24 de
agosto de 2015 | 09:21 CET
El próximo mes de
septiembre se cumplen cuatro años de la eclosión, fugaz y ruidosa, de Occupy
Wall Street, el movimiento de protesta juvenil y callejero que nació a
imitación y semejanza del resto de manifestaciones pacíficas y reivindicativas
que tuvieron lugar por todo el mundo durante 2011. Hace poco, en España vivimos
el cuarto aniversario del 15-M. Casi un lustro después, nos
preguntamos qué ha sido de su legado y cómo perviven en la política de sus
respectivos países.
En España, la
hipótesis es más o menos clara: el 15-M se trasladó poco a poco a los barrios,
permeó a colectivos y organizaciones sociales, entró en las juntas de vecinos
y, tres años después, culminó en una suerte de partido heredero (a nivel
ideológico, no a nivel estructural): Podemos. En las elecciones municipales de
2015, las siguientes a las que vieron nacer al movimiento, observamos cómo tres
grandes capitales eran ganadas por plataformas ciudadanas y municipalistas al
margen de los partidos tradicionales: Zaragoza, Barcelona y Madrid. El 15-M es,
por tanto, algo.
El
15-M no se perdió por el camino, o al menos esa es nuestra hipótesis:
cristalizó más o menos en movimientos políticos perdurables (y vencedores, como
prueban las municipales). ¿Qué hay de Occupy Wall Street, por el otro lado?
Sin embargo, ¿qué
sabemos de la herencia de Occupy Wall Street en Estados Unidos? De nuevo,
manejamos una hipótesis: el movimiento perdió comba al intentar entrar en el
sistema político, poco hermético a nuevas propuestas y dominado por los
partidos republicano y demócrata. Puso en la agenda ciertos temas
(¡desigualdad!) pero, en esencia, no cambió el horizonte político
norteamericano. ¿Es así? Para responder a ambas preguntas, hemos contactado con
Pepe Fernández Abertos y Roger Senserrich,
ambos politólogos.
El 15-M: una evolución a largo plazo
El inicio
espontáneo y febril del 15-M en los días previos a las elecciones municipales
de 2011 hacían imposible entrever un futuro político predicible. ¿Qué querían
en realidad el puñado de miles de jóvenes que se reunieron en todas las grandes
plazas españolas durante semanas? ¿Qué pedían quienes más tarde se les unieron
en manifestaciones improvisadas multitudinarias? Algo parecía claro: el orden
político del presente no era convincente. Era necesario cambiarlo.
Una de las máximas
del 15-M en sus inicios era la de no cristalizar en un partido político. De
hecho, al principio se puso el acento en la horizontalidad (algo que, de modo
más o menos laxo, ha entrado también en la agenda política actual). Sin
portavoces, sin estructura clara. El desarrollo de la protesta (vaciado de las
plazas, traslado a la acción local en los barrios) obligó a crear un pequeño
esqueleto. Años después, hubo un partido capaz de aglutinar todo ese trabajo
bajo un líder: Podemos.
"Las
protestas de 15-M dieron herramientas discursivas y organizativas que fueron
fundamentales para el surgimiento de estas nuevas formaciones políticas"
La evolución a
largo plazo no es sorprendente, pero sí choca con los preceptos de los inicios.
Si el 15-M ha terminado siendo un partido, tampoco ha cambiado tanto el
panorama político español. ¿Se puede decir, sin embargo, que Podemos es su heredero?
"Yo creo que es innegable la conexión entre ambas. Una forma de verlo es
que las protestas de 15-M dieron herramientas discursivas y organizativas que
fueron fundamentales para el surgimiento de estas nuevas formaciones
políticas", explica Fernández Albertos. En ese sentido, el 15-M enmarcó el
discurso político.
Fue la miga. Sin
embargo, su conexión con Podemos es más lateral de lo que se tiende a reflejar
en prensa. Los orígenes de ambos, no en vano, son distintos. El 15-M se origina
al margen de los movimientos de izquierdas del país. "Podemos y sus
plataformas adyacentes son en cierto modo un intento de un cierto sector de
esos movimientos ya existentes de cooptar e institucionalizar (en el sentido de
organizar, no de domesticarles) la energía y vitalidad del 15-M", matiza
Senserrich.
La confluencia de
intereses ha provocado que Podemos sí case bien con el 15-M, pero el precio a
pagar ha sido pervertir ciertos principios fundadores del movimiento. La
institucionalización así lo ha requerido: "Podemos ha perdido mucho del
espíritu asambleario del 15-M, aunque eso seguramente sea necesario para ser
efectivos como partido", añade Senserrich. De otro modo, la indignación
podría haber sido demasiado vaporosa, efímera. Ahora hay un canal de
interacción política.
Antes
que Podemos, un ejemplo más apropiado para entender cómo el 15-M se ha
transformado de forma obligada en un movimiento estructurado es el de las
iniciativas municipales de casi todas las ciudades
Un ejemplo más
apropiado para entender cómo el 15-M se ha transformado de forma obligada en un
movimiento estructurado es el de las iniciativas municipales de casi todas las
ciudades. Podemos optó por acudir sin marca a las últimas elecciones de mayo, y
eso permitió que surgieran coaliciones entre partidos de izquierda, ciudadanos
y asociaciones. La marca Ganemos, fagocitada por IU, y que
finalmente ha tenido diversos nombres y uno más o menos frecuente: X en común.
Son iniciativas de
corte ciudadano y en muchas ocasiones anónimo. Si han surgido (y si han ganado)
es porque el 15-M había aportado un nuevo marco discursivo. Como cuenta
Fernández Albertos:
El hecho de que
visibilizara la insatisfacción de unas demandas y creara el caldo de cultivo
para que nuevas formaciones aspiraran a recoger esas demandas (que, en el
momento de la emergencia del 15-M, eran vistas como muy positivas por la gran
mayoría de la población) ha hecho que no sólo se altere la competición política
formal (electoral), sino que los discursos, las propuestas, los liderazgos,
hayan sufrido una sacudida muy considerable... Se me ocurren pocos cambios en
tan poco espacio de tiempo en la historia democrática reciente española.
En este sentido,
el 15-M no sólo recogió, pregonó y promovió un cambio de mentalidad política,
no sólo visibilizó el desencanto de los votantes, no sólo
estableció una retórica (también extiosa) sobre las causas y los culpables de
la crisis económica (e institucional del país), sino que también voló por los
aires el tradicional sistema de partidos español. Y, como incide Senserrich,
mucho antes de que Podemos y las iniciativas municipalistas hicieran acto de
presencia.
Para empezar,
empeoró la derrota electoral del PSOE en 2011; el partido iba a perder
igualmente, pero la magnitud de la derrota se acentuó por las propuestas.
Segundo, confirmó la irrelevancia de IU, que fue incapaz de movilizar el
descontento antes del 15-M y nunca consiguió cooptarlo después. Incluso sin
Podemos, cambió el panorama de la izquierda. Post-elecciones 2011, veremos.
Podemos precipitó cambios drásticos en el PSOE e IU con su resultado de las
europeas, y el mapa autonómico y local ha cambiado de arriba a abajo. No estoy
seguro de que eso no hubiera sucedido sin el 15-M, pero creo que hubiera sido
bastante más difícil.
Tanto como
Fernández Albertos como Senserrich coinciden en apuntar al 15-M si bien no
tanto como el origen sí como la manifestación de que ha habido un cambio
político notorio en la España actual. A nivel de la calle, por ejemplo, ha
proporcionado nuevas herramientas de protestas y ha conseguido que los
partidos, hoy, estén más preocupados por cuestiones como la mayor democracia
interna, la transparencia o la cercanía con el electorado.
El
15-M también cambió la forma en la que los ciudadanos se movilizaron, y las
peticiones que tenían para con los partidos. Transparencia, democracia interna,
cercanía con el votante, son cuestiones acentuadas por la irrupción del
movimiento
Sin embargo, al
igual que el mundo pre-15-M no era inmutable, tampoco lo será este. Fernández
Albertos, por ejemplo, se plantea cuánto puede durar la aceptación de la mayor
parte de la ciudadanía del discurso sobre la crisis puesto sobre el 15-M.
Senserrich es crítico precisamente con él: "Trajo a primera línea una
cantidad tremenda de propuestas de políticas públicas muy desafortunadas y un
populismo de izquierdas muy poco serio, pero no todo iba a ser positivo".
Occupy Wall Street: encorsetado por el sistema
La historia de
Occupy Wall Street es muy distinta, aunque muy semejante en sus inicios. No
sólo porque los jóvenes norteamericanos que impulsaron el movimiento en sus
inicios tuvieran al 15-M en mente (entre otras muchas protestas) sino porque
tanto las forma de movilización como parte de la retórica eran parecidas. Ambos
surgían del descontento juvenil nacido del desigual reparto de
peso de las consecuencias de la crisis económica, y ambos apuntaban al
poder.
Si bien en España el
poder dibujado por el 15-M era fundamentalmente político, y en menor
medida, al menos en los inicios, económico, Occupy Wall Street, desde su
bautizo, se dirigió hacia un lugar muy concreto: el núcleo de personas que
controlan la economía del país más poderoso del mundo. Wall Street, de forma
simbólica y práctica, representaba a la radical minoría de la población
estadounidense que controlaba con mano de hierro la radical mayoría de la
riqueza del país. Eso debía cambiar a través de un reparto más igual. Y ese
cambio se impulsaba desde la calle.
Occupy pasó a segundo plano, con muchos activistas pasando a temas locales,
como campañas para subir el salario mínimo a nivel local
Sin embargo, y a
pesar de los intentos del núcleo del movimiento por mantenerlo vivo, su acción
política quedó reducida a aquel mes de 2011. "Occupy acabó pasando a
segundo plano, con muchos activistas pasando a temas locales, como campañas
para subir el salario mínimo a nivel local o estatal (a menudo con éxito). Como
marca/organización, no fue demasiado lejos", comenta Senserrich. Y apunta
a uno de los problemas: la concentración geográfica de la
izquierda en Estados Unidos.
Al contrario que
España, donde el electorado progresista, con matices, es más o menos homogéneo
a lo largo del país, en Estados Unidos se concentra en las costas (más
pobladas), pero es minoritario en la gran mayoría física del país. Como explica
Fernández Albertos, en EEUU es más difícil "articular un discurso
rupturista con lo existente capaz de aglutinar a una mayoría social
alrededor". Simplemente es un país demasiado grande y diverso. Pero no se
trató sólo de eso, sino de una cuestión de más fondo. Para Fernández Albertos,
Occupy puso temas en la agenda, pero era más consecuencia que causa del cambio
político:
No veo tan claro
que Occupy per se haya tenido un impacto directo tan claro. En parte por lo
efímero del movimiento y porque, siempre en mi sensación, resultó atractivo a
gente que ya más o menos mantenía ese discurso antes del nacimiento del
movimiento, algo diferente a lo que pasó con el 15-M, que en mi mente sí "politizó"
a grupos sociales previamente apáticos políticamente.
Al margen de su
mayor o menor apoyo social, Occupy tenía pocas posibilidades de crecimiento
como movimiento político. No se trata tanto de una cuestión de aceptación
electoral sino del propio sistema que rige el sistema de partidos
norteamericano. Es rígido, inmutable desde principios del siglo XX y está
dominado por dos partidos. Dentro de ellos existe más pluralidad que en sus
homólogos europeos, pero fuera de ellos existe la nada. De modo que su
proyección encontraba muchas trabas.
Como hemos visto,
en España la posibilidad de superar el anterior sistema de partidos era
plausible (y se ha hecho realidad, sea cual sea el resultado de las elecciones
generales). A nivel local, Occupy podía obtener victorias locales, pero en las
dos cámaras simplemente sólo podía sobrevivir a través del Partido Demócrata,
más progresista que el Partido Republicano. Y dentro de la estructura
partidista, como explica Senserrich, sus opciones tangibles de lograr victorias
políticas eran nulas.
La ley electoral
hace imposible que surja nada a la izquierda del partido demócrata a nivel
nacional, y las primarias, con muy pocas excepciones, chocan con el hecho que
la mayoría de votantes demócratas son relativamente moderados. A nivel local la
cosa es un poco distinta, ya que candidatos realmente progresistas sí que
pueden ganar elecciones, y lo han hecho.
¿Qué ha sucedido a
cambio? Que el Partido Demócrata ha adoptado parte del ideario
de Occupy. El fundamental, la desigualdad. Si en España el 15-M logró
deslegitimar no sólo a los dos grandes partidos de gobierno sino también a
opciones minoritarias y a priori afines (Izquierda Unida), en Estados
Unidos sucedió lo contrario: fue el establishment quien hizo suyas
ideas expuestas por el movimiento. Una victoria parcial, dado que su acción
política fue fagocitada.
Desde este punto
de vista, Occupy también ha resultado en un desenlace agridulce. El 15-M porque
puede ver cómo los partidos surgidos de su seno espiritual corrompan su enfoque
original. Y Occupy porque, si bien ha evitado la opción de redirigir el
movimiento por cuestiones de realpolitik, han sido los partidos
clásicos los que han adoptado parte de sus ideas. No es una posibilidad remota:
Elizabeth Warren o Bernie Sanders, "un 20-25% del partido" según
Senserrich, están poniendo la desigualdd encima de la mesa en las primarias. Y
están obligando a Clinton a moverse hacia ese terreno.
Warren
o Sanders están poniendo la desigualdad encima de la mesa en las primarias. Y
están obligando a Clinton a moverse hacia ese terreno
No sólo ellos: ya
hablamos de Lawrence Lessig, un hombre que aspira a presentarse a las
primarias del Partido Demócrata con un programa simple y revolucionario. Lessig
quiere terminar con la desigualdad intrínseca del sistema democrático
estadounidense, una cuestión de acceso a la política y a sus recursos criticada
por Occupy en su momento, como recuerda Fernández Albertos. Por ahí también se
puede contar una victoria. Occupy, al final, logró mover la agenda política y
mediática del país.
Aunque sólo
parcialmente. Al final, es un problema de electorado: "Estados Unidos es
más conservador, en agregado, que Europa. El populismo aquí es a menudo de
derechas", sentencia Senserrich. Occupy podría haber apuntado a los
problemas adecuados (desigualdad, élites financieras, imperbeabilidad del
sistema al cambio), pero sus respuestas no tenían que ser aceptadas de forma
obligatoria por todos. "Las soluciones propuestas por demócratas y
republicanos son completamente distintas", añade.
En el fondo,
Occupy sólo se ganó a una parte pequeña de los votantes.
Fernández Albertos
coincide en ese sentido: Occupy fue un movimiento de activistas, posiblemente
poco transversal. Y su discurso, al contrario que el del 15-M, no fue comprado
por una mayoría social. Cuatro años después, parece evidente cuál de los dos
movimientos ha tenido más éxito, pero también es obvio que ambos han logrado
colocar temáticas y problemas sociales en la agenda pública que antes no
estaba. En cualquier caso, se habrán ganado un (escueto) sitio en los libros de
historia.
Autor: Mohorte
@mohorte
Editor en Magnet
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