03-06-2015
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de
Bustillo.
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La Asociación Transatlántica de Comercio e
Inversión1 (TTIP por sus siglas en inglés) no tiene nada que ver con
el libre comercio. La expresión “libre comercio” suele utilizarse para
enmascarar el poder que estos acuerdos otorgan a las corporaciones
permitiéndolas demandar a los Estados para anular la legislación nacional que
regula la contaminación, la seguridad alimentaria, los transgénicos y los
salarios mínimos.
Lo primero
que es preciso entender es que estos denominados “tratados” o “asociaciones” no
son leyes aprobadas por el Congreso. La constitución de Estados Unidos atribuye
al Congreso la autoridad de legislar, pero estas leyes se escriben sin la
participación del mismo. Sus autores son exclusivamente las grandes empresas y
su único objetivo es mantener y aumentar su poder y sus beneficios. La oficina
del Representante para el Comercio estadounidense fue creada con el fin de
permitir que las grandes empresas dictaran leyes que solo sirven a sus propios
intereses. Este fraude a la constitución y al pueblo se encubre denominando
“tratados” a las leyes comerciales.
Más aún, el
Congreso ni siquiera está autorizado a conocer el contenido de las leyes y se
ve limitado a aceptar o rechazar las que llegan al Congreso para su aprobación.
Por lo general suele dar el visto bueno porque “se ha trabajado mucho en ellas”
y “el libre comercio nos beneficiará a todos”.
Los periodistas
prostituidos 2 han desviado la atención del contenido de las leyes
tramitadas por “vía rápida”. Cuando se acepta dicho procedimiento, el Congreso
acepta que las corporaciones redacten las leyes sobre comercio sin la
participación de la cámara legislativa. Incluso las críticas a las
“asociaciones” son una cortina de humo. Los países acusados de utilizar mano de
obra esclava pueden ser excluidos, pero esta exclusión no llegará a producirse
nunca. Los superpatriotas se quejan de que la soberanía de Estados Unidos es
violada por “intereses extranjeros”, pero lo cierto es que son las propias
corporaciones estadounidenses las que violan la soberanía de EE.UU. Otros
afirman que con el TTIP aumentará el número de empleos deslocalizados. Pero lo
cierto es que no es necesario firmar “tratados” para que aumente la pérdida de
empleo en el país, ya que nada impide actualmente que las empresas deslocalicen
sus puestos de trabajo.
La verdadera
función de las “asociaciones o tratados” es aumentar la inmunidad de las empresas
privadas frente a las leyes de los países soberanos sobre la base de que dichas
leyes tienen un impacto negativo sobre los beneficios corporativos y
constituyen una “restricción al comercio”.
Por ejemplo,
bajo el Tratado Trasatlántico, las leyes francesas contra los transgénicos
podrían ser anuladas al considerarse “restricciones al comercio” merced a las
demandas judiciales iniciadas por Monsanto.
Las
compañías tabacaleras pueden demandar a los estados por incluir advertencias
sobre la salud en los paquetes de cigarrillos, ya que estos textos pueden
disuadir de fumar y por tanto constituyen una “restricción al comercio”.
Las
iniciativas destinadas a controlar las emisiones perjudiciales para el medio
ambiente también podrían ser objeto de demandas judiciales por parte de las
grandes empresas. Bajo el Tratado Trasatlántico (TTIP) las corporaciones serían
compensadas por los “ingresos reguladores”, que es como las corporaciones
denominan a la protección medioambiental. Esto significa, evidentemente, que
los contribuyentes tendrían que pagar daños a las empresas contaminantes.
Los países
que exigen que se realicen pruebas a los alimentos importados, como la de la
triquinosis a los productos de origen porcino o aquellas a las que se somete a
las verduras para detectar residuos de fumigación también podrían ser llevados
a los tribunales por las empresas, porque esta regulación incrementa el coste
de las importaciones.
Los países
que no ofrecen protección a las marcas farmacéuticas y productos químicos y permiten
la utilización de genéricos en su lugar pueden ser demandados por daños a las
empresas.
Bajo el
TTIP, las únicas que pueden demandar son las empresas. Los sindicatos no pueden
hacerlo si sus miembros se ven perjudicados por la deslocalización de empleos y
los ciudadanos no pueden interponer demandas cuando su salud o sus suministros
de agua se vean perjudicados por las emisiones contaminantes de las
corporaciones.
Ni siquiera
el propio Obama puede participar en el proceso. Así son las cosas: el Representante
del Comercio es una marioneta de las corporaciones. Sus servicios a las grandes
empresas privadas le reportan un millón de dólares anuales. Estas empresas han
sobornado a los líderes políticos de todos los países para que renuncien a su
soberanía y al bienestar general de sus pueblos en favor de las empresas
privadas. Las corporaciones han pagado enormes sumas de dinero a los senadores
estadounidenses para que les transfieran sus poderes legislativos. Cuando se
aprueben estos “tratados”, ninguno de los países que los firman tendrá la más
mínima autoridad para legislar o hacer cumplir cualquier ley que resulte
adversa para las grandes empresas.
Sí, esta
iniciativa promete traer el cambio. Está dando paso a que Europa, Asia y EE.UU
sean gobernados por las grandes empresas. El primer presidente negro de Estados
Unidos está demostrando ser el Tío Tom de las corporaciones. Todo para los
dueños de las plantaciones y nada para los esclavos.
Solo
aquellos que han vendido su integridad a cambio de dinero firman estos
tratados. Y, por lo que parece, Angela Merkel, vasalla de Washington, es una de
ellos.
Según
ciertas informaciones, los dos principales partidos políticos franceses se han
vendido a las empresas, pero, curiosamente, no así el Frente Nacional de Marine
Le Pen. En las últimas elecciones a la UE, los partidos disidentes como el de
Le Pen o el Partido de la Independencia de Nigel Farage en Reino Unido se
impusieron a los partidos tradicionales, pero los disidentes aun deben ganar en
sus propios países.
Marine Le
Pen es la única líder europea que denuncia el secretismo de los acuerdos que
establecen el gobierno de las corporaciones3:
“Es de vital
importancia que la gente conozca los contenidos y las motivaciones del TTIP
para poder luchar contra dicho tratado. Porque nuestros compatriotas deben
poder elegir su futuro, porque deben imponer un modelo de sociedad que se
ajuste a sus necesidades y no uno impuesto por las empresas multinacionales
ávidas de beneficios, los tecnócratas de Bruselas comprados por los lobbies
y los políticos del UMP [de Sarkozy] al servicio de esos tecnócratas”.
También
resulta de vital importancia que el público estadounidense conozca el alcance
de este tratado, pero ni siquiera el Congreso está autorizado a recibir dicha
información.
¿Cuál es el
mecanismo de funcionamiento de esta “libertad y democracia” que supuestamente
tenemos los estadounidenses, cuando ni el pueblo ni sus representantes electos
están autorizados a participar en la creación de leyes que permiten a la
empresa privada negar las funciones legislativas de los gobiernos y colocan el
beneficio empresarial por encima del bienestar general?
Notas del
traductor:
1: También
denominada a veces Área de Libre Comercio Trasatlántico o Tratado Trasatlántico
de Comercio e Inversiones. En ocasiones se usan sus siglas en castellano: ATCI.
2: El autor
utiliza el término “presstitutes”, mezcla de “prensa” y “prostituta”.
3: El autor
ignora a los representantes de la Izquierda Europea que han denunciado
sistemáticamente en Bruselas y sus respectivos países el secretismo que rodea a
las negociaciones del Tratado y la pérdida de soberanía que supondría para los
Estados su aprobación.
Paul Craig
Roberts es un antiguo secretario asistente del Tesoro de EE.UU. y editor
asociado del Wall Street Journal.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=199540
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