Publicado por Francisco Umpiérrez Sánchez
domingo, 16 de agosto de 2015
Empezaré
exponiendo algunas ideas de Samuelson y Nordhaus contenidas en el capítulo II
de su obra Economía. Los comentarios
puestos entre paréntesis son añadidos míos. La transcripción no es
absolutamente literal. Busco fluidez y cierta estética. Todo lo que aparezca entre comillas son ideas
de Samuelson y Nordhaus. “Los economistas teóricos han demostrado que una
economía perfectamente competitiva es eficiente. Pero la experiencia de dos
siglos ha demostrado que el mercado tiene fallos y que no siempre produce el
resultado más eficiente. (Luego los economistas teóricos no tenían razón. El
problema es que no estamos hablando del mercado a secas, sino del mercado con
apellidos, esto es, del mercado capitalista. Y el mercado capitalista, el
mercado basado en el imperio de la propiedad privada, genera muchas
desigualdades, pobreza y enormes sufrimientos a extensos segmentos de la
población). Dentro de esos fallos se encuentran los monopolios, los
descubrimientos científicos, la contaminación y una distribución de la renta
éticamente inaceptable. (Un descubrimiento científico puede permitir a una
empresa colocarse en el mercado en una posición de monopolio y fijar precios
abusivos. A este respecto el Estado hace muy poco por el predominio de la
propiedad privada. Hay que tener en cuenta que los precios constituyen el
reflejo más adecuado para saber si una economía es eficiente o no. Y los
precios en una economía capitalista, sobre todo en lo que afecta a la relación
entre grandes y pequeñas empresas como entre grandes empresas y consumidores,
reflejan un mercado imperfectamente competitivo. El mundo del fútbol entre
muchos es uno de esos ejemplos. No llego a entender cómo los teóricos de la
izquierda radical piensan con los conceptos de la izquierda reformista y solo
buscan la solución de la desigualdad en los instrumentos fiscales y no en
impedir las posiciones monopolistas que adoptan las grandes empresas en el
mercado, que se dan muchísimo más de lo que se piensa y en muchos grados. Hay
muchos otros factores que explican la desigualdad en origen, pero hoy solo voy
a referirme a las posiciones monopolistas).
Al hablar de la eficiencia Samuelson y Nordhaus dicen lo siguiente:
“Adam Smith reconoció que las virtudes del mecanismo del mercado solo se
aprovechan plenamente cuando están presente los pesos y contrapesos de las
competencia perfecta. ¿Qué se entiende por competencia perfecta? Todos los
bienes y servicios tienen un precio y se intercambian en los mercados. También
significa que ninguna empresa o consumidor es suficientemente grande para
influir en el precio del mercado”. Pero
como grande es un concepto relativo, ya que depende con qué lo comparemos y de
qué situación concreta estemos hablando, lo cierto es que en muchos ámbitos y
sectores de la economía se da el hecho de que algunas empresas son lo
suficientemente grande como para influir en el precio del mercado.
Todas las grandes cadenas de supermercados como las grandes cadenas
hoteleras explotan a sus proveedores, sobre todo a los pequeños:
suministradores de pan, bollería, carne, pescado, verduras y frutas; así como a
las empresas de fontanería, de mantenimiento y a un sinfín de trabajadores
autónomos. Tanto las grandes cadenas de supermercado como las grandes cadenas
hoteleras tienen tal poder de compra que ningún proveedor se niega a rechazar
las condiciones de precios que les imponen. De hecho las grandes cadenas de
supermercados pagan precios por esos bienes y servicios un 50 por cien
inferiores a los precios que pagaba un supermercado de los de antes y de los
que ya quedan muy pocos; y las grandes cadenas hoteleras pagan precios aún
menores. ¿Qué consecuencias lleva aparejado esta influencia de las grandes empresas
en los precios del mercado? Varias: las empresas pequeñas tienen beneficios tan
bajos que les impiden modernizar sus instalaciones, los salarios de sus
empleados son notablemente bajos, y la jornada laboral en la práctica suele ser
superior a la de los empleados de las grandes empresas. Hay trasvase de valor
de las pequeñas empresas a las grandes. Podemos observar cómo los sueldos de
los directivos de las grandes empresas son en general superiores a los
beneficios de las empresas pequeñas, y cómo el patrimonio y beneficios de las
grandes empresas son desmesurados. Esta es una de las grandes fuentes de
desigualdad en la España actual: la cruel explotación de las grandes empresas a
las pequeñas. Tal vez el INE debería hacer estudios pormenorizados sobre esta
materia.
La pregunta que ahora formulo al lector es la siguiente: ¿Si
sustituyéramos la política económica basada en la austeridad en el gasto,
dominante en los países de la Unión Europea, por una política keynesiana, esto
es, una política de mayor gasto estatal,
se acabaría con el trasvase de riqueza de las pequeñas empresas a las
grandes? La respuesta es no. Luego todo el problema de la desigualdad no puede
reducirse a un problema en el cambio de política económica según proponen PSOE, Podemos e Izquierda Unida. El problema
que nos ocupa tiene que ver más con los graves fallos del mercado y con la
necesidad de que el Estado intervenga para solucionarlo. A lo mejor no estaría
de más establecer unos precios mínimos para ciertos bienes y servicios. Hace
tiempo que se ha establecido un salario mínimo para evitar el abuso del capital
sobre el trabajo. Del mismo modo se debería establecer unos precios mínimos
para determinados bienes y servicios para evitar el abuso de las grandes
empresas sobre las pequeñas. Samuelson y Nordhaus admiten que uno de los fallos del mercado que
impide que sea eficiente es una distribución de la renta éticamente
inaceptable. Lo que sucede es que solo ve la solución en que “El Estado fomente
la equidad utilizando los programas de impuestos y de gasto para redistribuir
la renta en favor de determinados grupos”. Yo, sin embargo, propongo que el
Estado actúe en la misma raíz del problema, pues no se trata solo de que se
perjudica a las capas pobres de la población, sino que las grandes empresas
impiden la modernización de las pequeñas empresas y se apropia de buena parte
de los beneficios generados por estas últimas. Provoca además que en la pequeña
empresa predominen los bajos salarios. La redistribución fiscal se presenta
como un esfuerzo que hacen los ricos en favor de los pobres. Pero esto es
engañoso, puesto que el exceso de enriquecimiento de las grandes empresas se
debe a que su posición monopolista en el mercado les permite apropiarse de
buena parte de los beneficios generados por las pequeñas empresas.
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