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agosto 12º, 2017
“Y se empeñaba
en repetir lo mismo: “Esto no es como en una guerra… En una batalla tienes el
enemigo delante… Aquí, el peligro no tiene rostro ni horario”. Se negaba a
tomar somníferos o calmantes: “No quiero que me agarren dormido o amodorrado.
Si vienen por mí, me defenderé, gritaré, tiraré los muebles por la ventana…
Armaré un escándalo…”
Alejo
Carpentier, La consagración de la primavera
1. Es indudable
que Nicolás Maduro no es Allende. Tampoco es Chávez. Pero los que dieron el
golpe contra Allende y contra Chávez son, y eso también es indudable, los
mismos que ahora están buscando un golpe en Venezuela.
2. Los enemigos
de tus enemigos no son tus amigos.
Puede no
gustarte Maduro sin que eso implique olvidar que ningún demócrata puede
ponerse al lado de los golpistas que inventaron los escuadrones de la muerte,
los vuelos de la muerte, el paramilitarismo, el asesinato de la cultura, la
operación Cóndor, las masacres de campesinos e indígenas, el robo de
los recursos públicos.
Es comprensible
que haya gente que no quiera ponerse del lado de Maduro, pero conviene pensar
que en el lado que apoya a los golpistas están, en Europa, los políticos
corruptos, los periodistas mercenarios, los nostálgicos del franquismo, los
empresarios sin escrúpulos, los vendedores de armas, los que defienden los
ajustes económicos, los que celebran el neoliberalismo.
No todos los que
critican a Maduro defienden esas posiciones políticas. Conozco gente honesta
que no soporta lo que está pasando ahora mismo en Venezuela.
Pero es evidente
que del lado de los que están buscando un golpe militar en ese país están los
que siempre apoyaron los golpes militares en América Latina o los que priman
sus negocios por encima del respeto a la democracia.
Los medios de
comunicación que están preparando la guerra civil en Venezuela son los mismos
conglomerados mediáticos que vendieron que en Irak había armas de destrucción
masiva, que nos venden que hay que rescatar a los bancos con dinero público o
que defienden que la orgía de los millonarios y los corruptos hay que pagarla
entre todos con recortes y privatizaciones. Saber que se comparte trinchera con
semejante gente debiera llamar a la reflexión. La violencia siempre debe ser la
línea roja que no debe traspasarse.
No tiene sentido
que el odio a Maduro ponga a nadie decente al lado de los enemigos de los
pueblos.
3. Maduro heredó
un papel muy difícil -gestionar Venezuela en un momento de caída de los precios
del petróleo y de regreso de Estados Unidos a Latinoamérica después de la
terrible aventura en Oriente Medio- y una misión imposible -sustituir a Chávez-
La muerte de
Chávez privó a Venezuela y a América Latina de un líder capaz de poner en
marcha políticas que han sacado de la pobreza a 70 millones de personas en el
continente.
Chávez entendió que la democracia en
un solo país era imposible y puso sus recursos, en un momento de bonanza
gracias a la recuperación de la OPEP, para que se iniciara la etapa más
luminosa de las últimas décadas en el continente:
Lula en Brasil, Correa en
Ecuador, Morales en Bolivia, Kirchner en Argentina, Lugo
en Paraguay, Mujica en Uruguay, Funes en El Salvador, Petro
en Bogotá e incluso Bachelet en Chile referenciaban esa nueva
etapa.
La educación y
la salud llegaron a los sectores populares, se completó la alfabetización, se
construyeron viviendas públicas, nuevas infraestructuras, transportes públicos
(después de la privatización de los mismos o la venta y cierre de los trenes),
se frenó la dependencia del FMI, se debilitó el lazo con los Estados Unidos
creándose la UNASUR y la CELAC.
También hay
sombras, principalmente vinculadas a la debilidad estatal y a la
corrupción.
Pero haría falta
un siglo para que los casos de corrupción en los gobiernos progresistas de
América Latina sumen, por citar sólo un asunto, el coste de la corrupción que
significa el rescate bancario.
La propaganda de
los dueños de la propaganda terminan logrando que el oprimido ame al
opresor.
Nunca desde la
demonización de Fidel Castro fue ningún líder latinoamericano tan vilipendiado
como Chávez.
Para repartir
entre los pobres, hubo que decirle a los ricos, de América y también de Europa,
que tenían que ganar un poco menos. Nunca lo toleraron, lo que puede
entenderse, especialmente en España, donde, en mitad de la crisis, responsables
económicos y políticos del Partido Popular robaban a manos llenas al tiempo que
decían a la gente que tenía que apretarse el cinturón
¿Iba Chávez ese
“gorila” a frenarles sus negocios?
Desde que ganó
las primeras elecciones en 1998, Chávez tuvo que enfrentarse a numerosos
intentos de derribarlo.
Por supuesto,
con la inestimable ayuda de la derecha española, primero con Aznar, luego con
Rajoy, y la ya conocida participación de Felipe González como lobbista de
grandes capitales. (Es curioso que el mismo Aznar que hizo negocios con
Venezuela y con Libia luego se convirtió en ejecutor cuando se lo
ordenaron.
Gadafi incluso
le regaló a Aznar un caballo. Pablo Casado fue el asistente de Aznar en esa
operación. Luego, cosas de la derecha, celebraron su asesinato).
4. Chávez no
legó a Maduro los equilibrios nacionales y regionales que construyó, que eran
políticos, económicos y territoriales.
Eran una construcción
personal en un país que salía de tasas de pobreza del 60% de la población
cuando llegó Chávez al gobierno. Hay cambios que necesitan una
generación.
Ahí es donde la
oposición pretende estrangular a Maduro, con problemas mal resueltos como las
importaciones, los dólares preferenciales o las dificultades para frenar la
corrupción que desembocan en desabastecimiento.
Sin embargo,
Maduro supo reeditar el acuerdo “cívico-militar” que tanto molesta a los amigos
del golpismo.
Algo evidente,
pues Estados Unidos siempre ha dado los golpes buscando apoyos en militares
autóctonos mercenarios o desertores. El ejército en América Latina solo se
entiende en relación con Estados Unidos.
Les han formado,
sea en tácticas de tortura o en “lucha contrainsurgente”, sea en el uso de las
armas que les venden o en el respeto debido a los intereses
norteamericanos.
En Venezuela,
los mismos que formaron a los asesinos de la Escuela Mecánica de la Armada
argentina o que sostuvieron al asesino Pinochet lo tienen complicado (el asalto
por parte de mercenarios vestidos de militares a un cuartel en Carabobo buscaba
construir la sensación de fisuras en el ejército, algo que a día de hoy no
parece que exista).
Igual que ha
comprado militares, Estados Unidos siempre ha comprado jueces, periodistas,
profesores, diputados, senadores, presidentes, sicarios y a quien hiciera falta
para mantener a América como su “patio trasero”.
El cártel
mediático internacional siempre le ha cubierto las espaldas. Es la existencia
de Estados Unidos como imperio lo que ha construido el ejército
venezolano.
Los nuevos
oficiales se han formado en el discurso democrático soberano y
antiimperialista. Son mayoría.
Hay también una
oficialidad -la mayoría ya jubilándose- que se formó en la vieja escuela y sus
razones para defender la Constitución venezolana serán más particulares.
Las deficiencias
del Estado venezolano afectan también al ejército, aún más en zonas
problemáticas como las fronteras.
Pero los
cuarteles en Venezuela están con el Presidente constitucional. Y por eso es aún
más patético escuchar al demócrata Felipe González pedir a los militares
venezolanos que den un golpe contra el gobierno de Nicolás Maduro.
5. A esas
dificultades de heredar los equilibrios estatales y los acuerdos en la región
(la amistad de Chávez con los Kirchner, con Lula, con Evo, con Correa, con
Lugo), hay que añadir que la pugna de Arabia Saudí con el fracking y
con Rusia, hundió los precios del petróleo, principal riqueza de
Venezuela.
Esta inesperada
caída del precio del petróleo colocó al gobierno de Maduro en una situación
complicada (es el problema de los “monocultivos”.
Basta para
entenderlo pensar qué ocurriría en España si se hundiera un 80% el turismo por
causas ajenas a ningún gobierno. ¿Sacaría Rajoy siete u ocho millones de votos
en una situación así?). Maduro ha tenido que reconstruir los equilibrios de
poder en un momento de crisis económica brutal.
6. La oposición
en Venezuela lleva intentando dar un golpe de Estado desde el mismo día que
ganó Chávez.
Venezuela fue el
mascarón de proa del cambio continental. Acabar con Venezuela es abrir la
espita para que ocurra lo mismo en los sitios donde aún no ha regresado el
neoliberalismo.
A las
oligarquías les molestan los símbolos que debilitan sus puntos de vista. Pasó con la II República en
1936, pasó en Chile con Allende en 1973. Acabar con la Venezuela chavista es
regresar a la hegemonía neoliberal e, incluso, a las tentaciones dictatoriales
de los años setenta.
7. Venezuela
tiene además las reservas de petróleo más grandes del mundo, agua,
biodiversidad, el Amazonas, oro, coltán -quizá la reserva más grande del mundo
de coltán-.
Los mismos que
han llevado la destrucción a Siria, a Irak o a Libia para robarles el petróleo,
quieren hacer lo mismo en Venezuela. Necesitan ganarse previamente
a la opinión pública para que el robo no sea tan evidente.
Necesitan
reproducir en Venezuela la misma estrategia que construyeron cuando hablaban de
armas de destrucción masiva en Irak. ¿O no se creyó mucha gente honesta que
había armas de destrucción masiva en Irak?
Hoy, aquel país
antaño próspero es una ruina. Quien se creyó aquellas mentiras del PP, que mire
cómo está hoy Mosul.
Enhorabuena a
los ingenuos. Las mentiras siguen todos los días. La oposición puso una bomba
al paso de policías en Caracas y todos los medios impresos publicaron la foto
como si la responsabilidad fuera de Maduro.
Un helicóptero
robado lanzó granadas contra el Tribunal Supremo y los medios lo silencian. Son
actos terroristas.
De esos que abren
portadas y los telediarios.
Salvo cuando
suceden en Venezuela.
Un referéndum
ilegal en Venezuela “presiona al régimen hasta el límite”. Un referéndum ilegal
en Catalunya es un acto cercano al delito de sedición.
8. El cártel
mediático internacional ha encontrado un filón.
Se trata de una
reedición del miedo ante la Rusia comunista, la Cuba dictatorial o el
terrorismo internacional (nunca dirán que el ISIS es una construcción
occidental financiada con capital norteamericano principalmente).
Venezuela se ha
convertido en el nuevo demonio.
Así se les
permite acusar de “chavistas” a los adversarios y les evita hablar de la
corrupción, del vaciamiento de las pensiones, de la privatización de los
hospitales, las escuelas y las universidades o de los rescates bancarios.
Mélenchon, Corbyn, Sanders, Podemos o cualquier fuerza de cambio en
América Latina son descalificados con la acusación de chavistas, ahora que
acusar de comunistas o de etarras tiene poco recorrido.
El periodismo
mercenario lleva años con esa estrategia.
Nadie nunca ha
explicado qué política genuinamente bolivariana va en los programas de los
partidos de cambio.
Pero da lo
mismo. Lo importante es difamar.
Y gente de buena
voluntad termina creyendo que hay armas de destrucción masiva o que Venezuela
es una dictadura donde, curiosamente, todos los días la oposición se manifiesta
(incluso atacando instalaciones militares), donde los medios critican
libremente a Maduro (no como en Arabia Saudí, Marruecos o Estados Unidos) o
donde la oposición gobierna en alcaldías y regiones. Es la misma táctica que
construyó durante la guerra fría el “peligro comunista”.
Por eso en
España, con Venezuela, tenemos una nueva Comunidad Autónoma de la que solamente
falta que nos digan al final de los telediario el tiempo que va a hacer en
Caracas ese día.
De cada cien
veces que se dice “Venezuela”, noventa y cinco sólo buscan distraer, ocultar o
mentir.
9. Venezuela
tiene un problema histórico que no ha resuelto.
Al carecer de
minas durante la colonia, no fue un Virreinato, sino una simple capitanía
general.
El siglo XIX fue
una guerra civil permanente, y en el siglo XX, cuando se empezó a construir el
Estado, ya tenían petróleo.
El Estado
venezolano siempre ha sido rentista, carente de eficacia, agujereado por la
corrupción y rehén de las necesidades económicas de los Estados Unidos
acordadas con las oligarquías locales.
El choque entre
la Asamblea y la jefatura del Estado actual debiera haberse zanjado
jurídicamente. Señales de la ineficiencia vienen siendo evidentes desde hace
tiempo.
El rentismo
venezolano no se ha superado. Venezuela redistribuyó la renta del petróleo
entre los más humildes, pero no ha superado esa cultura política rentista ni ha
mejorado el funcionamiento de su estado.
Pero no nos
engañemos. Brasil tiene una estructura jurídica más consolidada y el Parlamento
y algunos jueces han dado un golpe de Estado contra Dilma Roussef.
Donald Trump
puede cambiar a la Fiscal General y no pasa nada, pero si lo hace Maduro, Jefe
del Estado igualmente elegido en unas elecciones, se le acusa de dictador.
Una parte de las
críticas a Maduro son tramposas porque olvidan que Venezuela es un sistema
presidencialista.
Es por eso que
la Constitución permite al Presidente convocar una Asamblea
Constituyente.
Gustará más o
menos, pero el artículo 348 de la Constitución vigente de Venezuela faculta al
Presidente en esa tarea, igual que en España el Presidente del Gobierno puede
disolver el Parlamento.
10. Zapatero y
otros ex Presidentes, el Papa, Naciones Unidas vienen pidiendo a ambas partes
en Venezuela que dialoguen.
La oposición
reunió en torno a siete millones de votos (si bien es más complicado que puedan
llegar a ese acuerdo en torno a un candidato o candidata a la Presidencia del
país).
Maduro, en un
contexto regional muy complicado, con fuertes estrecheces económicas que
afectan a la compra de insumos básicos, incluidas medicinas, ha juntado ocho
millones de votos (aunque
sean siete, según las declaraciones tan sospechosas del Presidente de
Smarmatic, que acaba de firmar un contrato millonario en Colombia).
Venezuela está
claramente dividida. La oposición, como otras veces, ha optado por la violencia
y luego no entiende que Maduro sume tantos millones de apoyos.
Si en España un
grupo quemase centros de salud, quemase escuelas, disparara contra el Tribunal
Supremo, asaltara cuarteles, contratara a marginales para sembrar el terror,
impidiese con formas de lucha callejera el tránsito e, incluso, quemase vivas a
personas por pensar diferente ¿alguien se extrañaría que la ciudadanía votase
en la dirección contraria a esos locos?
11. Fracasada la
vía violenta, a la oposición venezolana le quedan dos posibilidades:
seguir con la vía insurreccional, alentada por el Partido Popular, Donald
Trump y la extrema derecha internacional, o intentar ganar en las urnas.
Estados Unidos
sigue presionando (en declaraciones a un semanario uruguayo, el Presidente
Tabaré dijo que votó para expulsar ilegalmente a Venezuela del Mercosur por
miedo a las represalias de los países grandes).
57 países de
Naciones Unidas han exigido que se respete la soberanía de Venezuela. Como
Estados Unidos no logra mayoría para forzar a Venezuela, insiste en inventar
espacios (como la Declaración de Lima, sin ninguna fuerza jurídica porque no
han conseguido mayoría en la OEA).
La derecha
mundial quiere acabar con Venezuela, aunque eso le cueste sangre y fuego a la
población venezolana.
Por eso algunos
opositores, como Henry Ramos-Allup, han llamado al fin de la violencia.
Venezuela tiene
en el horizonte elecciones municipales y regionales. Es el escenario donde la
oposición debiera demostrar esa mayoría que reclaman.
Venezuela tiene
que convocar esas elecciones y es una oportunidad excelente para medir
electoralmente las fuerzas. Porque, de lo contrario, el choque que estamos
viendo se enquistará y se convertirá en una gangrena terrible.
¿A quién le
interesa una guerra civil en Venezuela?
No nos
engañemos. Ni al PP ni a Trump le interesan los derechos humanos. Si así fuera
romperían con Arabia Saudí, que va a decapitar a quince jóvenes por
manifestarse durante la Primavera Árabe, o dan latigazos a las mujeres que
conducen; o con Colombia, donde van 150 asesinados por los paramilitares en los
últimos meses; o en México, donde se asesina cada mes a algún periodista y
aparecen fosas comunes con decenas de cadáveres. Penas de 75 años están
pidiendo en Estados Unidos contra manifestantes contra las políticas de
Trump.
Venezuela se ha
convertido en España en la 18 Comunidad Autónoma sólo porque el Presidente
Rajoy ha tenido que comparecer como testigo por la corrupción en su partido. Es
más airoso hablar de Venezuela que de la corrupción de los 800 cargos del PP
imputados. Hay ingenuos que les creen.
¿Qué dirán ahora
que el grueso de la oposición ha aceptado participar en las elecciones
regionales?
El pacto entre
el PSOE y Podemos en Castilla-La Mancha ha sido presentado por la derecha
manchega como el comienzo de la venezonalización de España. Cuánta caradura y
cuánta estupidez. Hay gente que les cree.
Mientras, el
PP guarda silencio ante, por ejemplo, las persecuciones que la dictadura
monárquica marroquí hace en España de los disidentes políticos, o encarcela por
orden del dictador Erdogan a un periodista crítico con la dictadura turca. ¿Nos
va a decir alguien que a estos gobiernos les interesan los derechos humanos?
Conclusión: no hace falta comulgar, ni
mucho menos, con Maduro y su manera de hacer las cosas, para no aceptar el
golpe de estado que se quiere construir en Venezuela.
Estamos hablando
de no volver a cometer los mismos errores creyéndonos las mentiras que
construyen los medios.
Venezuela tiene
que solventar sus problemas dialogando. Y es evidente que tiene
problemas.
Pero dos mitades
enfrentadas no van a ningún lado monologando. Aunque a una parte le apoyen los
países más poderosos del ámbito neoliberal.
Ni el PP ni la
derecha quieren diálogo. Quieren que Maduro se entregue.
¿Y cree alguien
que los ocho millones de votantes de la Asamblea Constituyente se iban a quedar
de brazos cruzados?
El nuevo
gobierno les reprimiría e, incluso, les asesinaría.
Los medios
dirían que la democracia venezolana se estaría defendiendo de los enemigos de
la democracia. Y volvería a haber gente ingénua que les creería.
Desde el resto
del mundo, en nombre de la democracia, bastan dos cosas: exigir y alentar
el diálogo en Venezuela, y entender que sería bueno no permitir ni al PP
ni a las derechas internacionales, empezando por Donald Trump, reeditar una de
sus miserias más horribles que consiste en sembrar dolor en otros sitios para
ocultar el dolor que construyen en nuestros propios países.
(Tomado de Público)
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