Publicado por Daniel Eskibel en Aug
22, 2017
Era la mañana del 11 de septiembre de 2001
y encendí el televisor mientras me vestía para ir a trabajar. La CNN transmitía su programación habitual y
yo apenas le prestaba una atención periférica.
De pronto algo
despertó mi curiosidad. Algo raro ocurría. El presentador de CNN informaba con
cierta extrañeza sobre un accidente en las Torres Gemelas de Nueva York.
Aparentemente una avioneta habría chocado contra una de las torres.
Me senté en la
cama, todavía sin pantalones, y presté atención. Minutos después las cámaras de
televisión mostraban en directo un segundo avión chocando contra las torres.
Con la consciencia y el espanto de que algo terrible estaba ocurriendo, me quedé
allí, a medio vestir, hipnotizado frente a la pantalla del televisor. Ese día
no fui a trabajar.
Desde aquella
mañana terrible el tema del terrorismo suicida quedó instalado en la agenda de
la psicología política.
Cuando la política y la psicología se cruzan
Abundan los análisis
del terrorismo suicida desde las explicaciones políticas, religiosas,
económicas, históricas, sociales y culturales. Y son análisis extremadamente
valiosos. Y explican buena parte del fenómeno, por cierto.
Pero son análisis
que se detienen en un punto. Porque brindan explicaciones sobre el surgimiento
y las características de determinados grupos que buscan impulsar violentamente
su agenda política. Y esas explicaciones permiten entender el entorno del
terrorismo suicida, el contexto del que se nutre.
Pero esas
explicaciones no logran desentrañar qué procesos internos conducen a algunas de
las personas de ese entorno a convertirse en terroristas suicidas, mientras
otras personas de su mismo entorno no lo hacen.
¿Qué hay de específico en el terrorista suicida?
Para resolver esa interrogante es que la psicología se transforma en una herramienta imprescindible.
Ya sobre el final
de aquel lejano año 2001 escribí un trabajo sobre la psicología del terrorista
suicida. Fue lo mejor que pude avanzar entonces sobre el tema. Ahora retomo
aquel trabajo, descarto algunas hipótesis, reformulo otras, desarrollo algunos
aspectos y mantengo la mayoría de los conceptos.
El resultado final
lo verás en 3 artículos:
1.
Psicología del
terrorista suicida
2.
Psicoanálisis del
terrorista suicida
3.
Psicología social
del terrorista suicida
Comencemos por
definir claramente el objeto de estudio.
La esencia del terrorismo suicida
La psicología del
terrorista suicida es aún una zona oscura de las ciencias humanas y sociales.
Este estudio pretende incursionar en dicha zona y generar hipótesis de trabajo que ayuden a comprender con mayor profundidad un fenómeno que conmociona al mundo.
El punto de
partida consiste en identificar las notas esenciales que caracterizan al
terrorismo suicida. Si dejamos entre paréntesis todo lo accesorio nos
encontramos con unos pocos elementos que forman parte estructural de estos
eventos.
Lo accesorio para
una interpretación científica de estos casos está dado por todo aquello que
diferencia unos episodios de otros: lo accidental, las coordenadas
espacio-temporales, los detalles anecdóticos, la precisión del acto terrorista,
las consecuencias del mismo, los blancos elegidos, la nacionalidad y la cultura
de quienes cometen los atentados, la organización a la que pertenecen y los
objetivos que declaran perseguir.
Más allá de esa
superficie surgen regularidades, aspectos sin cuya presencia el terrorismo
suicida no sería lo que es.
Las notas esenciales son las siguientes:
1.
Homicidio de una
o más de una persona.
2.
Suicidio de los
atacantes.
3.
Destrucción de
bienes materiales.
4.
Fundamentación
supraindividual del acto a través de explicaciones políticas, ideológicas,
religiosas, históricas o sociales.
5.
Sentimiento de
pertenencia a una organización militarizada rígidamente estructurada.
6.
Planificación
minuciosa de los atentados.
7.
Búsqueda de la
espectacularidad del evento.
8.
Explotación del
factor sorpresa.
9.
Primacía absoluta
de la acción sobre los otros lenguajes humanos.
Dejamos de lado, a
los efectos de esta definición operacional de terrorismo suicida, otros
fenómenos fronterizos con el mismo: el terrorismo sin suicidio ni directo ni
indirecto del atacante, la acción violenta individual y la violencia espontánea
ya sea individual o colectiva.
Metodología de análisis
El objetivo de
este trabajo es profundizar en la psicología del terrorista suicida, apuntando
hacia la construcción tanto de un perfil psicológico de quienes protagonizan
estos actos como de un modelo explicativo de su conducta.
Se trata de un
estudio exploratorio donde convergen diversas disciplinas: los estudios de laboratorio
sobre el cerebro y la conducta, las ciencias del comportamiento, el
psicoanálisis y la psicología social. Con esta caja de herramientas
teórico-técnicas y con una concepción epistemológica basada en la conjunción y
la integración de la diversidad, podemos abordar el fenómeno que nos ocupa.
Contamos con una
dificultad metodológica por demás obvia: no podemos, por definición, realizar
entrevistas ni análisis directos de ninguna clase al terrorista suicida.
Simplemente porque muere al consumar su acto. Pero sí podemos aplicar el
instrumental teórico-técnico sobre los datos disponibles respecto a su vida y
al acto terrorista en sí.
El cerebro y la conducta del terrorista suicida
Hace varias
décadas que Paul MacLean
dio a conocer las conclusiones básicas de su estudio de laboratorio sobre la
evolución cerebral y la conducta animal y humana (“A triune concept of the
Brain and Behaviour”, University of Toronto Press, Toronto, Canadá,1973). Sus
conceptos son un aporte inestimable a la hora de interpretar muchas conductas
difíciles de entender.
MacLean elabora un
modelo acerca de la estructura y el funcionamiento del cerebro humano. Lo
concibe como si fueran tres ordenadores biológicos interconectados, cada uno de
los cuales posee su propio sistema operativo diferente al de los otros dos.
Cada uno de los tres “cerebros” que todos llevamos tiene singulares
correspondencias con una etapa trascendente de la evolución de las especies:
1.
El ordenador más
primitivo es el Complejo R, compartido en rasgos generales con reptiles y
mamíferos y constituído por la médula, el cerebro posterior y zonas del cerebro
medio.
2.
Rodeando al
Complejo R se encuentra el Sistema Límbico, que en sus aspectos más
desarrollados es característico de los mamíferos.
3.
Y el tercer
ordenador, el más típicamente humano y el de más moderna evolución, es el
Neocórtex.
En suma, y
sobresimplificando: la conducta del ser humano es programada desde tres
computadoras biológicas con sistemas operativos altamente diferenciados. Una de
ellas opera con bases racionales y capacidad de abstracción, otra lo hace con
las intensas emociones de los mamíferos y la otra con el comportamiento ritual
de los reptiles. Es el modelo del Cerebro Trino, según MacLean.
Mi hipótesis en
este aspecto es que en el terrorista suicida se registra un predominio
funcional del Complejo R.
Para MacLean el
Complejo R es vital en la determinación de la conducta agresiva, la
territorialidad, los actos rituales y las jerarquías sociales. Si analizamos
estas cuatro zonas de la conducta del terrorista suicida las encontramos
altamente reforzadas y exacerbadas:
- La agresividad no es adecuadamente contenida y canalizada, sino que se desborda y estalla en violencia contra otras personas, contra objetos materiales y contra sí mismo.
- La territorialidad adquiere un peso enorme: trazar fronteras infranqueables entre los territorios reales y virtuales de “ellos” y “nosotros”, defender su propio territorio, atacar el de los otros, explorar la zona del ataque y planificar las acciones desde zonas protegidas o clandestinas que les brinden seguridad.
- La vida cotidiana del terrorista suicida es plena de rituales: pensamiento ritualizado por factores políticos o religiosos que imponen fórmulas repetitivas y rígidas, ritos impuestos por el entrenamiento terrorista y por las peculiaridades de una vida clandestina, ceremoniales burocráticos de la organización que integra, y hasta el atentado como el último ritual que lo “purifica” y lo “salva” desde la primitiva ceremonia del sacrificio humano.
- El establecimiento de jerarquías estrictas es otro de los nudos de su personalidad en la medida que la disciplina, la verticalidad del mando, el cumplimiento de las órdenes y el respeto a la autoridad de los jefes del grupo son factores siempre presentes en estas situaciones. El orden y la simplicidad del mando exigen ausencia de dudas y de críticas.
Este predominio
funcional del Complejo R tiene dos caras complementarias. Por un lado la fuerza
de los componentes reptílicos ya mencionados. Y por otro lado la debilidad de
factores del Sistema Límbico y del Neocórtex que en condiciones normales
podrían operar como controles o mecanismos de equilibrio y compensación.
Podríamos afirmar
que hay elementos límbicos y corticales claramente bloqueados en estas
personas: la empatía emocional con las personas que van a morir en el atentado, el temor a la propia muerte, la compasión por las víctimas, la creatividad para
escapar de los rígidos determinismos intelectuales y culturales, la libertad
para pensar con cabeza propia y el amor por los seres queridos con el
consiguiente deseo de compartir su vida con ellos.
¿Todo esto
significa que el cerebro del terrorista suicida es diferente al de los demás
seres humanos?
No. Su cerebro es igual al tuyo y al mío.
Nadie nace equipado mental y emocionalmente para convertirse en terrorista suicida.
Pero lo más perturbador es que todos tenemos la potencialidad para hacerlo. Nuestro cerebro tiene esa potencialidad.
Porque como
explican los trabajos de MacLean, nuestro cerebro es al mismo tiempo humano,
mamífero y reptiliano. Y nuestro cerebro es capaz de motivarnos para las
conductas más maravillosas, pacíficas, solidarias y creativas. Pero ese mismo
cerebro es capaz de empujarnos hacia las conductas más terribles.
En algunas
personas (y no solo terroristas suicidas) se produce este predominio funcional
del Complejo R. ¿Por qué ocurre en algunos y no en todos? ¿Qué es lo que
provoca o desencadena ese predominio? ¿Qué es lo que bloquea el contrapeso de
otras zonas del cerebro?
Son preguntas de
alto valor académico y práctico, especialmente práctico. Porque como sabes,
aquella fatídica mañana del 11 de septiembre de 2001 no fue un hecho aislado.
Pero para buscar más respuestas tendremos que pedirle auxilio al psicoanálisis, lo cual será motivo de un segundo artículo.
PD: Por su
temática y sus características técnicas, este artículo no es para un público
masivo. De todas maneras, si crees que tus contactos lo pueden leer con
interés, siéntete libre de compartirlo en tu blog, por mail o en redes
sociales. En tal caso te pido indiques claramente el autor (Daniel Eskibel) y
coloques un link hacia Maquiavelo &
Freud.
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