Coordinadora
Nacional de Derechos Humanos
Washington, D.C. y
Lima, Perú – Este viernes 14 de agosto, justo cuando se cumplen 30 años de
una de las peores masacres del conflicto armado interno peruano, se acerca el
final de su emblemático y revelador proceso judicial.
En el poblado de
Accomarca, ubicado en el departamento de Ayacucho, fueron asesinados 69
campesinos por miembros del Ejército peruano. El caso se mantuvo en la
impunidad por muchos años hasta que en noviembre de 2010 se abrió un proceso
judicial contra 29 militares acusados de ser los autores materiales del
crimen, así como los autores mediatos (quienes planificaron el operativo y
dieron las órdenes).
“La masacre de
Accomarca fue uno de los hechos que más conmovió el país durante el conflicto
armado interno”, dijo Jo-Marie Burt, Asesora Principal de la Oficina en
Washington sobre Asuntos Latinomericanos (WOLA), quien ha estado monitoreando
el proceso judicial desde que comenzó hace casi cinco años. “Murieron 69
campesinos, 26 de ellos niños, en un operativo de tierra arrasada
planificado, ordenado, y ejecutado por el ejército peruano”, agregó Burt.
Para más
información sobre los hechos y antecedentes del caso, véase el documento de
contexto adjunto (disponible aquí), preparado por Jo-Marie Burt.
El caso Accomarca
fue uno de los 43 casos investigados por la Comisión de la Verdad y
Reconciliación (CVR) del Perú, la cual hizo llegar sus conclusiones al
sistema de justicia para que este juzgara y en su caso sancionara a los
responsables. De los 29 militares acusados, el General (r) Wilfredo Mori
Orzo, quien en 1985 fue el jefe del Comando Político Militar de Ayacucho
junto con otros miembros del Estado Mayor, se han señalado como autores
mediatos; y como autores materiales, Telmo Hurtado Hurtado y Juan Rivera
Rondón, jefes de las patrullas “Lince” que ejecutaron el operativo militar en
el que se dio la masacre. Estos últimos fueron extraditados a Perú desde
Estados Unidos, donde intentaban resguardarse para no enfrentar sus cargos.
El proceso judicial
se encuentra en la recta final. Los fiscales del caso y la parte civil, en
representación de las víctimas, ya ofrecieron sus alegatos finales, y en los
próximos días la defensa presentará sus alegatos. Se espera una sentencia
para octubre del año en curso.
“Los testimonios
recibidos durante el proceso han dado cuenta de la gravedad de los hechos,”
asegura Leonor Arteaga, Oficial de Programa de la Fundación para el Debido
Proceso (DPLF). “Han testificado sobrevivientes de la masacre, familiares de
las víctimas, y varios ex congresistas de la República que en 1985 fueron a
Accomarca para investigar los hechos”, agregó Arteaga.
La declaración más
reveladora ha venido de Telmo Hurtado. Hurtado no sólo aceptó haber asesinado
a más de 30 pobladores, sino también afirmó que el operativo que derivó en la
matanza de Accomarca fue una orden de los altos mandos del Ejército peruano,
quienes además le ordenaron eliminar a los testigos de la masacre.
“El testimonio de
Hurtado es algo inédito en la historia peruana: es la primera vez que un
oficial del ejército reconoce su responsabilidad por graves violaciones a los
derechos humanos en juicio oral, y acusa a sus superiores de haber
planificado y ordenado la masacre,” observa Burt, de WOLA. “Además, sus
declaraciones coinciden con la tesis del Ministerio Público: la masacre de
Accomarca no fue un exceso de la lucha contrasubversiva ni la reacción
desmedida de un soldado agobiado por la guerra, sino parte de una política
estatal de luchar contra la subversión utilizando la violencia indiscriminada
contra la población civil.”, continuó Burt.
“Exhortamos al
tribunal a ponderar el caso según las evidencias sin tomar en cuenta
influencias externas”, dijo Arteaga de DPLF. “Esperamos que den respuesta a
los reclamos de justicia de los familiares de la masacre de Accomarca con una
sentencia imparcial y acorde con el derecho internacional de los derechos
humanos”.
Contactos:
Jo-Marie Burt
Asesora Principal,
WOLA
Celular en Lima: +51
994-950-426;
En EE.UU: +1
703 946 9714 jmburt.wola@gmail.com
Leonor Arteaga
Oficial de Programa
Senior, DPLF +1 202- 4627701/+1 703-5987085
|
Enviado por: Milagros
Valdeavellano Roca Rey <gretas13@yahoo.com.ar>
Recibidos x
Milagros Valdeavellano Roca Rey gretas13@yahoo.com.ar
[nuestramerica] nuestramerica@yahoogrupos.com.mx a través de
15 de agosto 17:30
para nuestramerica
Las heridas abiertas de una época
negra para no olvidar ni repetir
Coordinadora Nacional de Derechos
Humanos
WOLA y DPLF se pronuncian a 30
años de la masacre de Accomarca
Posted: 14 Aug 2015 08:59 AM PDT
Colectivo Perú Integral
17 de agosto de 2015
Por Jo-Marie Burt y María Rodríguez*
“¡Reunión! ¡Asamblea!” gritaron los militares,
relata Teófila Ochoa Lizarbe ante el tribunal. Sintió la voz de su madre
temblar cuando vio a decenas de militares encapuchados y fuertemente armados
bajar por la ladera hacia Lloqllapampa, un poblado en el distrito de Accomarca,
ubicado en el departamento de Ayacucho en los andes peruanos. Entre los gritos,
algunos militares dispararon al aire. Otros comenzaron a pasar casa por casa,
instando a los comuneros a asistir a la supuesta reunión.
Era la mañana del día 14 de agosto de 1985. Después
de ese día, la vida en Accomarca no sería la misma.
Silvestra Lizarbe, la mamá de Teófila, se puso a su
hijo Edwin, de un año, en la espalda y se fue a la reunión con sus demás hijos,
Víctor, Ernestina y Celestino, de8, 6 y 4 años respectivamente. Junto con su hermano
Gerardo, de 11 años, Teófila, quien tenía 12, se quedó en la casa cuidando que
los animales no ingresen, como le dijo su mama.
Desde allí, escondida para que los soldados no se
percaten de ella, Teófila pudo observar lo que aconteció ese día: el cruel
asesinato de más de 50 personas realizado por los comandos militares en el
distrito de Accomarca.
Accomarca: La consecuencia de una estrategia
constrasubversiva equivocada
A pesar del negacionismo del momento, ha sido
ampliamente documentado que, sobre todo durante los primeros años del conflicto
armado interno, las fuerzas armadas no supieron distinguir entre los militantes
de los grupos subversivos y la población local, tendiendo a confundirlos. Eso
llevó a una estrategia contrasubversiva que, buscando “quitarle el agua” (la
población) “al pez” (los grupos subversivos), arrasaba con todo. Por ello, como
registran los informes de organismos nacionales e internacionales de derechos
humanos, estudios académicos y el Informe Final de la CVR, el mayor número de
muertos en los años tempranos del periodo de violencia, 1983 a 1985, se produjo
en su mayoría por masacres, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones
forzadas cometidas por las fuerzas armadas en un intento de erradicar los
grupos subversivos. Sólo años después las mismas fuerzas armadas se darían
cuenta de que esa estrategia era errada, que infundía miedo en la población,
pero no necesariamente erradicaba la subversión.
Es imprescindible tener eso en cuenta, pues sino no
se puede entender el horror que se vivió en Accomarca aquel día de agosto, hace
27 años, donde murieron por los menos 62 personas, 26 de ellos niños y muchas
mujeres y ancianos (1).
En 1985, Accomarca era considerada por el Ejército
peruano como ‘zona roja’. Colindaba con las provincias de Fajardo y Cangallo,
provincias que Sendero Luminoso consideraba como su “comité principal”. A su
vez, en base a información proporcionada por un supuesto miembro de Sendero
Luminoso capturado a inicios de agosto luego de un enfrentamiento, el servicio
de inteligencia del Ejército peruano creía que existía una ‘Compañía Accomarca’
de Sendero Luminoso y que en la Quebrada de Huancayoc, ubicada en la parte alta
de Lloqllapampa, funcionaba una Escuela Popular. De acuerdo a estas
informaciones, se elaboró el Plan Operativo Huancayoc, donde se ordenaba
“capturar y/o destruir a los elementos terroristas existentes en la Quebrada de
Huancayoc” (2). Esta operación estuvo al mando del General de Brigada EP
Wilfredo Mori Orzo e incluyó al Estado Mayor Operativo de la Segunda División
de Infantería del Ejército (3) y al Teniente Coronel de Infantería Ricardo
Sotero Navarro como Jefe Político Militar de las provincias de Vilcashuamán,
Cangallo y Víctor Fajardo. El plan fue ejecutado por cuatro patrullas del
Ejército, dos de las cuales llegaron a la zona de los hechos el día 14 de
agosto de 1985, las patrullas Lince 6 y Lince 7, jefaturadas por el Teniente de
Artillería Juan Manuel Elías Rivera Rondón y el Subteniente Telmo Hurtado
respectivamente. Todos ellos están siendo procesados por la masacre de
Accomarca (4).
Relatos del horror, desde los ojos de dos niñas
Los testigos de la masacre de Accomarca son en su
mayoría personas que eran niños y niñas que lograron escapar o se escondieron
de los militares, y presenciaron la matanza de sus familiares. Sin embargo no
todos los que presenciaron los hechos van a testificar; para algunos, los
recuerdos son muy dolorosos, otros aún tienen miedo. A pesar del miedo y el
dolor, van a las audiencias, semana tras semana —el juicio comenzó hace dos
años, en noviembre de 2010—. Muchos de ellos ahora viven en Lima, pues para
salvar sus vidas tuvieron que huir de Ayacucho, pero no pueden huir del
recuerdo de aquel día.
Esta crónica relata el testimonio de los dos
primeros sobrevivientes que narraron sus historias al tribunal a cargo del
caso, Teófila Ochoa Lizarbe y Cirila Pulido (5).
Cirila, al igual que Teófila, tenía 12 años en
agosto de 1985. Desde su casa en Llanacuyo, ubicada en las alturas de
Lloqllapampa, vio la masacre. Recuerda que era temprano, aproximadamente las
siete de la mañana. Pudo ver cómo los militares rodearon la pampa, cómo
entraron casa por casa gritando “¡asamblea, asamblea!”, y cómo sacaron a las
mujeres con sus hijos, a los ancianos. La madre de Cirila, Fortunata Baldeón,
también acudió a la reunión. Llevó con ella su hijo Edgar, de 8 meses. Cirila
contó que su mamá tenía miedo, pero dijo que por ser mujer y por llevar un bebé
no le harían daño.
Lo que pasó después es inimaginable para
cualquiera, pero sobre todo para un niño o una niña. Teófila y Cirila relataron
que vieron cómo, luego de reunir a los pobladores en la pampa, los militares
comenzaron a golpearlos. Podían escuchar los ruegos de los pobladores pidiendo
que no les peguen. También vieron cómo las mujeres jóvenes y las niñas eran
separadas del grupo y llevadas por algunos militares hacia un árbol de molle
que había en la zona. No pudieron ver que pasó, pero pudieron escucharlos
gritos desgarradores de las mujeres.
De pronto, cuenta Cirila, los militares obligaron a
los pobladores ingresar a la casa de adobe del señor César Gamboa y a las dos
chozas que estaban a su costado. Una vez que estaban encerrados, los militares
se ubicaron alrededor de las mismas en forma de una media luna y comenzaron a
disparar. “La balacera sonaba como si estuvieran haciendo canchita,
¡pacpacpac!” recuerda Cirila. Luego oyó una explosión. Los militares se tiraron
al suelo. Las chozas irrumpieron en llamas. El incendió comenzó a ahogar los
dolorosos gritos y llantos de los pobladores, unos 50, ahí encerrados.
Otros militares volvieron a las casas para asegurar
que no quedará vivo ningún poblador más. A la casa de Cirila no se acercaron, y
desde su escondite pudo ver como mataron a varios comuneros, vecinos suyos. Sí
entraron a la casa de Teófila. Al ver a los militares, salió huyendo junto a su
hermano. Entre lágrimas, Teófila contó que su hermano corrió hacia arriba de la
pampa, pero pudo ver que un soldado lo baleó y cayó muerto. Ella corrió hacia
abajo y se escondió tras la roca de un huayco. Un militar la divisó, y de lejos
le hizo un gesto con la mano para que se acerque. Aterrada, no se movió. El
militar comenzó a dispararle, pero ella seguía escondida tras la roca. Cuando
se dio cuenta que el militar se había ido, Teófila contó que quiso volver a
Lloqllapampa para apagar el fuego de las casas. Al acercarse, vio que un
militar asesinó a una señora que estaba tratando de apagar el fuego con un
balde de agua. Era la señora Juliana Baldeón, a quien Cirila, escondida desde
su casa, también vio cómo la mataron: ella relató cómo de lejos unos militares
le dispararon, y al no alcanzarle las balas, uno de ellos se acercó y le
disparó a quemarropa.
Al constatar que no podía volver a Lloqllapampa
porque los militares seguían movilizándose por la zona, Teófila decidió
esconderse en un árbol y pasar la noche allí, sola y aterrada. En la madrugada
una prima suya que también había perdido a su madre en la masacre la encontró,
y se fueron juntas a la casa de su abuelo en Chinchina.Cirila, aún en su
escondite en su casa, vio más tardea los militares retirarse, caminando hacia
Accomarca llevando animales, bultos y cargas.
Dos días después, el 16 de agosto, Cirila salió de
su casa y fue con su padre al lugar de la masacre donde se encontraron con
aproximadamente 18 sobrevivientes, entre ellos Teófila, quienes habían vuelto
para buscar a sus seres queridos. Allí, encontraron la evidencia de lo que
parecía una cruel pesadilla: los restos calcinados de sus familiares, pedazos
de cabezas, piernas, brazos. Teófila dijo que encontró solo el torso de su
madre. “De la cintura para abajo ya no había”, relató al tribunal, entre
sollozos.
“Olía como chicharrón,” contó Cirila, “todo lleno
de humo”. Los cuerpos estaban carbonizados, prácticamente irreconocibles. “De
mi hermanito, algo encontramos, su cabeza y su botita reconocimos”. Cirila pudo
observar en el suelo los casquillos de bala dejados por los militares al
disparar las ráfagas a los comuneros encerrados en las casas. Algunos de los
sobrevivientes más ancianos recogieron los casquillos y posteriormente los
entregaron a la Comisión del Congreso que iría a investigar al Accomarca,
después de un mes de ocurrida la masacre.
Con mantas los sobrevivientes envolvieron los
restos que pudieron encontrar de sus familiares carbonizados y los enterraron
en varias fosas de la pampa. El relato de estas escenas produjo el
llanto de los familiares que acuden cada semana a la sala a participar en el
juicio que han esperado —y por el cual han luchado— más de un cuarto de siglo.
Esperando justicia
Después de la masacre, Cirila no se fue
inmediatamente de Accomarca, y eso casi le costó la vida. A inicios de
setiembre, mientras lavaba la ropa en el camino, fue divisada por militares
quienes empezaron a dispararle sin razón alguna. Luego de este hecho, su padre
decidió enviarla a Lima. Por su lado, Teófila partió a Lima a las pocas
semanas, porque en Ayacucho se quedó prácticamente sola. Relató que en la
capital de la república sufrió mucha discriminación por ser quechua hablante y
no pudo concluir sus estudios escolares.
Al finalizar su declaración, Teófila exhortó a los
magistrados de que el juicio se acelere. Los sobrevivientes de la masacre han
esperado 27 años para que se haga justicia, no sólo a los responsables
materiales, sino también a las autoridades que tenían el deber de proteger a la
población.
Teófila relató al tribunal que sigue afectada por
los hechos ocurridos en Accomarca hace 27 años. Perdió su madre a una edad muy
joven, y hasta el momento no ha podido enterrarla. De las 69 víctimas, el
Estado ha devuelto los restos de sólo tres de ellas (6).
“Ni el oro ni la plata me van a devolver el amor de
mi madre” dijo Teófila al final de su testimonio. Los familiares que estuvieron
en la audiencia ese día asintieron con la cabeza, afirmando su creencia,
evidente a lo largo de su búsqueda a través de casi tres décadas, que la mejor
forma de honrar a sus seres queridos es impartiendo justicia.
*Jo-Marie es profesora de ciencia política en la
Universidad de George Mason y asesora principal de la Oficina en Washington
para Asuntos Latinoamericanos (WOLA). Es autora del libro, Violencia y
autoritarismo en el Perú: bajo la sombra de Sendero y la dictadura de Fujimori
(IEP, SER, EPAF; 2009, 2011).
*María es licenciada en Historia por la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos. Ambas han presenciado numerosas audiencias del
juicio Accomarca como parte del proyecto de investigación, Peru Human Rights
Trials Project.
Notas:
1) Informe Final de la Comisión de la Verdad y la
Reconciliación, Tomo VI, capítulo 1. “Patrones en la perpetración de los
crimenes y de las violaciones de los derechos humanos,” y Tomo II, capítulo
1.3, “Los actores armados: Las fuerzas armadas”. Para trabajos académicos,
véase: P. Mauceri, Militares, insurgencia y democratización en el Perú,
1980-1988, Lima, IEP, 1989; C.I. Degregori y C. Rivera Paz. Perú 1980.1993:
Fuerzas Armada, subversión y democracia. Redefinición del papel militar en un
contexto de violencia subversiva y colapso del régimen democrático. Lima, IEP,
1993; Las fuerzas armadas y el 5 de abril. La percepción de la amenaza
subversiva como una motivivación golpista Lima, Documento de Trabajo No. 73,
IEP, 1996; C. Tapia. Las Fuerzas Armadas y Sendero Luminoso, dos estrategias y
un final. Lima: IEP, 1997; Rospigliosi, Fernando. Montesinos y las Fuerzas
Armadas. Lima, IEP, 2000. Jo-Marie Burt, Violencia y Autoritarismo en el Perú,
Capítulo 3; Lima, IEP, 2011.
2) Informe Final de la Comisión de la Verdad y la
Reconciliación. Tomo VII, capítulo 2. “Las ejecuciones extrajudiciales en
Accomarca (1985)”.
3) Conformado por el Coronel de Infantería EP
Nelson Gonzales Feria, el Teniente Coronel de Infantería EP César Gustavo
Martínez Uribe Restrepo (G2) y el Teniente Coronel de Infantería EP Carlos
Medina Delgado (G3).
4) En total son 29 imputados, todos ellos
militares, en el caso Accomarca. Sólo Telmo Hurtado está detenido; los demás
militares están libres y tienen orden de comparecencia. David Castañeda, otro
jefe de una de las unidades Lince, ha logrado evitar ser extraditado desde
Estados Unidos. Telmo Hurtado fue extraditado en julio de 2011, y Rivera Rondón
fue deportado de Estados Unidos en 2008.
5) No es la primera vez que Teófila y Cirila asumen
un rol protagónico en el caso de Accomarca. Con el apoyo legal del Centro de
Justicia y Responsabilidad (CJA), una organización de litigio ubicada en San
Francisco, California, el 11 de julio de 2007 Teófila interpuso ante la Corte
Federal de Estados Unidos Corte del Distrito Sur de Florida una demanda contra
Telmo Hurtado por asesinato extrajudicial, tortura, y crímenes de guerra y de
lesa humanidad. Ambas participaron en el juicio oral y como bien lo plantea la
CJA, las demandas interpuestas contribuyeron enormemente en la deportación de
Rivera Rondón a Perú en agosto de 2008 y en la extradición de Hurtado en julio
del 2011. En:http://www.cja.org/.
No hay comentarios:
Publicar un comentario