lunes, 31 de agosto de 2015

LA COMUNA EN DEBATE: !LECCIONES COMUNERAS PARA NUESTRO PUEBLO!




¿SERÁ POSIBLE ESTAR MUERTO EN VIDA UNO?

Como un burro trabaja, un socialista que se precie de su palabra…
Con el perdón del animalito de carga bruta.
Pero que más... hay que echarle.

En ese mundo que nos circunda no hay otra cosa mejor que leer para no sentirse inútil frente al cerebro que no cesa de formar, reforma y rehacer la realidad objetiva. Esas lecturas sobre los espacios cuánticos y las once dimensiones de las teorías más elaboradas acercan tanto a uno a las vivencias propias de la vida común, aunque incautamente hay quienes aseveran que el mundo académico o las ciencias puras, o duras, son subterfugios para alejarse del mundanal.

Todo lo contrario, el conocimiento elaborado, académico, imbuye en las historias infinitas, aunque inimaginablemente infinitas retan a buscar simplificarlas en “una” que describa a todas… Algo así como el ser social, o parecido al pensamiento socialista cristiano comunitario…

Y eso de comuna suena tanto a sancocho de hueso que recuerdo mis jóvenes días en la Universidad Central de Venezuela oyendo a un camarada militante del pcv, judío, y sus lecciones sobre los KIBUTS, las comunas en el Israel que se estaba haciendo de espacio firme.

Espacios de habitabilidad donde se compartía lavadero de ropa, cocina comunal, espacios para esparcimiento, bienes producidos por los miembros de la comuna, y demás cosas… Nunca oí que se compartiera la intimidad pero sí la fraternidad era credencial de mérito y convivencia. No había joven comunista que no pensara con atención en esta manera de convivir…

Ahora, las comunas en nuestro pueblo venezolano se asocian más a las civilizaciones originarias, que persisten, que a la convivencia en esas cajas de fósforo llamadas apartamentos, o las apretujadas ciudades llenas de comercios y basura y cemento y asfalto, soledad e individualismo. O a eso llamado barrios o rancherío donde ni la privacidad se conoce.

Y si no me comprendes lo que insinúo, pongamos el ejemplo de la obra comunal de Chávez, Ciudad Caribia. El ejemplo moderno socialista a la venezolana… o ciudad Tiuna. Ahora refugio de paramilitares y bandidos bachaqueristas, votantes contrarios al PSUV y toda la izquierda. Como si fuese la onceava dimensión olvidada por el denominador común que le engendró.

Te pregunto. ¿Estarías tú en condiciones de vivir en una comuna? Digamos. Una comuna hecha entre un grupo de personas que se entienden y aceptan comprometerse a compartir desde lo no hasta lo totalmente sí.

O una comuna decretada por la ley en un área donde de casualidad vives tú. Soportarán tus hijos la convivencia entre pares y triples y cuartetas iguales, aunque educados a la manera del facebook, twitter, gmail, cantv.net, el nacional, correo del Orinoco, cnn, cñm, y todo lo que tenga que ver con el capitalismo y su sostén consumista desmedido…

Resistirás tú sesiones de debates sobre planes y proyectos que movilicen el quehacer de la comuna y aceptarías compromisos que te aparten de tu esfera de existencia y acción terrenal

Yo por ejemplo exigiría mantener sesiones largas con mis libros sobre la cuántica y la onceava dimensión y participaría de todo lo que no me distrajera. Me encanta sembrar, pero en mi sitio de residencia solo quedan mis cuarenta metros de tierra al frente, las demás casas ya tienen baldosas y sirven solo para estacionar carros, motos y pasear a los bebes en andaderas. Además, pocos somos revolucionarios comprometidos con el cambio de época para dar vida a la comuna que podríamos formar o constituir. Donde vivo todos somos empleados públicos de oficina y compramos pan hecho en la panadería, y pasteles y empanadas en la residencia Domingo Salazar, todos tenemos carro menos uno que otro inquilino, y poco nos hablamos porque no hay momento del día que no estemos ocupados… De vainita nos saludamos.

Compartir hasta el trueque dicen los románticos que nunca han compartido más que el verbo, pero cuando de cosas se trata no dejamos de observar el valor de uso y el valor de cambio, y no denunciamos a los tracaleros que revenden como hijos de puta con puto, ni acusamos a los verduleros, panaderos, heladeros y pulperos que no declaran el IVA que nos “pelan” en cada compra que les hacemos. Es decir, pareciera que de la tercera a la cuarta dimensión cuesta una bola pasar, dígame qué será de allí pa’llá.

Pero como Martín está gasta que gasta neuronas dándonos credenciales de mérito para que nos involucremos en eso de las comunas, voy a soltarte esta perla que revuelca a uno en su orgullo propio. Dígame yo que me peleo con mi amor querido y no conseguimos cómo salir del peo porque no hallamos la forma en que no salgamos mal parados, me refiero al inteligente orgullo del ser.

Martín insiste en la formación ideológica cristiana, la originaria, la verdadera comunidad socialmente probada y funcional, pero la misma que los católicos volvieron mierda para hacerse del poder en el imperio romano. No falta quien diga que Martín es un iluso, y que yo también lo soy por seguirle, pero como escribir es un don y da placer, me he tomado la molestia de molestar tu tranquilidad para alborotar tu paciencia y hacerte pensar en que ser bueno no es malo, además, vale la pena amar, y amarse comunitariamente es de pinga… Yo recuerdo mis años de niño y joven en Naguanagua en las fiestas patronales de la Begoña en agosto. Era machete y todo el mundo salía con su mejor ropita y compartía producción, fiesta y parranda, y hasta un primer amor besé en un carrusel… Así que no es tan mala la vaina de las comunas, lo que hay es que echarle pichón y senos, y estar dispuestos a construir algo diferente donde nadie se joda en el otro porque será mal visto, castigado y sometido a la conducta del buen ciudadano…

Vamos a leer a Martín y sigo yo después con mi cantaleta.

Un abrazote a todos y besos para mi amor querido.

Saludos

Gilberto Perdomo


CONSTRUYENDO LA COMUNA:
EL EJERCICIO DE LA AUTORIDAD
Y EL RESPETO ABSOLUTO A LA LEY

Por Martín Guédez

Históricamente el ejercicio de la autoridad ha devenido en diversas formas de enajenación de la soberanía intransferible de la comunidad. En ese sueño maravilloso y alcanzado que fue la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el deslizamiento producido de mano de unos vicios hasta pasar del originario “Todo el poder para los consejos” a “Todo el poder para el partido” es una prueba indudable de cómo se debe construir la autoridad sin que esta devenga en tiranía.

Toda comunidad debe desarrollar en su seno el servicio de la autoridad. Una autoridad que emane de la intransferible soberanía del pueblo y entendida como aquella autoridad que procura y alcanza el bien común, con las gradaciones propias del proceso de cambio. En este caso sea esta una autoridad proveniente de cualquiera de los estadios del poder constituido (local, municipal, estadal o nacional) o del poder nacido del propio quehacer de la comuna (Consejo Comunal). Una autoridad necesariamente asociada al servicio y no al mando. Cuanta más rica sea una Comunidad en presencias carismáticas más necesaria se hace la presencia de esta saludable autoridad. Sin ese servicio a la autoridad el mundo interior de la comuna devine en caótico, y la expresión de los diversos valores deriva en mutua e ineficaz neutralización.

Una comunidad en marcha tiene que disponer del correcto discernimiento socialista que, a largo plazo, podría no ser convenientemente animado, coordinado y realizado sin el servicio de esa autoridad. Es la autoridad comunitaria la que evitará que los distintos carismas e intereses presentes se excomulguen mutuamente. Por un lado definiendo tareas específicas, pero por otro lado determinando con claridad que estos no son roles que supongan privilegios sino servicio.

Si el bien común es el fin de la Política (con mayúscula), la autoridad es el medio para alcanzar ese fin y un medio más que necesario. La consecución del bien común constituye la razón misma de la autoridad. Al menos cuatro aspectos deben ser considerados con respecto a la formación y ejercicio de esta autoridad: su necesidad, sus funciones, sus límites y sus posibles defectos. Veamos:

a)      La autoridad es necesaria en la comunidad para coordinar y tender hacia el bien común de la misma. Determinar las normas e imponer su cumplimiento a los miembros que pudieren anteponer su bien particular o privado al bien de la comunidad a la que pertenecen es fundamental. Hacerlo en perfecta coordinación con el poder constituyente comunal es tarea más que necesaria, imprescindible.

b)      La ley suprema del funcionamiento de la autoridad exige que esta intervenga sólo en la medida exacta en que lo exija el bien común. Si exige más de lo que demanda el bien común habrá abuso de autoridad; si exige menos habrá deficiencia de autoridad.

En ambos casos son los equilibrios y el dinamismo interno entre la Comunidad y sus autoridades internas (Consejo Comunal, voceros, etc.), así como su relación equilibrada y soberana con las autoridades externas (Ministerios, Gobernaciones, Alcaldías, etc.) en su marcha hacia el socialismo las que evitarán desviaciones. Estos equilibrios deben ser cuidados con esmero para evitar la tentación siempre presente de asumir roles de privilegio en desmedro de la soberanía popular. El ejercicio de la autoridad debe estar siempre limitado por los derechos propios de las personas que integran la Comuna y por el bien común de la misma. Una autoridad inconvenientemente ejercida concluirá siempre en pérdida del poder popular y por consecuencia en autoridad arbitraria, parcial y reproductora de las desviaciones propias de la sociedad capitalista a la que debe superar y enterrar un mundo socialista.

Construyamos la Venezuela Comunal, es la tarea estratégica fundamental. Hagámoslo entre todas y todos del modo que lo hace el sembrador que remueve, trabaja y prepara la tierra para luego colocar y cuidar la semilla. Al hacerlo así -sin concesiones- podremos esperar una abundante y rica cosecha comunal con fruto al 10, al 100 y al 1.000 por uno.


¡VACILAR ES PERDERNOS!
¡PATRIA SOCIALISTA O MUERTE!
¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!
¡¡¡VENCEREMOS!!!

de: Martín Guedez martinguedez@gmail.com [nuestramerica] <nuestramerica@yahoogrupos.com.mx>
fecha: 18 de agosto de 2015, 8:41
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¡LECCIONES COMUNERAS PARA NUESTRO PUEBLO!

¡OJALÁ NO SEA TARDE!

Por: Martín Guédez

La historia es un profeta que mira hacia atrás. Olvidar las lecciones de ese particular profetismo es poco menos que un boleto seguro a la derrota para cualquier proceso revolucionario. El tan heroico cuan terrible episodio de la Comuna de París es una página de la historia que grita con fuerza al oído de todos los revolucionarios. El pueblo francés tuvo en sus manos la oportunidad extraordinaria de haber dado un giro espléndido a favor de sus ansiados intereses de igualdad, justicia, inclusión y libertad. La tuvo, pero se perdió. También otros pueblos del mundo la hemos tenido, la tenemos, y la perdieron o podemos perderla si no se aprenden los códigos que convierten el éxito en desastre.

Con la Comuna ocurrió como acontece en muchos otros movimientos populares, el camino que se inicia con espontaneidad sorprendente comienza a mostrar nuevas y más conscientes motivaciones y objetivos. La guerra perdida por Francia frente a Prusia en 1871, y los posteriores compromisos pecuniarios que Adolphe Thiers hubo de contraer con el vencedor para asegurar el retiro de las tropas prusianas del norte de Francia lo llevaron a proponer un aumento general de los impuestos qué, junto a la necesidad de imponer el orden en Paris en ese marco de rechazo a la victoria prusiana fue el disparador de la revuelta.

El pueblo parisino se negó a aceptar la victoria prusiana y consecuentemente a honrar los compromisos aceptados por Thiers. Esta resistencia a la derrota pronto representaría un desafío incontrolable para el gobierno asentado en Versalles. El pueblo, junto a la Guardia Nacional Francesa, pronto distribuyó en los barrios parisinos los cañones abandonados por el ejército regular. Un pueblo, ahora armado, era cuanto faltaba para una revuelta en toda la regla. Thiers mismo afirmaba que la vida normal, el comercio y las operaciones financieras sólo recomenzarían cuando los “miserables fueran aniquilados y los cañones y las armas retomadas”. Interesante cómo, a lo largo del tiempo, las clases privilegiadas utilizan términos de desprecio para referirse a los pueblos. Hoy lo llaman chusma, cerrícola o tierruco… ¡No aprenden! Ni aprenderán nunca. Ese es su talón de Aquiles.

Precisamente el intento del gobierno por recapturar las armas de la Guardia Nacional detonó la revolución. El pueblo parisino en la medida en que despertaba aquella mañana de sábado, como una colmena bulliciosa, comenzó a enfrentar a los soldados. De nuevo la memoria nos devuelve episodios populares llenos de hermosa e irresistible espontaneidad, como el 27 de febrero de 1989, o el 13 de abril de 2002 en Caracas, si recuerdan verán que es igualito lo mismo ¡Qué grande es el pueblo! La negativa de las tropas a disparar contra el pueblo en Montmartre, se tradujo en llegar a fusilar a su propio comandante, eso terminó de dar un giro total a la situación. Desconfiados de la lealtad de sus soldados, el propio Thiers abandona Paris y decide la evacuación del gobierno y las tropas hacia Versalles.

Esa misma noche, el edificio Hotel de Ville, -sede del ayuntamiento- fue tomado junto a los restantes edificios públicos de la capital. Allí mismo se inicia un proceso peligroso fruto de la insustancialidad y diversidad ideológica de los líderes. En medio de una gran confusión, la decisión de tomar la sede del gobierno se toma por la iniciativa de Brunell y los Blanquistas, no sin la resistencia dubitativa de Bellevois, éste, nada menos que jefe del Comité de la Guardia Nacional se oponía. La ausencia de coherencia en los mandos convirtió a Paris en un pandemonio con un pueblo actuando sin orden ni concierto ¿Será que no aprendemos?

De nuevo la inconsistencia ideológica del liderazgo resultó letal. Se cometió un gravísimo error que traería terribles consecuencias. Mientras los revolucionarios más claros, como Duval, Eudes, Brunel y en general todos los de Montmartre veían claro que había que marchar sobre Versalles y asestar el golpe final al enemigo, el Comité Central de la Guardia Nacional, en manos de sectores menos radicales (léase reformistas) se preocupaba por el orden legal del poder que el pueblo había puesto en sus manos. Así, en lugar de marchar sobre Versalles, iniciaron negociaciones con el viejo cuerpo constitucional para llamar a elecciones.

Hoy, como ayer, un verdadero revolucionario tendría que formularse la pregunta que atribuyen a un comunero: ¿Qué significa la legalidad en tiempos de revolución?. La respuesta la dieron los hechos. Así fue. La línea legalista bajó por todo el cuerpo revolucionario como un dulce veneno que fue matando la radicalidad necesaria produciendo desconcierto. Tuvo Moreau, quién era una respetada figura de la literatura que persuadir al Comité Central, al grito de “Viva la comuna”, para que, al menos, no abandonara el Hotel de Ville, pues el desconcierto y la sensación de que lo alcanzado lo sobrepasaba le sugería abandonar el emblemático edificio a la carrera.

Cierto que la corriente “legalista” tuvo su cuarto de hora de éxito. ¡Cuando no! Los legalistas siempre tienen su cuarto de hora. Las elecciones fueron ganadas contundentemente por la clase obrera. La comuna se instaló, con toda formalidad, en el Hotel de Ville y los batallones de la Guardia Nacional pudieron leer los nombres de los elegidos, quienes vestidos de rojo entraron al Hotel de Ville en tanto que los cañones anunciaban la proclamación “legal” de la Comuna de Paris. ¡Conmovedora la escena!, pero… allí comenzaría, fatalmente, el inexorable principio del fin. ¡Otra vez!

Los miembros de la Comuna, inexpertos en política, envueltos por aquel maremagno encantador de las formas políticas burguesas se enfrascaron en debates insulsos o en agrias discusiones en tanto que se descuidaba la dirección política. Los mejores esfuerzos de hombres como Blanqui, naufragaron al ser detenido éste por la policía, en tanto que los sectores obreristas se perdieron sin organización ni medios de combate, dejando la situación en vía libre para los representantes pequeño-burgueses.

El enemigo cuya existencia se perdonó llevada por los “oportunos” legalismos, pronto dio signos de vida. La Comuna se instauró el 28 de marzo y apenas el 2 de abril las tropas de Thiers iniciaron el ataque. El enemigo ignorado, perdonado y subestimado, venía a cobrar el error revolucionario. De poco le serviría a la Comuna la falta de radicalidad en su legislación social más reformista que revolucionaria. El enemigo de clase no comprendería, mucho menos perdonaría el pecado de haber desafiado a la burguesía. Un buen dato para quienes en nuestros días buscan medidas aceptables para la burguesía nacional por temor a su ira. Lo que se hizo en cuanto a la cancelación de alquileres durante el período de asedio, sin tocar la propiedad privada, o el derecho de mora por tres años de las facturas impagadas, en vez de proscribir la deuda, o la instauración de la bolsa de desempleos que sólo afectaba a los ayuntamientos, o la formación de cooperativas obreras, sin tocar las grandes fábricas de los grandes capitalistas, fue suficiente para ganarse la ira de la gran burguesía. De poco sirvieron los guiños hoy diríamos las concesiones al “empresariado socialista”.

Thiers y la gran burguesía no tenían ninguna duda… A diferencia de nosotros ellos nunca la tienen, la Comuna de Paris debía ser aplastada y punto. Esta visión era compartida por la gran burguesía europea encolerizada con el ejemplo de la Comuna. El gobierno alemán amenazó con emplear sus ejércitos si Thiers no se daba prisa en destruir la Comuna. La gran burguesía supo, pronta y claramente que la Comuna representaba un desafío socialista inaceptable. Las dudas, el endulzamiento cómplice de las medidas comunales no engañó en ningún momento a esta gran burguesía. Otro buen dato a tener muy en cuenta en nuestros días. Si nuestra revolución lo es, y debe serlo, no descansarán en sus planes por aplastarla. De poco servirán los manoseos (¡Epa Presidente Maduro!)

La Comuna devino en una gran fiesta popular. El pueblo, inmerso en su festival liberador, excitado hasta el paroxismo, festejando como en un sueño, perdió de vista el objeto fundamental de su ser: la instauración de una sociedad igualitaria, socialista y libre. Se perdió un tiempo tan precioso qué, no obstante las considerables fuerzas populares, no se hicieron planes para la eventualidad de que las tropas entraran en París. No se previó lo más previsible, así sería la borrachera de sueños y de eficaz la labor distraccionista del secular enemigo. Así fue, las fuerzas del gobierno entraron en París en medio de las más amargas y sangrientas luchas callejeras sin perspectiva de victoria.

Lo que tenía que ocurrir, la verdad, es que ya había ocurrido, lo demás era cuestión de tiempo. El pueblo comunero se preparó para el holocausto. Se levantaron barricadas en el centro de París. Los niños traían carretadas de tierra y las prostitutas de La Halle ayudaban a llenar los sacos. Piedras amontonadas, un cañón aquí y una ametralladora allá más la Bandera Roja ondeando en lo alto. Una escena de increíble plasticidad para la historia del sacrificio de los pueblos. Un sacrificio más. El pueblo habría de pagar con su sangre los errores de sus líderes. ¿Cuándo no?. Una orgía de sangre y muerte, calles enteras fueron incendiadas, Paris en llamas. Por los lados de Saint German a más de 15 kilómetros de Paris, la gente se reunía para ver el espectáculo de París ardiendo. El sábado en la mañana la batalla había terminado, los fusilamientos no, esos siguieron –tal como seguirán- cuando nos toque. Todo el que hubiese estado conectado con la Comuna fue fusilado. Muertos en número mayor que en las más sangrientas guerras y encarcelados por centenas de millares.

Las consecuencias de los errores cometidos en la dirección de la Comuna, no sólo terminó con miles de vidas y sueños en Francia, también lo hizo, lúgubre legado, con el movimiento obrero francés y en general con todo el movimiento obrero europeo y mundial. La burguesía había aprendido la lección. El período de represión que sucedió a la Comuna fue desastroso tanto para el movimiento obrero como para la Internacional. Por años, la policía al servicio del aparato burgués, armada con poderes casi ilimitados, se dedicó a la persecución de todos los activistas políticos, en tanto que el sistema judicial los sometía a durísimas condenas por cualquier nimiedad. En pocos años, los mejores líderes del movimiento obrero, estuvieron presos o muertos.

Una imprescindible lección para quienes hoy nos empeñamos en nuestra Venezuela en la construcción de un modelo económico y social nuevo. El enemigo burgués es más hábil y mucho más poderoso de lo que algunos quisieran creer. No albergan una pizca de misericordia en sus corazones endurecidos por el dinero y la ambición desmedida. Simulan, son buenos en el disfraz, inclementes en el pase de facturas. Saben mucho sobre el arte del mal. Son tan malos por viejos… como por diablos.

¡NO TENEMOS OPCIÓN:
SOCIALISMO O NOS ESPERA LA MUERTE!
¡¡¡VENCEREMOS!!!

de: Martín Guedez martinguedez@gmail.com [nuestramerica] <nuestramerica@yahoogrupos.com.mx>
fecha: 25 de agosto de 2015, 6:52
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VIOLENCIA O PAZ, LA ELECCIÓN ES NUESTRA

Por: Martín Guédez

Resulta cada vez más evidente la conexión entre el clima de violencia que se está imponiendo a la sociedad venezolana, los fines políticos inmediatos de quienes hace años lo están construyendo y la deplorable ausencia de decisiones radicales del Gobierno Bolivariano. No obstante, creo que esta filosofía de la violencia trasciende el momento político y posee unas causas más profundas e integrales que debemos analizar.

Estoy persuadido de que, esta cosmovisión violenta responde a las necesidades propias de un sistema económico, político y social que se nutre de ella. Estamos -como pueblo- arribando a un punto culminante en la construcción consciente del principio de autodestrucción. La estructura del sistema propicia y necesita de este escenario general. Es la competitividad salvaje como medio de vida la que requiere de este clima que el capitalismo convierte en principio generalizado.

La competitividad fortalece preponderantemente a la economía capitalista de mercado. Se presenta como el motor secreto de todo el sistema de producción y consumo. Quien es más fuerte o más vivo en la competencia en cuanto a los precios, las facilidades y la variedad es el ganador. En la competitividad opera implacable el darwinismo social: selecciona a los más fuertes. Estos “merecen” sobrevivir, pues dinamizan la economía. Los más débiles son peso muerto, por eso son incorporados o eliminados. Esa es la lógica feroz y terrible del sistema capitalista que sufre el pueblo de Bolívar y Chávez

La competitividad ha invadido prácticamente todos los espacios sociales: los lugares de trabajo, las universidades, las escuelas, los deportes, las iglesias y hasta las familias. Para ser ganador la competitividad tiene que ser agresiva. El más vivo, el que más consuma, el que más cabezas pise, ese es el triunfador. No es de extrañarse que todo pase a ser oportunidad de ganancia y se transforme en mercancía, desde los electrodomésticos hasta la religión, desde las cremas adelgazantes hasta la cultura. Los espacios personales y sociales, que tienen valor pero que no tienen precio, como la gratitud, la cooperación, la amistad, el amor, la compasión y la devoción, se encuentran cada vez más arrinconados, como una especie exótica despreciable y en vías de extinción. Sin embargo, estos son los lugares donde respiramos humanamente lejos del juego de los intereses. Su debilitamiento nos hace anémicos y nos deshumaniza.

En la medida en que prevalece sobre otros valores, la competitividad y la ganancia provocan cada vez más tensiones, conflictos y violencias. Nadie acepta perder ni ser devorado por otro. Lucha defendiéndose y lo hace atacando al otro, borrando toda forma de cooperación. Ocurre que luego de la caída del socialismo real, con la homogeneización del espacio económico de cuño capitalista, acompañada por la cultura política neoliberal, privatista e individualista, los dinamismos de la competencia fueron llevados al extremo que hoy sufrimos en cualquier calle de nuestra Venezuela. En consecuencia, los conflictos recrudecen y la voluntad de ganar con violencia no es refrenada sino vista como normal y hasta familiar.

La potencia hegemónica de este satánico sistema, EE.UU., es el campeón de la competitividad; emplea todos los medios, incluyendo las armas y el crimen para ganar siempre sobre los demás. El modelo apetecible no es el de Jesús o Bolívar sino el del banquero o el comerciante ladrón.

¿Cómo romper esta lógica férrea? Creo que rescatando y dando centralidad a aquello que otrora nos hizo dar el salto de la brutalidad a la humanidad. Veamos: Lo que nos hizo dejar atrás la bestialidad fue el principio de cooperación y del cuidado mutuo. Nuestros aborígenes -no infestados totalmente por el veneno capitalista- salían y aún salen en busca de alimento sólo que en lugar de que cada cual coma solo y para sí mismo traen lo conseguido al grupo y reparten solidariamente entre todos lo conseguido. De ahí nació la cooperación, la sociabilidad y el lenguaje. Por este gesto inauguramos la especie humana. Ante los más débiles, en lugar de entregarlos a la selección natural y que se las arregle como pueda, inventamos el cuidado y la compasión para mantenerlos vivos entre nosotros.

Hoy como ayer son los valores ligados a la cooperación, al cuidado y a la compasión los que limitan la voracidad de la bestia, desarman los mecanismos del odio y dan rostro humano a la fase superior de la humanidad. Trabajar entro todos en este objetivo humanista es imprescindible. Es urgente comenzar ya, sin demora, ahora mismo, para que no sea demasiado tarde. Podría ocurrirnos lo que le aconteció al personaje que perdió el cielo porque dejó cerrar la puerta abierta sólo para él distraído en otras minucias, o como le ocurre a un amigo quién me dice -con estupendo sentido del humor- no ser multimillonario porque “tiene el vicio de no jugar”. Este envite no lo podemos dejar pasar sin consecuencias gravísimas. Los venezolanos estamos hoy frente a este dilema hamletiano: ser o no ser. Elegir la opción que nos conduzca hacia una sociedad basada en los principios de la cooperación, la solidaridad y el respeto, contenida en la Constitución Bolivariana de 1999 y el legado de Chávez o tomar el atajo oscuro y perverso de la competencia a cuchillo. A eso queda limitado el campo de batalla por la vida o por la muerte. Por la solidaridad o por el odio y el desprecio social. Por el humanismo o por la competencia salvaje. La decisión está en nuestras manos. Yo sé muy bien cuál es mi elección, entre otras cosas porque mi madre parió un hombre y NO un consumidor.

¡LEALES Y AMANDO VENCEREMOS!

de: Martín Guedez martinguedez@gmail.com [nuestramerica] <nuestramerica@yahoogrupos.com.mx>
fecha: 24 de agosto de 2015, 18:42
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Colectivo Perú Integral
31de agosto de 2015

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