Dr. Hugo SALINAS
La Repartición Individualista del resultado de la
actividad económica, en una economía cualquiera, crea un sector social que es
propietario de todos los recursos físicos y monetarios, y otro que no tiene
absolutamente nada. Sobre esta realidad, y a fin de garantizar un mínimum de
recursos para la supervivencia de la mayoría de la población, es que nace el
Sector Público. Es indudable que no nace por la voluntad de los que tienen los
recursos, sino por la presión de aquellos que no tienen nada.
La Repartición Individualista y el proceso de trabajo,
con el cual se crean los bienes económicos, son los dos elementos de la
actividad socio-económica. La Repartición Individualista es una decisión de
sociedad. Es decir, toda la sociedad, de buen gusto o de mal gusto, acepta que
la totalidad del resultado de la actividad económica pertenezca a quien maneja
el acto económico; en definitiva y así comienza, a quien es propietario de los
medios de producción. A partir de la instalación de la Repartición
Individualista como el segundo elemento de la actividad socio-económica,
absolutamente nada del resultado de la actividad económica pertenece a los
trabajadores que crearon ese resultado, en forma directa, ni tampoco al resto
de la sociedad.
Tenemos un ejemplo no muy lejano en la historia de
América Latina. Sucede en el momento de la invasión española, a principios del
siglo XVI. Antes de la invasión, el elemento fundamental de la actividad
económica, la tierra cultivable, pertenecía a todos los habitantes de los
pueblos originarios de la América Latina. Son los tiempos de la propiedad
colectiva. Esta fue la forma concreta de hacer perdurar en el tiempo la
Repartición Igualitaria, una decisión de la sociedad, en el sentido de que la
totalidad del resultado de la actividad económica pertenecía a todos los
integrantes del grupo social, en partes más o menos iguales.
Al día siguiente de la invasión española, la totalidad
de la tierra cultivable, los recursos naturales y otros, pertenecían a los
invasores. Ellos lotizaron América Latina en función del rango militar y eclesiástico
que poseían, Y con ello nace la propiedad privada individual, como un mecanismo
para garantizar la decisión de sociedad en el sentido de que, la totalidad del
resultado de la actividad económica pertenece a quien detenta el elemento
fundamental de la actividad económica. Es decir, en ese momento, en América
Latina nacen, de la noche a la mañana, la propiedad individual y la Repartición
Individualista. Y ya dura seis siglos.
En nuestros tiempos modernos, dado a la evolución de
las formas de trabajar (los procesos de trabajo), la Repartición Individualista
se precisa aún más. La noción de Repartición Individualista es la misma: la
totalidad del resultado económico pertenece a quien maneja el acto económico.
La precisión proviene del hecho de que la economía industrial imperante es
monetaria. Todo pasa por los intercambios. Se trata de una economía de mercado
y, por consiguiente, si se requiere de algo es necesario contar con la cantidad
suficiente de dinero que marca el precio del bien económico a comprar.
De esta forma, si el patrón de una empresa quiere
poner en movimiento su capital, debe contratar obreros para hacer funcionar su
fábrica. Y como sus obreros requieren de dinero para comprar sus alimentos que
les permitirá volver a trabajar al día siguiente, el patrón está obligado de
darles un monto de dinero en contraprestación a su trabajo. Ese monto de
supervivencia, hoy le llamamos “salario”.
De esta forma, descontado el costo de las materias
primas, el patrón se queda con todo el resultado de la actividad económica
menos el monto pagado en salarios. Es decir, el patrón se queda con la
totalidad del resultado neto de la actividad económica. Con ello, la sociedad
se ha divido en tres segmentos. Por un lado, el patrón que se apropia del
resultado neto de la actividad económica; por otro, el trabajador que recibe un
mísero salario que le permite supervivir y, luego, el resto de la sociedad que
no tiene ningún derecho a nada. Estos, son buenos para morir, entre otras
cosas, de hambre.
Esta sociedad, que llamamos capitalista, nace en la
violencia y vive en la violencia.
Ante tanto salvajismo y comportamiento anti-humano
nacen las acciones humanitarias de algunas personas e instituciones. Es así
cómo, poco a poco, se da forma a lo que ahora conocemos como el Sector Público,
un ente cuya vocación es servir a los desprotegidos, a los “sin nada”. Al mismo tiempo, tanto los “sin nada” como
los asalariados por “un pedazo de pan”, se movilizan, crean organizaciones de
defensa, realizan huelgas, toma de fábricas, exigen aumento de salarios y
mejores condiciones de trabajo.
Pero, desde ya, podemos adelantar una conclusión.
Todos aquellos movimientos sociales que tienen como objetivo fundamental las
luchas defensivas[i]
como los pedidos de incremento de sueldos y salarios o mejores condiciones de
trabajo, tienen inmerso en su programa de lucha la aceptación de la Repartición
Individualista. Es decir, ellos aceptan a la economía y sociedad capitalista
como orden imperante. Lo único que solicitan es “mejorarlo”.
Pero bien sabemos que mientras impere la Repartición
Individualista siempre existirán los pocos que tienen todo y los muchos que no
tienen nada. Es la regla en todas las sociedades cuya economía se rige por el
principio de la Repartición Individualista.
Ferreñafe, 30 de julio del 2015
[i] SALINAS Hugo, Luchas defensivas y luchas por la
transformación in http://losandes.com.pe/ Opinion/20150201/85767.html
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