lunes, 17 de agosto de 2015

PRECIO, TAMAÑO DE LAS EMPRESAS Y DESIGUALDAD




Publicado por Francisco Umpiérrez Sánchez    

domingo, 16 de agosto de 2015


Empezaré exponiendo algunas ideas de Samuelson y Nordhaus contenidas en el capítulo II de su obra Economía. Los comentarios puestos entre paréntesis son añadidos míos. La transcripción no es absolutamente literal. Busco fluidez y cierta estética.  Todo lo que aparezca entre comillas son ideas de Samuelson y Nordhaus. “Los economistas teóricos han demostrado que una economía perfectamente competitiva es eficiente. Pero la experiencia de dos siglos ha demostrado que el mercado tiene fallos y que no siempre produce el resultado más eficiente. (Luego los economistas teóricos no tenían razón. El problema es que no estamos hablando del mercado a secas, sino del mercado con apellidos, esto es, del mercado capitalista. Y el mercado capitalista, el mercado basado en el imperio de la propiedad privada, genera muchas desigualdades, pobreza y enormes sufrimientos a extensos segmentos de la población). Dentro de esos fallos se encuentran los monopolios, los descubrimientos científicos, la contaminación y una distribución de la renta éticamente inaceptable. (Un descubrimiento científico puede permitir a una empresa colocarse en el mercado en una posición de monopolio y fijar precios abusivos. A este respecto el Estado hace muy poco por el predominio de la propiedad privada. Hay que tener en cuenta que los precios constituyen el reflejo más adecuado para saber si una economía es eficiente o no. Y los precios en una economía capitalista, sobre todo en lo que afecta a la relación entre grandes y pequeñas empresas como entre grandes empresas y consumidores, reflejan un mercado imperfectamente competitivo. El mundo del fútbol entre muchos es uno de esos ejemplos. No llego a entender cómo los teóricos de la izquierda radical piensan con los conceptos de la izquierda reformista y solo buscan la solución de la desigualdad en los instrumentos fiscales y no en impedir las posiciones monopolistas que adoptan las grandes empresas en el mercado, que se dan muchísimo más de lo que se piensa y en muchos grados. Hay muchos otros factores que explican la desigualdad en origen, pero hoy solo voy a referirme a las posiciones monopolistas).

Al hablar de la eficiencia Samuelson y Nordhaus dicen lo siguiente: “Adam Smith reconoció que las virtudes del mecanismo del mercado solo se aprovechan plenamente cuando están presente los pesos y contrapesos de las competencia perfecta. ¿Qué se entiende por competencia perfecta? Todos los bienes y servicios tienen un precio y se intercambian en los mercados. También significa que ninguna empresa o consumidor es suficientemente grande para influir en el precio del mercado”.  Pero como grande es un concepto relativo, ya que depende con qué lo comparemos y de qué situación concreta estemos hablando, lo cierto es que en muchos ámbitos y sectores de la economía se da el hecho de que algunas empresas son lo suficientemente grande como para influir en el precio del mercado.

Todas las grandes cadenas de supermercados como las grandes cadenas hoteleras explotan a sus proveedores, sobre todo a los pequeños: suministradores de pan, bollería, carne, pescado, verduras y frutas; así como a las empresas de fontanería, de mantenimiento y a un sinfín de trabajadores autónomos. Tanto las grandes cadenas de supermercado como las grandes cadenas hoteleras tienen tal poder de compra que ningún proveedor se niega a rechazar las condiciones de precios que les imponen. De hecho las grandes cadenas de supermercados pagan precios por esos bienes y servicios un 50 por cien inferiores a los precios que pagaba un supermercado de los de antes y de los que ya quedan muy pocos; y las grandes cadenas hoteleras pagan precios aún menores. ¿Qué consecuencias lleva aparejado esta influencia de las grandes empresas en los precios del mercado? Varias: las empresas pequeñas tienen beneficios tan bajos que les impiden modernizar sus instalaciones, los salarios de sus empleados son notablemente bajos, y la jornada laboral en la práctica suele ser superior a la de los empleados de las grandes empresas. Hay trasvase de valor de las pequeñas empresas a las grandes. Podemos observar cómo los sueldos de los directivos de las grandes empresas son en general superiores a los beneficios de las empresas pequeñas, y cómo el patrimonio y beneficios de las grandes empresas son desmesurados. Esta es una de las grandes fuentes de desigualdad en la España actual: la cruel explotación de las grandes empresas a las pequeñas. Tal vez el INE debería hacer estudios pormenorizados sobre esta materia.

La pregunta que ahora formulo al lector es la siguiente: ¿Si sustituyéramos la política económica basada en la austeridad en el gasto, dominante en los países de la Unión Europea, por una política keynesiana, esto es, una política de mayor gasto estatal,  se acabaría con el trasvase de riqueza de las pequeñas empresas a las grandes? La respuesta es no. Luego todo el problema de la desigualdad no puede reducirse a un problema en el cambio de política económica según proponen  PSOE, Podemos e Izquierda Unida. El problema que nos ocupa tiene que ver más con los graves fallos del mercado y con la necesidad de que el Estado intervenga para solucionarlo. A lo mejor no estaría de más establecer unos precios mínimos para ciertos bienes y servicios. Hace tiempo que se ha establecido un salario mínimo para evitar el abuso del capital sobre el trabajo. Del mismo modo se debería establecer unos precios mínimos para determinados bienes y servicios para evitar el abuso de las grandes empresas sobre las pequeñas. Samuelson y Nordhaus  admiten que uno de los fallos del mercado que impide que sea eficiente es una distribución de la renta éticamente inaceptable. Lo que sucede es que solo ve la solución en que “El Estado fomente la equidad utilizando los programas de impuestos y de gasto para redistribuir la renta en favor de determinados grupos”. Yo, sin embargo, propongo que el Estado actúe en la misma raíz del problema, pues no se trata solo de que se perjudica a las capas pobres de la población, sino que las grandes empresas impiden la modernización de las pequeñas empresas y se apropia de buena parte de los beneficios generados por estas últimas. Provoca además que en la pequeña empresa predominen los bajos salarios. La redistribución fiscal se presenta como un esfuerzo que hacen los ricos en favor de los pobres. Pero esto es engañoso, puesto que el exceso de enriquecimiento de las grandes empresas se debe a que su posición monopolista en el mercado les permite apropiarse de buena parte de los beneficios generados por las pequeñas empresas.



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