31-08-2015
El expresidente colombiano Álvaro Uribe es hoy la
“pieza clave” de Estados Unidos para tratar de revertir el escenario
progresista en la Patria Grande, y volver a los tiempos de las dictaduras de
derecha como la de Augusto Pinochet en Chile, que detuvieron en el siglo pasado
los intentos de independencia real e integración en la región.
Paramilitar, narcoterrorista y responsable de la
muerte de miles de colombianos y también venezolanos, Uribe es la “figura de
ajedrez” utilizada por Washington para intentar desestabilizar Nuestra América,
y regresarla a los tiempos del neoliberalismo salvaje y de las oligarquías
violentas, siempre ávidas de poder.
El principal blanco del Pentágono no hay duda de
que lo sigue siendo Venezuela, piedra angular de las transformaciones en
Latinoamérica y potente económicamente, por sus recursos petroleros, lo que la
convierten en el escollo fundamental para consumar los planes de la Casa
Blanca.
Los sectores ultraconservadores en Washington
persisten en su idea que destronando a la Revolución que inició el presidente
Hugo Chávez, crearía un efecto dominó en la Patria Grande, y terminaría
hundiendo procesos de cambios como los de Ecuador, Brasil, El Salvador,
Argentina y Bolivia, además de impedir que emerjan nuevos gobiernos
progresistas en otros países de la región.
Esa ultraderecha recalcitrante norteamericana, que
financia y alienta a su similar latinoamericana, cree “ciegamente” además que
derrotando al actual ejecutivo del mandatario Nicolás Maduro, dañaría a otras
revoluciones históricas como la de Cuba y Nicaragua, y el Caribe tendría que
arrodillarse sin remedio alguno a los pies de Estados Unidos.
Ello explica la guerra sin cuartel de todo tipo que
protagoniza Washington con varios de sus peones “criollos”, y su reina Uribe,
contra Venezuela, en el complejo tablero de ajedrez que se le ha convertido la
Patria Grande al debilitado, pero todavía imperio del Norte brutal y revuelto.
La fronteras terrestres colombo-venezolanas han
sido y son hoy los más importantes teatros de operaciones de la subversión
contra la Revolución Chavista, y mucho cuidado, porque pueden ser usadas como
pretexto para desatar un conflicto bélico, con el empleo de paramilitares, narcoterroristas
y contrabandistas.
Por esas regiones limítrofes es saqueada la
economía venezolana, se trafican armas, estupefacientes y todo lo que llene los
bolsillos de la ultraderecha de Colombia encabezada por Uribe, que igualmente
se ha enriquecido a costa del prolongado conflicto castrense en ese país.
Por cierto, las agresiones a Venezuela lideradas
por el Pinochet latinoamericano del siglo XXI tienen también como otro
propósito esencial truncar el proceso de paz en curso en Colombia, lo que es
deseado por quienes se han hecho millonarios a costa de esa confrontación
militar.
¿De qué vivirían los gendarmes de la guerra, como
Uribe, si la paz se instaura en Colombia, y sus fronteras con Venezuela son
controladas?
¿Podría justificar Washington sus bases militares
en Colombia para mantener en vilo a Venezuela y a Latinoamérica?
Las
respuestas son obvias, pero se las dejo a los lectores.
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