Explosión de una bomba colocada por la oposición que hirió gravemente a seis miembros de la Guardia Nacional Bolivariana
Reflexiones en defensa propia
|
Los periódicos comenzaron a existir para decir la verdad y hoy existen
para impedir que la verdad se diga.”
(G. K. Chesterton, 1917)
En los últimos días, en coincidencia con la decisión de Cambiemos de
hacer de Venezuela uno de sus ejes de campaña, fui sometido a un ataque sin
precedentes desde las ciudadelas de la oligarquía mediática argentina a
propósito de mis opiniones acerca de lo que está ocurriendo en aquel país.
Periodistas y académicos unieron sus fuerzas para no sólo disentir con mis
ideas sino también para lanzar toda suerte de agravios sobre mi persona.
No tiene sentido referirme a cada uno de sus autores por separado, y esto
por dos razones. Primero, porque en el fondo su discurso es el mismo: variantes
de un mismo guión dictado desde Washington, reciclado por sus acólitos
neocoloniales y lanzado por ellos a través de los “medios independientes”
(¿independientes de quiénes?) para hostilizar a quienes piensan distinto.
Segundo, porque individualizarlos
sería conferirles a los autores de tales libelos una dignidad que su estatura
intelectual y moral hace totalmente inmerecida. Dicho esto, en lo que sigue, va
mi respuesta.
Uno. En Venezuela la oposición está compuesta por dos sectores. Uno, que
acepta al diálogo con el gobierno.
Otro, totalmente opuesto a él y dispuesto a quebrar el orden
constitucional y derrocar a Nicolás Maduro apelando a cualquier recurso, legal
o ilegal.
Desgraciadamente, esta fracción ha sido la que hasta la semana pasada ha
hegemonizado la oposición amenazando al sector dialoguista con una brutal
represalia si cedía a los llamados del gobierno. [1]
Conversar con éste equivalía, para los violentos, a una infame traición
a la patria, merecedora de los peores castigos. Este grupo extremista y
fascista hasta el tuétano, venía conspirando contra la democracia desde el
fallido golpe de estado del 11 de abril del 2002 y sus principales líderes:
Leopoldo López, Henrique Capriles, Antonio Ledezma, Freddy Guevara, Julio
Borges y María Corina Machado apoyaron abiertamente aquel golpe. Machado, una
de las “demócratas” de hoy, fue firmante del Acta de Juramentación de la nueva
junta de gobierno presidida por el empresario Pedro Carmona Estanga.
En dicha acta se cancelaban las libertades públicas, se abolían todas
las leyes producidas por el chavismo y se decretaba la cesación en sus cargos
de todas las autoridades electas y los parlamentarios y ediles del país. Estos
fascistas fueron los que, bajo el liderazgo de Leopoldo López, organizarían la
sedición de febrero del 2014 –significativamente llamada “Operación Salida”-
una vez consumada la derrota del candidato Henrique Capriles en las elecciones
presidenciales convocadas luego de la muerte de Hugo Chávez.
La “Operación Salida” adoptó las tácticas violentas de control de la
calle aconsejadas en diversos manuales de la CIA y en la obra de uno de sus
máximos teóricos, Eugene Sharp.
Aquellas contemplaban la realización de atentados de todo tipo a
instalaciones públicas, autobuses colectivos, erección de barricadas armadas
(“guarimbas”) impidiendo que la gente saliera de sus hogares y matanza
indiscriminada de personas para aterrorizar a la población.
A diario López declaraba que esta insurrección sólo cesaría con la
renuncia de Maduro. Finalmente se restableció el orden público , pero con un
saldo luctuoso de 43 muertos. López fue apresado y enviado a la justicia donde,
como veremos más abajo, recibió una moderada condena, desproporcionada en
relación a los crímenes cometidos.
Este mismo grupo es el que en abril de este año relanzó la segunda fase
de la estrategia insurreccional, pero incrementando exponencialmente la
violencia de sus actos e introduciendo macabras innovaciones en sus tácticas de
“oposición democrática”: arrojar bombas incendiarias sobre jardines infantiles
y hospitales y, como en los viejos tiempos de la Inquisición, quemando vivas a personas
cuyo pecado fuese tener el color de piel incorrecto según el criterio de los
terroristas.
Cuando al describir este deplorable escenario utilicé la expresión
“aplastar a la oposición” era obvio para cualquier lector atento de mi artículo
que me estaba refiriendo a este sector y no a quienes deseaban una salida
pacífica, como felizmente parece estar en marcha en estos últimos días.
Cualquier interpretación en contrario sólo puede ser producto de la mala
fe. Pero fue dicha lectura la que originó la primera ronda de críticas e
insultos.
Dos, si algo revela la monumental hipocresía de mis censores es su
sepulcral silencio a la hora de proponer alguna alternativa para detener la
violencia en Venezuela. Críticos que en su enorme mayoría no conocen ese país,
que jamás estuvieron en él, ignoran su historia y no tienen amigos o parientes
viviendo allí se dan el lujo de agraviar a quien piense de otra manera.
Mi preocupación obsesiva por el deterioro de una situación que podría desembocar
en una orgía de muerte y destrucción se funda en la necesidad de evitar para
Venezuela -y para los amigos que tengo en ambos lados, en el chavismo y en la
vereda de enfrente- un final apocalíptico.
No es el caso de mis censores, a quienes en su condición de obedientes
publicistas de la derecha – la de aquí y la de allá, y sobre todo la de “más
allá”, en Washington- se les ordenó que descarguen toda su artillería contra
quienes tuviéramos la osadía de defender el orden institucional en Venezuela.
Mil veces hice la pregunta: ¿cómo se detiene la violencia iniciada,
nuevamente por la derecha golpista, y ante la cual la respuesta del Estado fue
débil e insuficiente? Las respuestas casi siempre fueron evasivas, pero cuando
les exigía mayores precisiones lo que decían era: “renuncia de Maduro y
convocatoria a elecciones presidenciales.”
Es decir que estos severos críticos de mis opiniones, autoproclamados
(pero inverosímiles) custodios de la libertad, los derechos humanos y la
democracia, no son otra cosa que vergonzantes apologistas de la fracción
terrorista de la oposición. Lo que quieren estos furiosos escribas es nada
menos que el triunfo de la sedición, la victoria de los golpistas, el retorno
de los fascistas y la destrucción del Estado de derecho. O sea, quieren
exactamente lo mismo que la pandilla de López y sus compinches.
Son, por lo tanto cómplices, cuando no autores intelectuales o
legitimadorespost bellum, de la barbarie desatada por la derecha. En su
desesperación por acabar con el chavismo apelan a una retórica que sólo en
apariencia es democrática.
Lo que hay debajo de sus huecas palabras es una afrenta a los valores
humanísticos que dicen defender. Tendrán que hacerse cargo de su apología de la
violencia.
Porque, en la reseca llanura de la política latinoamericana, con tantas
“democracias” que empobrecen, marginan y lanzan a la desesperación a millones
de personas no sería de extrañar que fuera de Venezuela surjan grupos que ante
el ostensible vaciamiento del proyecto democrático decidan también ellos apelar
a la violencia para derrocar gobiernos que los hambrean y embrutecen.
Si los sedicentes custodios de la democracia aprobaron esa metodología
en Venezuela, ¿la apoyarán también cuando se ensaye en otros países? ¿Qué van a
decir entonces: ¿Que saquear, incendiar, matar y quemar vivas a personas está
bien en Venezuela pero estaría mal en Colombia, Argentina, México? ¿No les
suena un poquitín incoherente exaltar la vía insurreccional en contextos
laboriosamente democráticos y que tanto costó construir?
Tres, decíamos más arriba que esta ofensiva se produce en momentos en
que el gobierno argentino hizo de Venezuela uno de los ejes de su campaña
electoral. Este sábado fue la punta de lanza para suspender a Venezuela del
Mercosur, violando las normas del Mercosur y la Carta Democrática establecida
en el Protocolo de Ushuaia, y los ataques tienen que ver con eso pero también
con algo más. Obedientes, los escribidores y charlistas de los medios
hegemónicos arremeten con saña contra cualquiera que defienda al gobierno
legal, legítimo y constitucional de Nicolás Maduro.
La voz del amo imperial les exige que digan que su gobierno es una feroz
dictadura, una manzana podrida en el cajón donde brillan las ejemplares
democracias de Argentina, Brasil y Paraguay, dignas herederas de la democracia
ateniense y sus grandes líderes como Pericles, Solón y Clístenes, que
empalidecen cuando se los compara con sus actuales sucesores
sudamericanos.
Tremenda dictadura la de Maduro en donde, seguramente al igual que en
tiempos de Videla, Pinochet y Strossner, sus opositores pueden ir a Estados
Unidos para solicitar la intervención armada de ese país en Venezuela, como lo
hiciera el presidente de la Asamblea Nacional Julio Borges en su visita al Jefe
del Comando Sur, Almirante Kurt Tidd, y regresar al país sin ser molestado por
las autoridades, conservar su inmunidad parlamentaria, ofrecer conferencias de
prensa y entrevistas en numerosos medios nacionales e internacionales y
proseguir con su actividad proselitista sin ninguna clase de limitaciones.
Seguramente ocurriría lo mismo con los opositores en las dictaduras de Videla,
Pinochet y Strossner.
Este es un ejemplo entre muchos otros. Uno más: en Venezuela la mayoría
de los medios de comunicación son contrarios al gobierno y las grandes cadenas
de noticias internacionales tienen sus corresponsales instalados en aquel país
que día a día “malinforman” o “desinforman” al resto del mundo sobre lo que
ocurre en Venezuela sin ninguna clase de restricciones. Es que la “posverdad” y
la “plusmentira” se convirtieron en monedas corrientes en los medios
hegemónicos.
Conviene reproducir aquí lo que recientemente escribiera Boaventura de
Sousa Santos, profesor de la Universidad de Wisconsin y uno de los más
distinguidos sociólogos y juristas contemporáneos.
Luego de adherir a un manifiesto de intelectuales críticos del gobierno
de Nicolás Maduro, de Sousa Santos sintió la necesidad de escribir un artículo
porque, según sus palabras, “estoy alarmado con la parcialidad de la
comunicación social europea, incluyendo la portuguesa, sobre la crisis de
Venezuela, una distorsión que recorre todos los medios para demonizar un
gobierno legítimamente electo, atizar el incendio social y político y legitimar
una intervención extranjera de consecuencias incalculables.”
Y, poco más adelante, en ese mismo artículo, nuestro autor, cuya
autoridad científica y moral convierte a mis críticos en deformes pigmeos, termina
diciendo que “El gobierno de la Revolución bolivariana es democráticamente
legítimo.
A lo largo de muchas elecciones durante los últimos veinte años, nunca
ha dado señales de no respetar los resultados electorales.
Ha perdido algunas elecciones y puede perder la próxima, y solo sería
criticable si no respetara los resultados.
Pero no se puede negar que el presidente Maduro tiene legitimidad
constitucional para convocar la Asamblea Constituyente.” [2] Suficiente
en relación a este tema.
Cuatro, siempre en función de la dupla “posverdad-plus mentira” ninguno de los
órganos de la oligarquía mediática que nos desinforma a diario en toda América
Latina -incluyendo a El País de España, director de esta
desafinada orquesta mediática- mencionó una noticia que ningún medio de
comunicación “serio e independiente”, como gustan llamarse estas agencias de
propaganda que hoy nos bombardean con sus falsedades, podría haber dejado pasar
por alto.
En su conferencia de prensa del 1º de agosto el Secretario de Estado de
Donald Trump, Rex Tillerson, anunció oficialmente que “estamos evaluando todas
nuestras opciones de política acerca de lo que nosotros podemos hacer para
crear un cambio de condiciones donde o bien Maduro decida que ya no tiene
futuro y quiera marcharse por voluntad propia o nosotros podemos hacer que los
procesos gubernamentales en Venezuela vuelvan a lo que marca su
constitución.
[3] O sea: el imperio, por boca de su encargado de relaciones
exteriores, anuncia que está implicado en la concreción de un golpe de Estado
en Venezuela y tan gravísima novedad es escandalosamente silenciada en los
grandes medios, esos que dedican ríos de tinta y horas y más horas de radio y
televisión para acusar y difamar a diestra y siniestra a quienes denuncian las
maniobras del imperialismo y sus lugartenientes locales para destruir regímenes
democráticos, como lo hicieron –para nombrar sólo los casos más resonantes- en
Guatemala (1954), en Brasil (1964), en República Dominicana (1965), en Chile
(1973), en Honduras (2009), en Paraguay (2012) y hace pocos meses en
Brasil.
Pocos días antes había sido el Director de la CIA, Mike Pompeo, quien
declarase en su ponencia ante el Foro de Seguridad convocado por el Aspen
Institute que “basta señalar que estamos muy esperanzados de que puede haber
una transición en Venezuela, y nosotros -la CIA-, está dando lo mejor de sí
para entender la dinámica allá para que podamos comunicársela a nuestro
Departamento de Estado y a otros, los
colombianos.
Acabo de estar en Ciudad de México y en Bogotá, la semana antepasada,
hablando exactamente sobre este tema, intentado ayudarles a entender las cosas
que podrían hacer para obtener un mejor resultado para su rincón del mundo y
nuestro rincón del mundo.” [4]
¡ Al demonio con la soberanía nacional, la autodeterminación de los
pueblos y la democracia! Porque si al emperador no le gusta el gobierno que
existe en algunas de las provincias del imperio lo derriba sin
miramientos.
Y la prensa de todo el hemisferio, más la española, convenientemente
aceitada y colonizada, acepta el engaño sin chistar y se esmera por blindar la
ominosa noticia con la colaboración de los habituales saltimbanquis de los
medios que dicen los que se les ordena decir, no importa lo que hayan dicho
antes.
No es conveniente que el pueblo se entere de estos planes la Casa Blanca
que producen un daño irreparable a la credibilidad de la democracia porque esta
sólo será respetada si sus resultados son del agrado del emperador. Caso
contrario el error se corrige con una ayudita de los boys de
la CIA y la “embajada”.
Mejor que siga pensando que el imperio tiene su sede en Orlando y sus
personajes más significativos son el Pato Donald y el Ratón Mickey, que la CIA
es una vetusta leyenda soviética y los otros quince servicios de inteligencia
de Estados Unidos productos de una alucinación colectiva que afectó
irreparablemente los cerebros de Noam Chomsky, Howard Zinn, Tom Engelhardt,
Michael Parenti, James Petras, Jim Cockcroft, Philip Agee y John Perkins.
Que no vaya a recordar ese pueblo que en el mayor acto terrorista de la
historia Estados Unidos arrojó dos bombas atómicas sobre dos ciudades
indefensas cuando Japón estaba vencido y que sí recuerde, en cambio, que
Washington ha “exitosamente” exportado la democracia a Irak, Libia y Ucrania y
ahora está tratando de hacer lo mismo en Siria y Venezuela.
En síntesis, que Estados Unidos es lo que Hollywood dice que es y que
Julian Assange es el novio despechado de la hija de Donald Trump y por eso
inunda al mundo con sus mentiras desde Wikileaks.
Se cumple lo que hace ya un siglo había pronosticado Gilbert K.
Chesterton cuya cita pusimos como epígrafe a este escrito: los medios existen
para impedir que la verdad sea dicha, que la verdad sea conocida. [5]
Cinco y final.
El torrente de mentiras, falsedades y ocultamientos de mis críticos me
obligaría a escribir un libro para desnudar toda y cada una de sus
canalladas.
No lo merecen. Prefiero proseguir con mis análisis y no perder mi tiempo
discutiendo una a una sus acusaciones y respondiendo a sus insultos.
Pero haré una excepción en relación a una de sus más socorridas
mentiras: la reiterada caracterización del líder fascista y golpista Leopoldo
López cono un “preso político.”
En su afán por congraciarse con el imperio y la derecha vernácula los
personeros de la oligarquía mediática insisten en el tema y, aún más, endiosan
a ese personaje y a otros de su calaña como si fueran heroicos combatientes por
la libertad. ¿Les suena la melodía? ¡Claro! Washington la empleó varias veces
en el pasado: Combatientes por la libertad fueron los “exiliados” iraquíes que
atestiguaron que el gobierno de su país estaba fabricando armas de destrucción
masiva, a sabiendas de que tal cosa era una flagrante mentira.
Pero sus testimonios fueron decisivos para que el Congreso de EEUU
aprobase la declaración de la guerra contra Irak junto a José María Aznar y
Tony Blair, siniestros cómplices del engaño que todo el mundo sabía era tal.
[6]
Antes habían utilizado la misma virtuosa categoría para exaltar la
imagen de los “contras” nicaragüenses, convirtiendo a unos brutales mercenarios
en heroicos luchadores por la democracia y los derechos humanos.
Volvieron a hacer lo mismo con la “oposición democrática” a Gadaffi
supuestamente bombardeada por este en Bengasi, un hecho que luego se demostró
absolutamente falso pues el monitoreo satelital de la zona reveló que no
existió tal bombardeo. [7]
Pero la mentira surtió efecto y las víctimas de ese supuesto ataque
rápidamente se convirtieron en valerosos combatientes por la libertad.
Lo mismo está ocurriendo hoy en Venezuela, caracterizando como “preso
político” a un señor como Leopoldo López que en realidad es un político preso,
y que lo está por haber sido encontrado culpable del delito de sedición.
En Estados Unidos, por ejemplo, esto configura un crimen federal y puede
llegar a ser purgado con prisión perpetua y hasta con la pena capital si es que
en los incidentes promovidos por los sediciosos para alterar el orden
institucional o derrocar a las autoridades constituidas se produjeran víctimas
fatales.
Parecida es la pena contemplada en España (recordar el caso del Teniente
Coronel Antonio Tejero, en 1981) a quien en principio se lo sancionó con
prisión perpetua por haber intentado un incruento golpe de estado ocupando la
sede de las Cortes, reteniendo a los diputados pero sin provocar el menor
destrozo dentro y fuera del recinto.
La sanción a López, en cambio, fue mucho más benigna pese a los
destrozos producidos y las muertes ocasionadas: 13 años, 9 meses, 7 días y 12
horas de prisión.
Con el ánimo de reducir la crispación política en vísperas de la
Asamblea Nacional Constituyente la justicia venezolana le concedió el benefició
de la prisión domiciliaria.
Tal como es habitual en estos casos su otorgamiento estaba regido por
estrictas reglas, una de las cuales era abstenerse de hacer proselitismo
político, norma que el líder golpista violó repetidamente y por eso fue
devuelto a la cárcel. Lo mismo ocurre en EEUU cuando un reo sale de la cárcel
bajo “parole” y viola las condiciones de la libertad condicional. Nada
nuevo.
El gobierno argentino, y otros de su mismo signo, insisten en la
liberación del “preso político” Leopoldo López, mientras mantiene como
prisionera política sin cargos y sin proceso, y en contra de los reclamos de
Naciones Unidas y la Comisión Interamericana de Derecho Humanos, a Milagro Salta
en la prisión de Alto Comedero, en Jujuy. Sin embargo, bastó que dijera que el
retorno a la cárcel de López se ajustaba a derecho y era lo que legalmente
correspondía para que un tropel de críticos se abalanzaran de nueva cuenta
contra mi persona, haciendo lugar inclusive a la inserción en una de esa notas
de ataques soeces y agraviantes extraídos de los mensajes enviados en las redes
sociales, algo que yo al menos nunca había visto antes y que expresa el grado
de putrefacción moral a que han llegado las oligarquías mediáticas en la
Argentina y Nuestra América. [8] ¡Dixit, et salvavi animam meam!
Notas:
[1] Afortunadamente para la paz en Venezuela los líderes de Acción
Democrática manifestaron días atrás que presentarían sus candidatos a las
elecciones de gobernadores y alcaldes previstas para la segunda mitad de este
año, rompiendo de ese modo el chantaje al que los tenía sometidos la fracción
terrorista de la oposición. Es muy probable que en los próximos días otros
partidos de la oposición adopten la misma postura.
[2] Ver su “En defensa de Venezuela”, en La Jornada (México),
28 Julio 2017
[3] Remarks at a Press Availability. Fue también
publicado en España por el periódico digital Público: El secretario de Estado de EEUU dice que está estudiando la forma de
derrocar a Maduro
[5] Me permito recomendar la lectura de algunos libros que permitirán
comprender un poco mejor el mundo en que vivimos y el papel que en él
desempeñan los medios: Pascual Serrano, Desinformación. Como los
medios ocultan al mundo (Barcelona: Península, 2009) y del mismo
autor, Medios Violentos: Palabras e imágenes para el odio y la
guerra(Madrid: El Viejo Topo, 2008).Ver también Denis de Moraes, A
batalha da mídia (Río de Janeiro, Pao e Rosas, 2009)
[6] Ver el magnífico documental “Iraq: a
deadly deception” que prueba todo esto.
[8] “Atilio Borón aplaudió los encarcelamientos de opositores en Venezuela y
en Twitter le respondieron”
Informar no es tarea fácil. El periodismo de guerra es, tal vez, el más complejo. Inmerso en una batalla sicológica, está destinado a crear una opinión pública sumisa, acorde con los objetivos militares. Hoy, se ha decidido que Venezuela es un objetivo militar estratégico para Occidente. Una guerra entre el bien y el mal. Democracia versus dictadura.
En esta guerra todo vale. Hasta el Vaticano se ha decantado. La Iglesia
se siente amenazada y decide apoyar a los responsables de la violencia callejera,
pero comprometidos con dios, la familia y la moral católica.
El papa Francisco I se quita la careta, se decanta por la oposición, que
ha quemado, baleado a trabajadores, mujeres y niños. Lo mismo hizo la Iglesia
en Chile con el gobierno de Salvador Allende, en 1973. Apoyó el golpe. Luego
vendrían las lágrimas y los arrepentimientos. Era tarde. Miles de ciudadanos
habían sido detenidos, torturados y asesinados. El argumento es siempre el
mismo: la fe está en peligro y la amenaza a los católicos.
El periodismo y los medios de información pertenecientes al establishment de los distintos países del bloque occidental han tomado una decisión: retrotraer a Venezuela a los tiempos del neoliberalismo, la economía de mercado y el pacto interoligárquico. Sin excepción, desde esa trinchera fundamentalista, alteran hechos, crean acontecimientos y fomentan el odio hacia el pueblo venezolano contrario a dichas posiciones y que sólo quiere vivir en paz.
El periodismo y los medios de información pertenecientes al establishment de los distintos países del bloque occidental han tomado una decisión: retrotraer a Venezuela a los tiempos del neoliberalismo, la economía de mercado y el pacto interoligárquico. Sin excepción, desde esa trinchera fundamentalista, alteran hechos, crean acontecimientos y fomentan el odio hacia el pueblo venezolano contrario a dichas posiciones y que sólo quiere vivir en paz.
La última elección a la Asamblea Nacional Constituyente lo demuestra,
pero la declaran ilegal y un fraude de ley. No aportan argumentos, salvo
violencia, el sabotaje y la sedición golpista.
Augusto Pinochet era un demócrata
Mientras unos ejercen el derecho a voto y reclaman participar, otros queman urnas, ponen barricadas y lanzan cocteles Molotov contras las fuerzas armadas y la policía [y contra los chavistas].
Augusto Pinochet era un demócrata
Mientras unos ejercen el derecho a voto y reclaman participar, otros queman urnas, ponen barricadas y lanzan cocteles Molotov contras las fuerzas armadas y la policía [y contra los chavistas].
¡Vaya dictadura más extraña!
La oposición campa a sus anchas, desconoce al Poder Ejecutivo, amenaza a
sus adversarios, los quema, impide ejercer derechos, usa la fuerza, manda a sus
militantes a destruir edificios públicos, sabotear las elecciones y poner
barricadas, vanagloriándose de este comportamiento.
El mundo al revés.
Tal vez por ese motivo sus representantes son admiradores de Francisco
Franco, Augusto Pinochet y se sienten cómodos con el discurso neonazi y
fascista. Para los incrédulos, sólo dos frases. Lilian Tintori, abanderada del
antichavismo y compañera sentimental de Leopoldo López, declaró:
Los opositores venezolanos es normal que vitoreen a Francisco
Franco.
Si viviera nos apoyaría, como Rajoy. Y el ex alcalde de Caracas, Antonio
Ledezma, detenido por sedición y llamar al golpe de Estado, dijo sin complejo
alguno: Augusto Pinochet era un demócrata al servicio de su pueblo.
El control es total. Cuando se declara la guerra contra el gobierno constitucional y legítimo de Venezuela se hostiga y patrocina la estrategia del miedo y el terror. Así, es posible usar adjetivos como asesino, corrupto, dictatorial, para referirse al gobierno. Todo, aderezado con declaraciones tendientes a desacreditar y negar la legitimidad del Estado, con el fin de declarar la guerra a muerte al chavismo. Podríamos seguir esta política que encubre o invisibiliza la ideología de los llamados demócratas venezolanos. La lista se haría interminable.
Pero sus aliados en el exterior no son mejores. Comparten tales afirmaciones desde el silencio cómplice y se suman a la guerra dando cobijo, financiando, desprestigiando a todo aquel que muestre su discrepancia.
El control es total. Cuando se declara la guerra contra el gobierno constitucional y legítimo de Venezuela se hostiga y patrocina la estrategia del miedo y el terror. Así, es posible usar adjetivos como asesino, corrupto, dictatorial, para referirse al gobierno. Todo, aderezado con declaraciones tendientes a desacreditar y negar la legitimidad del Estado, con el fin de declarar la guerra a muerte al chavismo. Podríamos seguir esta política que encubre o invisibiliza la ideología de los llamados demócratas venezolanos. La lista se haría interminable.
Pero sus aliados en el exterior no son mejores. Comparten tales afirmaciones desde el silencio cómplice y se suman a la guerra dando cobijo, financiando, desprestigiando a todo aquel que muestre su discrepancia.
La ex diputada de Izquierda Unida Sol Sánchez, actual portavoz de IU en
Madrid, ha sido amenazada, y el director de OKdiario, Eduardo Inda, tertuliano
habitual en programas de radio y televisión, no tiene empacho en permitir
artículos en los cuales la llaman defensora de asesinos, tiranos y terroristas.
El ejemplo podría hacerlo en primera persona, pero desisto por pudor.
Marcos, la genial impostura
Los principales periódicos del Estado español secundan el golpismo en Venezuela, se unen a la guerra con editoriales incendiarios y mal intencionados. Los enviados especiales, un día sí y otro también, mienten, manipulan y desinforman. Me recuerdan el libro publicado y financiado por los servicios de inteligencia y el Grupo Prisa de los corresponsales de Le Monde y El País Bertrand de la Grange y Maite Rico: Marcos, la genial impostura. Una sarta de mentiras para desacreditar al EZLN. En ese mismo momento dejaron de ser periodistas para ser títeres del poder.
Hoy sus homólogos renuncian a la profesión y se trasforman en soldados de una guerra. Antonio Caño, en El País; Francisco Maruhenda, en La Razón; Francisco Rosell, en El Mundo; Bieito Rubido, en ABC, y Marius Carol, en La Vanguardia, por citar los destacados, cumplen órdenes, aunque ello suponga abandonar los principios deontológicos para mentir.
Marcos, la genial impostura
Los principales periódicos del Estado español secundan el golpismo en Venezuela, se unen a la guerra con editoriales incendiarios y mal intencionados. Los enviados especiales, un día sí y otro también, mienten, manipulan y desinforman. Me recuerdan el libro publicado y financiado por los servicios de inteligencia y el Grupo Prisa de los corresponsales de Le Monde y El País Bertrand de la Grange y Maite Rico: Marcos, la genial impostura. Una sarta de mentiras para desacreditar al EZLN. En ese mismo momento dejaron de ser periodistas para ser títeres del poder.
Hoy sus homólogos renuncian a la profesión y se trasforman en soldados de una guerra. Antonio Caño, en El País; Francisco Maruhenda, en La Razón; Francisco Rosell, en El Mundo; Bieito Rubido, en ABC, y Marius Carol, en La Vanguardia, por citar los destacados, cumplen órdenes, aunque ello suponga abandonar los principios deontológicos para mentir.
Se reconocen en el insulto, la descalificación y los exabruptos. No
informan. Son parte de las radioemisoras, televisiones públicas, privadas y por
cable que se dan a la tarea diaria de mentir, bajo el manto de una falsa
objetividad. Es una guerra declarada contra el pueblo de Venezuela.
No es la primera vez que asistimos a un teatro de operaciones donde el control de la información conlleva manipular la realidad hasta hacerla irreconocible, forjando una mentira para subir la moral de los combatientes, aunque el resultado sea la derrota. Hitler no dejó de arengar a sus generales mintiendo y distorsionando los hechos. EEUU, en la guerra de Vietman, hizo lo mismo, y hoy se repite en diferentes escenarios. Venezuela no es diferente.
Sin embargo, esta guerra impuesta ha sido rechazada e impugnada en las urnas por el pueblo venezolano. Pero aún así la oposición dará un paso adelante, no reculará. Ha declarado una guerra y la llevará hasta sus últimas consecuencias. Occidente lo tiene claro: el proyecto bolivariano debe ser reducido a cenizas y sus militantes, aniquilados. Ese es el dilema. Esperemos que la derecha venezolana, hoy dividida, entre en razón, abandone el campo de batalla, la sedición y la violencia, acepte dialogar en beneficio de la paz. La mano está tendida. Sólo hace falta ser demócrata. ¿Lo será la oposición venezolana?
No es la primera vez que asistimos a un teatro de operaciones donde el control de la información conlleva manipular la realidad hasta hacerla irreconocible, forjando una mentira para subir la moral de los combatientes, aunque el resultado sea la derrota. Hitler no dejó de arengar a sus generales mintiendo y distorsionando los hechos. EEUU, en la guerra de Vietman, hizo lo mismo, y hoy se repite en diferentes escenarios. Venezuela no es diferente.
Sin embargo, esta guerra impuesta ha sido rechazada e impugnada en las urnas por el pueblo venezolano. Pero aún así la oposición dará un paso adelante, no reculará. Ha declarado una guerra y la llevará hasta sus últimas consecuencias. Occidente lo tiene claro: el proyecto bolivariano debe ser reducido a cenizas y sus militantes, aniquilados. Ese es el dilema. Esperemos que la derecha venezolana, hoy dividida, entre en razón, abandone el campo de batalla, la sedición y la violencia, acepte dialogar en beneficio de la paz. La mano está tendida. Sólo hace falta ser demócrata. ¿Lo será la oposición venezolana?
Marcos Roitman Rosenmann
Explosión de una bomba colocada por
la oposición que hirió gravemente a seis miembros de la Guardia Nacional
Bolivariana
UN TABLERO DE AJEDREZ UCRANIANO EN VENEZUELA
Reproducen en el
país latinoamericano las técnicas terroristas del "Sector Derecho"
Más de cien días
de violencia han vivido las calles de Caracas y algunas otras poblaciones
venezolanas -recuerda Ramiro Gómez - desde que la oposición decidió iniciar una
escalada para hacer caer por la fuerza al gobierno de Nicolás Maduro (...).
Explosión
de una bomba colocada por la oposición que hirió gravemente a seis miembros de
la Guardia Nacional Bolivariana
Por RAMIRO GÓMEZ
/ CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Las
similitudes entre ambos eventos saltan a la vista y prendieron las alarmas
tanto del gobierno venezolano como de gobiernos y movimientos políticos
internacionales.
En enero
de 2014, las calles de Kiev se fueron llenando de imágenes de
jóvenes portando máscaras profesionales antigás y antipolvo, así como cascos de
protección, guantes de trabajo y una variedad de prendas de camuflaje militar.
Completaban su vestimenta con la bandera nacional, que era utilizada tanto para
ondearla como para cubrirse con ella, haciendo notar que se trataba de acciones
de carácter “nacionalista”.Desfilaban en las calles portando varas
de madera y escudos, tanto improvisados como profesionales, con los que
atacarían a la policía para generar revueltas que volvieran la ciudad un
completo caos. Ya a finales de ese mes, los maderos darían paso a pistolas y
rifles y las escenas de golpizas se transformaron en conteos de muertes tanto
del lado de los “manifestantes” como de los agentes policiales. Las
escaramuzas, que en un principio tenían lugar a la luz del día, fueron
convocadas más adelante para traspasar las puestas de sol y mantenerse durante
la noche, lo que hacía más difícil la actividad de las fuerzas antidisturbios y
elevaba el calibre de las refriegas.
Las acciones fueron impulsadas por el partido Sovoboda, formación de extrema
derecha ubicado en la corriente nacional socialista (Nazi) que
ha visto crecimiento en varios países europeos. Los parlamentarios de este
signo emitían discursos callejeros y a través de redes sociales y azuzaban las
movilizaciones y la confrontación contra la policía.
Sin
embargo, desde noviembre de 2013, cuando empezaron las protestas en la plaza
Maidán de la capital ucraniana, se dio el surgimiento de una suerte de grupo de
choque que encabezaban las manifestaciones, conformado por jóvenes
universitarios, en su mayoría miembros de equipos de fútbol escolares, así como
por militantes de pequeñas agrupaciones fascistas. Esto devino en la formación
del “Sector Derecho”, que sería la vanguardia de movimiento armado
contra el gobierno.
Este relato puede ser adaptado con exactitud a lo que ha ocurrido en Venezuela
desde abril de este año. Las mismas máscaras, la misma indumentaria y el mismo
armamento es el que utiliza la vanguardia de lo que la oposición ha dado en
nombrar “La Resistencia”. Pero no solo se trata de haber
copiado la imagen de los participantes del Euromaidán: en Caracas se han dado
episodios de violencia impulsados por diputados de los partidos
ultraderechistas Voluntad Popular y Primero Justicia, que dominan el Parlamento
desde las elecciones de diciembre de 2015.
En Ucrania se vivieron momentos trágicos cuando las “manifestaciones” incluyeron
ataques con armas y bombas incendiarias a la sede de organizaciones sindicales
de izquierda, con saldo de heridos y fallecidos. Asimismo, se dieron ataques
individuales a personas que se identificaban con organizaciones comunistas, a
quienes rociaban con gasolina y les prendían fuego en plena calle.
azón para quemar
vivas a estas personas no es otra que “parecer chavistas”y haber
sido denunciados como “infiltrados” en las manifestaciones.
En 2014 recorrieron el mundo, de la mano de la prensa internacional, imágenes
de grupos de jóvenes ucranianos ataviados con máscaras e indumentaria militar
haciendo uso de escudos para formar falanges con las que avanzaban sobre las
fuerzas de orden público, imágenes que pueden ser fácilmente confundidas hoy con
las de las refriegas que se dan continuamente en Caracas.
La estrategia es la misma: convocar a manifestaciones en las que participan
civiles de las clases medias, quienes son impulsados por su descontento por la
situación económica y su rechazo al gobierno legítimamente electo, a las que se
incorporan los miembros de la vanguardia de choque para generar escaramuzas y
combates campales con la policía y la Guardia Nacional.
La
imagen de protesta pacífica se disuelve rápidamente al concentrarse la atención
en las escenas de violencia que incluyen ataques a edificios institucionales,
vehículos de transporte de alimentos y materias primas, así como el
levantamiento de barricadas con escombros y trozos de árboles, que sirven de
trincheras callejeras.
Tanto en Venezuela en 2017 como en Ucrania en 2014, el relato
de los hechos ha sido construido por los dirigentes opositores y los medios de
comunicación como eventos de “represión” del gobierno contra la población
civil, escondiendo y relativizando las acciones criminales de las respectivas
vanguardias, acciones que solo pueden ser calificadas como violencia fascista,
por su alto contenido de segregación social y política.
En ambos países los gobiernos occidentales se manifestaron abiertamente a favor
de la oposición, haciendo ojos ciegos a las acciones paramilitares, a los
ataques a edificios públicos y privados, a los asesinatos selectivos, a las
quemas de personas y, a fin de cuentas, a toda la estrategia de derrocamiento
de un gobierno electo democráticamente mediante el uso de la violencia.
Con
el correr de los días veremos si la oposición venezolana logrará replicar
exitosamente el Euromaidán o si se impondrá la voluntad pacífica y democrática
de la nación venezolana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario