha contra el desempleo).
B) Elaborar críticas claras y
sencillas contra toda oposición, casi “mantras”, como por ejemplo la crítica
a la “planificación económica”, que incluyó al socialismo, al keynesianismo,
al fascismo y al comunismo, dada la “planificación centralizada” de la
economía nacional por parte del Estado, lo que supuestamente constituirá una
amenaza a la libertad humana. En gran parte fue la designación crítica de los
“enemigos” lo que aseguró la consistencia y la solidaridad alrededor del
proyecto neoliberal en su pluralidad.
C) Crear discursos ideológicos
“basados” en el saber científico pero sin sus vocabularios técnicos,
discursos que tenían a la vez la fuerza de explicación sencilla de fenómenos
complejos y la pretensión de defender valores básicos y compartidos (como la
libertad), contra las demás corrientes políticas y teóricas. Es decir, vulgarizar
exitosamente los discursos científicos (atravesando la economía, la
filosofía, el derecho, la ciencia política e incluso la antropología); lo
cual es un esfuerzo impresionante y muy difícil.
2. El neoliberalismo se
convirtió, desde sus teorías e ideologías, en un conjunto de saberes
prácticos y pragmáticos. Elabora policy, marcos jurídicos, lógicas
institucionales (como el New Public Management), estadísticas y
criterios reguladores. Es decir, no solamente se trata de un corpus teórico
impresionante, sino también de saberes prácticos con la fuerza de
reconfigurar instituciones, políticas e incluso de constituir una
gubernamentalidad funcional – lo que ha sido un problema importante en las
experiencias de izquierda en poder desde hace mucho tiempo.
3. Cabe subrayar que el
neoliberalismo consiste en elaboraciones científicas complejas, con un manejo
conceptual preciso y una intervención novedosa en la historia del pensamiento
económico y político (y aún filosófico, antropológico, sociológico, jurídico...).
Estas teorías científicas se vinculan a ejercicios efectivos de divulgación,
a saberes prácticos y experimentaciones políticas reales (David Harvey habla
en este sentido de una tensión creativa entre teoría y práctica en el
neoliberalismo). Si el neoliberalismo ha ido ganando cada vez más terreno en
la lucha ideológica, es sin duda por haber logrado constituir frentes fuertes
e interrelacionadas al mismo tiempo en estos tres niveles de saber: lo
científico, lo popular y lo práctico.
Antes del “Consenso de
Washington” en los años 80, que en las críticas izquierdistas típicas
erróneamente encarnaría la esencia del neoliberalismo, había detrás una lucha
ideológica, científica y estratégica de 40 años, incluso con
experimentaciones políticas como en Chile con Pinochet a partir de 1973, con
varias corrientes, elaboraciones y esfuerzos impresionantes. Esta historia
rica debería ser hoy una fuente de inspiración para la izquierda, en lo que
respecta a la lucha ideológica, en su disputa contra este mismo neoliberalismo.
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