Truthout
18-08-2015
Como en una
gran parte de su historia, la pequeña nación andina de Bolivia se encuentra al
centro de un remolino de cuestiones políticas, sociales y climatológicas.
Podría decirse que ningún otro país en el siglo 21, y hasta la fecha, se
plantea la cuestión sobre una "estrategia de salida" del capitalismo
neoliberal más concretamente, y con mayor posibilidad de esperanza que Bolivia.
Esa esperanza se expresa específicamente en el partido gobernante, el MAS o
Movimiento al Socialismo. El líder del país, el ex cocalero y sindicalista Evo
Morales – el primer líder indígena de Sud América desde los tiempos
pre-coloniales – fue elegido contundentemente para un tercer mandato en 2014.
Morales ha popularizado ampliamente el término quechua pachamama, lo que expresa
un compromiso total a la sostenibilidad ecológica. Aún se encuentra elevada la
esperanza de la gente en que él va a guiar al país hacia la realización de ese
principio.
Bolivia ha
experimentado un crecimiento económico impresionante y consistente desde la
primera victoria electoral de Morales en 2006, incluyendo el establecimiento de
programas de gobierno para aliviar la pobreza y alcanzar los objetivos de
equidad social prometidos en su campaña. Sin embargo, este crecimiento se ha
basado principalmente en una expansión e intensificación de la explotación de
los recursos naturales del país principalmente de combustibles fósiles, minería
y el crecimiento en gran escala de monocultivos en la agricultura y la
fabricación de manufacturas.
Este
crecimiento económico también ha creado lo que la organización no gubernamental
boliviana Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) llama
el surgimiento de una nueva burguesía integrada por productores agrícolas de
Santa Cruz, comerciantes de la zona occidental del país y pequeños productores
mineros. El gobierno boliviano también cree que una nueva clase está
emergiendo, y se convertirá en el nuevo sector dominante de Bolivia. Carlos
Arce, investigador del CEDLA, dice en un artículo en la prensa boliviana: “Un
nuevo tipo de empresario ha surgido en las clases populares, que emergen con
mentalidad más austera, más clásica, más ahorradora, en el sentido weberiano
del término, esos son los sectores medios (los cooperativistas, los
comerciantes) y sobretodo la minería. Dentro del Estado, el núcleo dirigente
articulador del resto de las fracciones sociales se ubica en esta alianza entre
núcleos de clase media intelectual con núcleos de los pequeños productores
urbanos y rurales que respondan a las prerrogativas del mercado”.
La llamada
“economía plural” institucionalizada por el gobierno reconoce las formas
económicas organizativas estatales, comunitarias, privadas y cooperativas.
También pone en manos del Estado el control directo de los planes de desarrollo
económico. En otras palabras, el pueblo boliviano es el dueño de los recursos
naturales pero es el Estado quien administra e industrializa estos recursos.
En opinión
de Arce, el gobierno exalta esta nueva “burguesía emergente”. El programa del
gobierno de una economía plural “plantea la alianza de estos sectores
mercantilizados con el gran capitalismo extranjero internacional. Esto abre la
puerta a las empresas transnacionales y hace permanente su presencia”.
En diciembre
de 2014, el Financial Times reportó sobre la aparición de una nueva burguesía
indígena en El Alto, menos limitada por una antigua cultura de ahorro y
luchando por una mayor riqueza, más edificaciones lujosas y opulenta ropa
tradicional.
Por otro
lado, mientras que muchos periodistas y analistas se han centrado en los logros
del gobierno de Morales, pocos han examinado el estado de la fuerza de trabajo,
los sindicatos y las condiciones laborales. Las investigaciones realizadas por
organizaciones locales muestran que encontrar un empleo seguro se ha vuelto muy
difícil. Según datos del Ministerio de Trabajo, sólo 30% de la fuerza laboral
en Bolivia tiene un trabajo seguro y formal, y casi el 70% trabaja en el sector
informal. Estos trabajadores trabajan con una absoluta precariedad, lo que los
hace más dependientes de las protecciones sociales y programas que se han
vuelto más elaborados y extensos en los últimos años.
La geografía
de Bolivia es muy diversa: Las tierras bajas amazónicas tropicales dan paso a
la belleza austera de las tierras altas y los picos nevados de los Andes que
rodean la capital, La Paz. Las elevaciones van desde 130 a 6000 metros sobre el
nivel del mar que divide al país en tres zonas geográficas distintas: el
altiplano, los valles andinos y las tierras bajas del oriente.
Teniendo en
cuenta todos estos factores, Bolivia ofrece un estudio de caso sobre el impacto
del cambio climático, la resistencia de la gente a la explotación y la opresión
racista, y la posibilidad de un cambio real desde abajo.
Gran parte
de esa resistencia se forjó en respuesta a siglos de extracción incesante de
los minerales del país, metales semi-preciosos y preciosos y guano. Tras la
privatización de la compañía aérea, del ferrocarril y la electricidad, en 1999,
el gobierno vendió el sistema de agua y saneamiento de Cochabamba a un
consorcio transnacional. Durante los cinco meses siguientes manifestaciones
masivas y enfrentamientos violentos con la policía y los militares obligaron al
gobierno a cancelar el contrato y mantener el suministro de agua en manos
públicas. Esta lucha popular por el control del agua fue reconocida
mundialmente como la Guerra del Agua de Cochabamba.
Según Oscar
Olivera, ex dirigente sindical y uno de los principales organizadores de la guerra
por el agua, la reversión exitosa de la privatización de agua de la ciudad a
través de una alianza política y organizativa de los trabajadores urbanos,
campesinos y ambientalistas sigue una tradición de 500 años. Hoy en día,
"la lucha no es contra los conquistadores españoles, sino contra las
corporaciones internacionales que se están llevando nuestra agua, tierra y
aire."
Más
recientemente, desde 2006, el número de conflictos por la extracción,
exploración y refinamiento de recursos naturales, la construcción de carreteras
y tuberías, y el uso de los bosques y el agua ha aumentado de manera constante
bajo Morales. Así lo señala un estudio de la Universidad de Gotemburgo en 2013:
“Hay una creciente brecha entre, por una parte, las disposiciones radicales
pero a menudo muy vagas para la gestión ambiental comunitaria y proactiva en la
nueva Constitución y la Ley de la Madre Tierra, y, por otro lado, las fuertes
inversiones realizadas por el estado boliviano para la extracción de recursos
naturales y el desarrollo de infraestructura con costos ambientales muy altos.
Es muy probable que el tipo de enfrentamientos entre los movimientos sociales y
el gobierno como el del TIPNIS (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro
Sécure) sigan en aumento si esta brecha no se reduce”.
Marco
Gandarillas Gonzáles, el director del Centro de Documentación e Información
Bolivia (CEDIB) de Cochabamba, coincide. “Nunca la extracción ha sido tan
intensiva como ahora. En 10 años hemos exportado más plata que durante los 300
años como una colonia española.”
Se exportan
8.000 kilos de oro por año, lo que significa un uso récord de mercurio (15.000
toneladas por año), cianuro y otras sustancias tóxicas para separar el oro de
su mineral.
En una
entrevista con Jeffrey Webber en 2014, la jefa de Gabinete del Ministerio de
Economía y Finanzas Públicas de Bolivia, María Nela Prada Tejada fue directa
reconociendo que el proyecto del MAS era "aprovechar la posibilidad de
crecimiento a través de la explotación de los recursos naturales, con el estado
capturando el superávit y redistribuyendo a los programas sociales y de otros
sectores económicos que generen empleo ".
Significativa
riqueza de recursos naturales
Bolivia
tiene una significativa riqueza de recursos naturales y su gestión sostenible
es, tal vez, el desafío más grande de Morales. El país fue una vez el hogar de
la mina de plata y oro más rica de la corona española, en Potosí, y una de las
minas de estaño más lucrativas del mundo. Ahora, 500 años después, Bolivia
todavía contiene dos de las mayores minas de plata activas en el mundo, en San
Cristóbal y San Bartolomé. En Potosí, una sola montaña descarga al año en los
cursos de agua que rodean el lugar, un estimado de 161 toneladas de zinc, 157
toneladas de hierro, más de dos toneladas de arsénico y decenas de otros
minerales tóxicos, como cadmio y plomo. Bolivia se convirtió en un país sin
salida al mar cuando perdió territorio con Chile en 1800, en una guerra
provocada y orquestada por Gran Bretaña, con el fin de garantizar el acceso al
guano: un ingrediente esencial para reponer la fertilidad de los suelos
británicos, antes de la invención del proceso de Haber-Bosch para la
fabricación de fertilizantes nitrogenados.
En el este,
en el Mutún, se encuentra una de las mayores futuras minas de hierro, que en
principio India y ahora China están financiando para su desarrollo. La mitad de
las reservas mundiales de litio (no explotado actualmente) se encuentran en lo
alto de los depósitos de sal del surrealista Salar de Uyuni. Después de Venezuela,
Bolivia cuenta con las mayores reservas de gas en América del Sur.
Codiciado
por las elites nacionales y extranjeras a lo largo de varias generaciones, la
feroz extracción de los abundantes recursos naturales de Bolivia ha concentrado
la riqueza natural y social del país en manos de una elite y ha expuesto al
resto de los bolivianos a un grado extremo de intriga imperial e intentos de
subyugación.
Primero a
manos de España, después de Gran Bretaña y más recientemente de los Estados
Unidos y los programas de ajuste estructural inspirados por el Banco Mundial,
los bolivianos han sido recompensados con una sucesión de dictaduras, extrema
concentración de la propiedad de la tierra (a pesar de la redistribución
después de la revolución de 1952 y cierta reforma de la tierra con Morales,
estancada en la actualidad), pobreza y una extendida contaminación ambiental de
su aire, suelo y agua. El costo histórico y permanente de la degradación
ambiental se calcula que representa más del 6% del PIB de Bolivia. Todo esto ha
sentado las bases para el crecimiento de un masivo descontento social, laboral
e indígena y el apogeo de los movimientos sociales a principios del siglo XXI,
que dieron como resultado la elección y reelección de Morales.
Ahora una
nueva amenaza ha surgido y es de especial preocupación para un país que tiene
poca responsabilidad por su causa: el antropogénico cambio climático. Desde un
punto de vista climático, incluso si el calentamiento global promedio se
mantiene en 2 grados Celsius (y actualmente estamos en camino de 4), las
regiones que se encuentran al centro de los continentes, como Bolivia, se
calentarán considerablemente más que las regiones costeras. Más aun, tomando en
cuenta los datos de los Alpes y las Montañas Rocosas, habrá un mayor calentamiento
en las zonas altas: entre 1,5 y dos veces más que el calentamiento en las
elevaciones más bajas.
Con 12
regiones ecológicas distintas, Bolivia es uno de los países con mayor
diversidad biológica en el mundo. Los cambios en la elevación, además de los
diferentes patrones de lluvia desde lados alternos de los Andes, han creado
microclimas que han ayudado a la evolución de un gran número de especies
nativas de Bolivia. Al mismo tiempo, las prácticas agrícolas de los campesinos
bolivianos han hecho posible la formación de una amplia gama de variedades
vegetales. Por ejemplo, en marcado contraste con la agricultura de monocultivo,
varios cientos de diferentes variedades de patata se cultivan en los Andes
bolivianos, como alimento resistente de subsistencia por parte de 200.000
pequeños agricultores.
Todo esto se
ve amenazado por el calentamiento global. Debido a que una mayor humedad bien
acompañada de más aire caliente, es probable que intensos incidentes
relacionados al agua, como las inundaciones de las llanuras en las tierras
bajas del departamento de Beni en 2014, ocurran con mayor frecuencia. En tanto
algunas zonas se vuelven más húmedas, las llanuras altas de los Andes mas
conocidas como el altiplano se volverán aún más secas. Las personas que viven
en las zonas de gran altitud, como las ciudades de El Alto y La Paz se volverán
más dependientes del derretimiento de la nieve de los glaciares y lagos de
montaña, aun cuando estas fuentes de agua están disminuyendo gradualmente:
Bolivia está perdiendo todos sus glaciares que están por debajo de los 5.400
metros. Las inundaciones serán seguidas por la sequía.
Las
contradicciones durante los años de Morales los resume el líder de la comunidad
Rigoberto Ríos Miranda, campesino y líder del consejo local desde Chacaquinta,
una comunidad cercana a la localidad de Laja, en el altiplano que esta por El
Alto. Ríos Miranda – quien recuerda su infancia en la década de los 50 cuando a
los indígenas no se les permitía ingresar a la plaza principal de La Paz, en
una época anterior a la existencia de la ciudad de El Alto (ahora el hogar de 1
millón de personas) – es incuestionable en sus elogios para el "único
presidente en mi vida que ha cambiado mi vida." Mientras cuenta la
historia de cómo El Alto peleó contra el ejército del depuesto ex presidente
Gonzalo Sánchez de Lozada "con hondas, piedras y palos," al mismo
tiempo señala que ya no sabe cómo su comunidad puede cultivar alimentos –
patatas, trigo y quinua – porque "ahora llueve fuera de estación, y [el
clima] es más seco durante más tiempo. Este lugar no solía ser tan caliente
como lo es ahora. Se está volviendo parecido a Cochabamba."
Ríos Miranda
es categórico en su convicción de que "con Evo, todo es diferente",
incluyendo su habilidad como indígena a tener voz en la política y ser aceptado
en el nuevo estado plurinacional porque Morales se ha centrado mucho en cambiar
la Constitución para proporcionar más fondos gubernamentales, proyectos y
empleos para la mayoría de los bolivianos. Sin embargo, una cosa que no ha
cambiado durante los casi 10 años de gobierno de Morales, es el estado del río
Pallina, que corre a través de las tierras agrícolas de Ríos Miranda. Allí
donde Ríos Miranda de joven solía atrapar ranas y peces ahora está visiblemente
contaminado y debe evitar que sus animales beban ahí. La única planta de
tratamiento de aguas en El Alto, que no fue diseñada para los residuos
industriales que fluyen sin control desde las curtiembres, fábricas y mataderos
clandestinos, es completamente insuficiente. Y así, el agua envenenada que
alterna sus colores entre verde brillante, naranja y espuma de color rojo y que
fluye a través de la tierra de Ríos Miranda, finalmente alcanza el lago
Titicaca y es responsable de la contaminación de 35 comunidades, según Iván Marcelo
Castillo, un trabajador de la Liga de Defensa del Medio Ambiente, y oriundo de
un pueblo entre La Paz y el lago Titicaca.
Una ida y
vuelta en burro a Laja para recoger agua toma dos horas, pero ahora la
comunidad cuenta con una pileta proporcionada por el gobierno, y tiene
esperanzas de que la electricidad y el gas lleguen pronto. Donde alguna vez
hubo un toro y un arado, ahora hay un tractor para alquilar por hora para la
comunidad, y leche para vender en El Alto. Mientras tanto, un gran número de personas
en Cochabamba siguen sin tener acceso al agua potable, el tratamiento básico de
aguas residuales es casi totalmente inexistente, y el Río Rocha que fluye a
través de la ciudad está tan contaminado como el río Pallina.
En un
ejemplo de cómo los ecosistemas están interconectados con el clima, el aumento
de las temperaturas medias va a dar lugar a un aumento de la evaporación,
haciendo que los suelos se sequen. A su vez, los suelos más secos aumentarán la
erosión y pérdida de las capas superficiales del suelo, un efecto que se verá
agravado por otros dos efectos de un clima más cálido. Más lluvia, cayendo con
mayor intensidad, en períodos de tiempo más cortos, exacerbará la erosión del
suelo, al igual que los vientos superiores causados por la energía adicional
que tuvo lugar en la atmósfera. Estos efectos, a su vez aumentarán la
probabilidad de incendios forestales en bosques, acompañado por la rápida
deforestación para la expansión de la agroindustria, principalmente de soja,
que se está produciendo en muchas de las tierras bajas de Bolivia.
Uno podría
pensar que la capacidad para producir cultivos en las laderas de las montañas
que no tienen heladas tan a menudo podría ser un cambio positivo. Sin embargo,
los agricultores bolivianos desde hace mucho tiempo han sabido minimizar el
riesgo debido a la variabilidad de las precipitaciones fluviales y los
gradientes de temperatura, cultivando de diferentes maneras en diferentes
altitudes. El altiplano tradicionalmente se ha adaptado para el pastoreo de
llamas y alpacas; seguido por la agricultura en terrazas en base a cultivos
resistentes al frío y la sequía como la quinua (que también tiene una alta
tolerancia a una mayor frecuencia de la radiación solar); un poco mas abajo se
encuentran algunos cultivos como el maíz. Pero esta forma estable,
interconectada y resistente práctica integrada de agricultura se ve amenazada
por las altas temperaturas ya que la agricultura se ha estado moviendo hasta
las laderas: 200 metros en los últimos 30 años. Por lo tanto, como el pastoreo
se vuelve más restringido y difícil, surgen conflictos entre pastores y
agricultores.
Además, el
alimento básico preincaico del altiplano, el chuño, elaborado en base a patatas
congeladas y que permanece comestible durante varios años, se ve amenazado
porque las temperaturas nocturnas no caen por debajo de cero grados durante el
tiempo suficiente o con la misma regularidad. Sin la redistribución de la
tierra, las parcelas de tierra, que cada vez son mas pequeñas y que dominan las
tierras altas, obligan que los campesinos sobreexploten la tierra,
intensificando la degradación del suelo y la erosión. Una reforma agraria
sistemática y significativa seguro reviviría la lucha entre el MAS y la derecha
terrateniente y racista en los alrededores de Santa Cruz, donde se concentran
los mayores latifundios.
Para un país
relativamente pequeño de 10 millones de personas recoger las esperanzas y los
sueños de los decenas de millones que quieren ver un mundo diferente no es
tarea fácil. Pero tampoco puede desestimarse casualmente porque pueda que en la
actualidad no se parezca a la imagen que tenemos de un proceso profundo de
cambio social. Según el académico uruguayo Eduardo Gudynas, el concepto
indígena de buen vivir, o vivir bien, consagrado en las nuevas constituciones
de Bolivia y Ecuador, muchas veces se malinterpreta. Gudynas dice: "Con el
Buen Vivir, el sujeto del bienestar no es el individuo, sino éste en el
contexto social particular de su comunidad y en una situación ambiental
única."
En otras
palabras, el término deriva de una identidad colectiva que considera la
naturaleza un sujeto de la historia entrelazada con la historia humana.
Parafraseando a Marx, la historia humana es la historia de la naturaleza, y
viceversa. Como argumenta Gudynas, el vivir bien "está igualmente
influenciado por las criticas occidentales [del capitalismo] de los últimos 30
años, sobre todo desde el campo del pensamiento feminista y el ecologismo...
Ciertamente no requiere un retorno a algún tipo de pasado precolombino indígena."
La opinión
dentro y fuera de Bolivia
Los
movimientos sociales, partidos políticos y activistas que llevaron a Morales al
poder cuestionan continuamente la sostenibilidad del medio ambiente por el que
en el extranjero Morales es visto como un abanderado. Fuera de Bolivia, gran
parte de la izquierda absorbe sin crítica la retórica oposición de Morales al
capitalismo ecológicamente destructivo y socialmente divisivo modus operandi
del mismo. Sin embargo, los movimientos sociales, partidos políticos y activistas
que crearon las condiciones para que él llegara al poder siguen cuestionando su
compromiso real con la sostenibilidad ambiental y la justicia social.
Por ejemplo,
en contraste con esta imagen internacional Morales anunció a principios de 2014
que Bolivia tenía ambiciones para construir una planta de energía nuclear,
afirmando que "Bolivia no puede estar al margen de esta sabiduría que es
patrimonio de toda la humanidad.” Él parece no tener en cuenta que una
gigantesca y centralizada planta de energía nuclear, con todos los peligros y
los gastos que implicaría, no es la respuesta a las necesidades energéticas de
Bolivia, dejando de lado el respeto a los derechos de la Madre Tierra. Uno sólo
necesita preguntar a la gente de Fukushima que aun está sufriendo las
consecuencias para tener una prueba reciente de ello.
En otro
ejemplo, las activistas y feministas bolivianos se preguntan: con tanta
preocupación expresada por los derechos de la Madre Tierra, ¿dónde está la
preocupación por los derechos de las mujeres y madres reales?
Las mujeres
son degradadas de forma rutinaria tanto en el lenguaje de los funcionarios del
gobierno como en sus políticas. Morales y otros funcionarios electos
continuamente hacen declaraciones sexistas, las mismas que han inspirado a varios
sectores de mujeres a organizar protestas y movilizaciones en contra de estas
declaraciones y acciones.
Durante el
conflicto de 2011 del gobierno con las comunidades indígenas a partir de la
construcción de una carretera a través del TIPNIS, Morales animó a los
cocaleros que viven cerca de ese territorio a enamorar a las indígenas para
desalentar su oposición a la carretera. Morales dijo: "Si yo tuviera
tiempo, iría a enamorar a las compañeras yuracarés y convencerlas de que no se
opongan. Así que, jóvenes, tienen instrucciones del Presidente de conquistar a
las compañeras yuracaré-trinitarias para que no se opongan a la construcción de
la carretera. "
Estos
comentarios reflejan la actitud dominante hacia las mujeres por parte de la
actual administración. El gobierno de Morales, que frente a la opinión pública
parece honrar estos asuntos, aprobó recientemente una ley que penaliza el serio
problema de la violencia política contra las mujeres y ha puesto más fondos del
gobierno para el cuidado infantil. Sin embargo, sigue siendo ilegal tener un
aborto en Bolivia, privando a las mujeres de su derecho a la opción
reproductiva, y varios casos claros de violencia contra las mujeres perpetrados
por militantes del MAS o funcionarios del gobierno han sido ignorados. Además,
poco que se ha hecho para desarrollar una legislación favorable a la comunidad
LGBT. Como la opresión de la mujer es un requisito imprescindible para el buen
funcionamiento del capitalismo, una expectativa básica sobre cualquier gobierno
o líder que dice trazar un camino distinto del capitalismo y hacia el
socialismo y con respeto a la pachamama, es que aborde estas cuestiones.
Para todos
los que defienden la retórica de Morales del Buen Vivir, Gudynas cree que el
gobierno del MAS en su lugar opera más dentro de una nueva forma de
neoliberalismo Keynesiano, o lo que el llama "neo-extractivismo",
mediante el cual un porcentaje de los ingresos de la extracción es utilizado
por el Estado para ayudar a aliviar la pobreza – al mismo tiempo que incrementa
su poder: El Estado busca captar una mayor parte de las rentas derivadas y
utilizarlas para financiar programas sociales y políticas redistributivas. Esto
ayuda a legitimar el extractivismo y silenciar a sus críticos, retratando a
quienes se oponen al mismo como aquellos que trabajan en contra del interés
nacional.
El
extractivismo viene a ser visto como el motor fundamental de crecimiento,
proporcionando los recursos para combatir la pobreza. Este modelo de
crecimiento entra en conflicto con otras nociones de desarrollo, tales como los
relacionados con el ’buen vivir’ o ’vivir bien’ en países como Ecuador y
Bolivia.
El gobierno
de Morales ha tratado de resolver las contradicciones inherentes a la propiedad
de los bienes públicos, como el petróleo, gas, agua y electricidad a través de
un proceso dirigido por el Estado que algunos han llamado nacionalización, pero
que, de hecho, es más bien una renegociación favorable de los contratos con las
compañías de petróleo y gas que ya operan en el país y la estatalizacion de
otras fuentes. Es decir, que el Estado se está involucrando en nuevas áreas de
la economía y la vida de los bolivianos de manera más fuerte, una
característica mayor del régimen de Morales que cualquier otra nacionalización
de importantes sectores de la economía.
En mayo de
2014, Truthout habló con Alfredo Viscarra, el ex dirigente sindical por cerca
de 35 años de ELFEC, Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica de Cochabamba, la
compañía eléctrica de Cochabamba. Después de que la ELFEC fue "nacionalizada"
por el gobierno de Morales, Alfredo dijo: Nunca pensamos que el gobierno iba a
estatizar la compañía eléctrica porque la cooperativa de teléfonos y los
trabajadores éramos los dueños. El Primero de Mayo nos despojaron de nuestra
empresa a través de un decreto. Nosotros, los trabajadores, nacionalizamos la
compañía. Una noche ocuparon la empresa con soldados como durante la peor de
las dictaduras y nos echaron de allí.
La empresa
de electricidad de Cochabamba fue privatizada en la década de 1990. La empresa
estadounidense que era la propietaria en ese entonces, PPL Corp, con sede en
Allentown, Pennsylvania y que tenía muchas concesiones en toda América Latina,
decidió irse. Una vez que la compañía puso sus activos en el mercado, los
trabajadores, que ya habían comprado el 5% de las acciones de la compañía en
1995, decidieron comprar un 35% más. Por lo tanto, 300 trabajadores contaban
con un total del 40% de la empresa que fueron adquiridos con fondos de sus
beneficios por despido. El resto de la compañía (60%) fue adquirida en 1998 por
la cooperativa de teléfonos local, Comteco, y que hoy cuenta con más de 200.000
miembros en la región.
Después de
su llegada al poder el gobierno de Morales declaró su intención de nacionalizar
las llamadas compañías de "importancia estratégica" y, en 2010,
continuó las nacionalizaciones previas de petróleo y gas al nacionalizar ELFEC.
El gobierno nombró a tres interventores para supervisar el proceso. Estos
interventores declararon que los trabajadores y la cooperativa adquirieron las
acciones ilegalmente. Como representante de los trabajadores elegidos y
presidente de ELFEC, Viscarra se negó a entregar el control de la empresa a
menos que los trabajadores fueran compensados por ceder su propiedad. A pesar
de haber sido puesto bajo arresto domiciliario durante los últimos dos años y
medio, y amenazado con la cárcel, Viscarra se ha mantenido firme en sus
convicciones. Si bien está de acuerdo en que el gobierno de Bolivia tiene
derecho a nacionalizar la empresa, los trabajadores deben ser compensados
porque son, en parte, sus propietarios.
La
nacionalización implica que el Estado se hace cargo de las empresas bajo
gestión privada, con o sin compensación, de manera que estas estén al servicio
de la gente, en vez del lucro, desviando el dinero de los inversionistas
privados hacia el tesoro del gobierno y los programas sociales para hacer
frente a la desigualdad social y por el bien común. La nacionalización en
Bolivia, sin embargo, es más compleja de lo que esta definición implica. Si
bien que el gobierno de Bolivia ha tomado el control de partes del proceso en
el sector del petróleo y el gas, ni una sola corporación de combustibles
fósiles extranjera ha dejado Bolivia. Mientras que el gobierno de Morales está
obteniendo un mayor porcentaje de las regalías de los abundantes yacimientos de
gas de Bolivia, el aumento en los precios de las materias primas y la
producción de gas para la exportación, han compensado por demás a las
corporaciones privadas. Por lo tanto, aunque el Tesoro de Bolivia está en mejor
estado, las empresas de combustibles fósiles que operan en Bolivia están
obteniendo casi tanto dinero como lo hacían antes de la
"nacionalización", gracias a que Morales ha mantenido un clima
favorable a las inversiones. De hecho, la pequeña empresa eléctrica que fue
propiedad de los trabajadores, ELFEC, es más merecedora del termino
“nacionalizada” (sin compensación), que las grandes corporaciones de los
combustibles fósiles.
Viscarra ha
sido incapaz de salir de su apartamento por dos años y medio - incluso para
visitar a su familia - y actualmente se encuentra en un limbo judicial.
Permanece bajo arresto domiciliario, sin pruebas definitivas en su contra, pero
sin tener idea de si va a ser liberado, llevado a juicio o algún otro indicio
que le ayude a conocer cual será su futuro.
La
Internacional de Servicios Públicos y varios otros sindicatos en Bolivia se han
movilizado en apoyo de Viscarra, iniciado una campaña de defensa y escrito
cartas al gobierno de Bolivia pidiendo que sea puesto en libertad de inmediato.
Su encarcelamiento es una mancha para el gobierno de Bolivia y representa un
ataque directo a la auto-organización de los trabajadores y los derechos
sindicales.
Cuando un
país con un presidente de izquierda elegido por una corriente de indignación
popular y automovilización recibe grandes elogios por sus políticas económicas
desde el bastión neoliberal del Banco Mundial - y encierra a un dirigente
obrero- es justo asumir que no todo está caminando de acuerdo con las
esperanzas del movimiento popular.
El debate
sobre el extractivismo
Sin embargo,
nuestro escepticismo debe ir más allá de una discusión sobre si el debate sobre
el "extractivismo" es necesario dada la historia y el poder económico
y social de un pequeño país latinoamericano profundamente empobrecido, o si el
gobierno de Morales ha hecho todo lo posible para reducir la pobreza, la
desigualdad y el racismo. Eso es porque Morales no tiene total libertad para
actuar. Hay limitaciones reales en la forma de capital internacional, la
conciencia de clase en Bolivia, la fuerza de la derecha interna, y el estado
económico y tecnológico empobrecido del país. Cuando Lenin y los bolcheviques
instituyeron el comunismo de guerra durante la guerra civil, y más tarde la
Nueva Política Económica, estaban poco alineados con la teoría marxista, pero
las políticas fueron, en muchos sentidos, impuestas al gobierno soviético por
el lamentable estado de la economía y la devastación de la guerra civil. Una
evaluación honesta es, por lo tanto, no simplemente un balance de pros y
contras en una hoja de cálculo de la izquierda contra la derecha.
Al mismo
tiempo, varios sectores y ex aliados de Morales mantienen una posición crítica
independiente hacia el gobierno haciendo hincapié en que, a pesar de un cambio
en la retórica oficial, así como la redistribución de la riqueza, las políticas
de Morales son prácticamente las mismas de los que le antecedieron con respecto
a la extracción de los recursos naturales. Esa extracción sigue siendo la base
de la estabilidad financiera del país, y viene acompañada de ataques a la
auto-organización cuando ésta contradice la política del Estado boliviano.
Un análisis
más profundo de la evolución del gobierno de Morales requiere examinar la
dinámica social en marcha dentro del país, y si el gobierno está concentrando
el poder en las manos del Estado, o por el contrario, cediéndola a la gente que
lo llevó al poder. Un verdadero cambio económico requeriría colocar el poder de
la toma de las decisiones económicas y políticas con mayor frecuencia y,
obviamente, en las manos de la gente, incluso si determinadas políticas puedan
ser insuficientes en el sentido inmediato y sujetas a los límites prácticos y
políticos.
Además, un
movimiento real hacia el socialismo requeriría alejarse definitivamente del
camino capitalista de explotación humana y planetaria intensificada y mostrar
al mundo que un camino diferente fuera de la pobreza y la desigualdad es
posible. Esto significaría no sólo cierta redistribución de la riqueza proveniente
de las exportaciones de gas natural, la minería y la industria sino
fundamentalmente reordenar las prioridades sociales y políticas del país.
Hay
demasiado en juego para no plantear la pregunta: ¿Es esto por lo que la gente
que está imaginando un mundo diferente está luchando? Tal vez no como un
resultado final, pero ¿el modelo boliviano encabezado por Morales ofrece un
modelo para un paso en el camino hacia un cambio social más amplio y
fundamental? ¿O solo la reanudación de los disturbios sociales en mayor escala
y de manera más sostenida será necesarios para que el MAS dé prioridad
realmente a los objetivos que tanto anuncia? O, más aún, ¿serán necesarias
formas y partidos políticos totalmente nuevos?
El papel del
Estado en Bolivia - y, en definitiva, en todas partes - ocupa un lugar
preponderante para aquellos de nosotros que luchamos por un mundo diferente.
Mike Geddes, escribió en 2010: En el periodo transcurrido desde 2000 Bolivia ha
derrocado con éxito a un régimen neoliberal y ha comenzado a construir nuevas
instituciones con nuevas políticas, en especial, un Estado refundado que se
encuentra menos alienado del grueso de la población que el Estado neoliberal
capitalista. Es evidente que esto es aún un proyecto en construcción, pero
plantea la cuestión mas general, y de importancia más allá de Bolivia, sobre la
posibilidad y el modo de dar nueva forma al Estado capitalista, como parte de
la construcción de ese “otro mundo” tan importante. ¿Cómo seria ese tipo de
Estado? ¿Cómo funcionaría? La nueva constitución boliviana, junto con
iniciativas radicales en América Latina, desde las estructuras estatales de
nivel local de los zapatistas en Chiapas, México, hasta los consejos comunales
en Venezuela, pueden ayudarnos a llevar esas preguntas un paso más allá.
En vista de
los recientes acontecimientos, de la creciente irrupción de nuevas protestas en
Bolivia, de la marcha atrás del gobierno ecuatoriano sobre los compromisos
adquiridos relativos a la sustentabilidad del medio ambiente bajo Rafael
Correa, la evaluación de Geddes sobre la refundación del Estado parece
demasiado optimista.
Raquel
Gutiérrez escribió en 2011 que las esperanzas de la gente eran otras cuando
eligieron a Morales y el gobierno del MAS: La victoria electoral dio a Morales
y su gobierno el derecho de gobernar. Sin embargo, para muchas personas, el
apoyo electoral masivo que Evo y su partido político MAS consiguieron
significaba, sobre todo, la posibilidad de ampliar y consolidar el
poder-comunal popular. En Bolivia, sobre todo entre 2006 y 2008, las personas
manifestaron la voluntad de querer hacerse cargo de los asuntos públicos bajo
otras lógicas - mucho más directas, horizontales y en menor escala- que
permitiría a las comunidades y, por lo tanto, a la nación, de reapropiarse de
la riqueza común que había sido robada por las multinacionales y sus aliados
bolivianos.
El académico
anarquista Carlos Crespo, profesor del Centro de Estudios Superiores de la
Universidad Mayor de San Simón y un fuerte crítico de Morales y el camino
implementado por el Estado hacia el cambio, dijo a Truthout, "hemos
perdido la oportunidad de hacer algo basado en nuestra autoorganización y
autogestión. Hay un montón de ejemplos de autogestión en el país, con los
campesinos y con los comités de agua. Esto podía haber servido para reorganizar
la sociedad.”
Sin embargo,
la autogestión localizada, sin una coordinación más amplia, es insuficiente
para el funcionamiento eficaz, equitativo y ecológico de una sociedad. Por lo
tanto, parece necesario también establecer alguna forma de organización más
amplia, coordinada entre los distintos sectores: un órgano centralizado y
democráticamente electo que funcione de abajo hacia arriba, y que pueda
planificar y coordinar la reconstrucción de la sociedad. Este órgano funcionaría,
esencialmente, bajo la coordinación del pueblo.
Incluso si
nos limitamos a ver a una sola ciudad en pleno funcionamiento de 1 millón de
personas, como Cochabamba, donde el agua, el saneamiento, la electricidad, la
salud, la educación y la comida sean igualmente accesibles a todos, al mismo
tiempo que reducimos al mínimo los residuos, se requeriría una considerable
coordinación entre todos los sectores de la sociedad, incluidos aquellos que
viven en los alrededores, desde donde provienen los alimentos y el agua.
Siguiendo esta misma línea, Marco Gandarillas Gonzáles del CEDIB dijo: Hay un
problema con el actual modelo económico porque exportamos minerales pero
compramos herramientas que son mucho mas caras para conseguirlos. Yo creo que
ese es el punto de partida para hablar de una política minera. Tenemos que
preservar las reservas fiscales que tenemos; tenemos que establecer áreas donde
no se pueda hacer minería. De otra manera vendemos minerales baratos y los
costos ambientales y sociales son para nosotros. Y es necesario que mantengamos
conversaciones multilaterales con países como Congo, Colombia y Brasil, por
ejemplo, para desarrollar la industria del coltán.
En otras
palabras, este proyecto va más allá de un solo país, tiene que ser un proceso
internacional.
¿Seguirá el
gobierno de Morales por su desarrollista camino neoextractivista? O ¿podrán los
bolivianos crear un gobierno, que responda a las necesidades de la gente? El
que fuera líder sindical Oscar Olivera comentó en una entrevista este año:
"Pensamos que con Evo Morales en el gobierno las cosas cambiarían. Y
muchas cosas han cambiado. Pero sabemos que no han cambiado lo suficiente. La
gente no decide; el gobierno decide. A pesar de que la constitución garantiza
los derechos de los indígenas y la Madre Tierra, esas políticas no son
implementadas; son solo palabras.”
Olivera hace
hincapié en el hecho de que la lucha contra la privatización del agua en
Cochabamba no era, en el fondo, sobre el agua. Se trataba de la cuestión
política de "quién decide." Para Olivera, "esa es la razón por
la que la lucha ha trascendido Bolivia y tuvo resonancia internacional."
El hecho de
que el aparato estatal que ahora controla el agua en Bolivia (y tantas otras
prioridades) tenga un apoyo masivo para sus programas sociales no disminuye la
necesidad de la organización popular por sus propios intereses. Requiere, sin
embargo, un nuevo tipo de lucha. "Es mas difícil que organizar contra
Gonzalo Sánchez de Lozada o un gobierno militar o neoliberal," dice
Olivera. "Evo no es como Sánchez de Lozada; es un hermano y un amigo, por
sus logros. Entonces es mucho mas difícil organizar a la gente.” Sin embargo,
debido a que la lucha por el control del agua se encuentra íntimamente ligada a
la lucha política, estamos hablando "de una cuestión de
supervivencia."
Todas estas
son lecciones importantes para el éxito de las luchas futuras: a medida que más
y más personas de todo el mundo se están dando cuenta de la necesidad de un
"cambio de sistema," tenemos que saber qué es lo que se requiere para
lograrlo. En ese sentido, Bolivia nos ofrece las lecciones más concretas y
útiles aún sobre lo que se podría trabajar y de qué debemos tener cuidado.
Según Olivera, el pueblo ganó en Cochabamba debido a dos cosas: una cosmovisión
global sobre la base de los valores indígenas de la reciprocidad y la
solidaridad, y la organización y la coordinación en todos los niveles. Es
decir, lo que estaba presente era una visión dramáticamente diferente para un
mundo reordenado radicalmente que iba mucho más allá de la reforma de las
instituciones existentes en alianza con un tipo amplio de clase trabajadora y
auto-organización de la misma que se requiere para llevar a cabo esa visión.
Por lo
tanto, no sólo debemos aspirar a un mundo profundamente reorganizado y
diferente - uno que no este basado en la competencia sino en la cooperación; en
la democracia y la producción en relación a la necesidad, no el lucro -pero
también debemos construir organizaciones fuertes, democráticas y transparentes
para que las voces de las personas estén representadas en todos los niveles de
toma de decisiones.
Esto nos
lleva a cómo aquellos de nosotros fuera de Bolivia y que deseamos un
fundamental cambio social revolucionario podemos apoyar a los bolivianos que
luchan por esta visión. Los argumentos esgrimidos por Lenin y Trotsky en la
década de 1920 -que la naciente Unión Soviética no podría sobrevivir sin la
ayuda de un país igualmente revolucionario, pero más avanzado, como Alemania, y
podría degenerar rápidamente sin ayuda externa - ofrecen una analogía
aproximada a la situación en Bolivia. La mejor forma de solidaridad que podemos
mostrar a los bolivianos que continúan luchando por el Buen Vivir es forjar un
poderoso movimiento de resistencia a nuestros propios líderes, en los Estados
Unidos y en otros lugares. También debemos tratar de imitar el ejemplo de
Bolivia buscando liberarnos del capitalismo y la libertad de decidir nuestro
propio futuro, de manera colectiva y democrática, a veces a través de levantamientos
de masas en contra de nuestros gobiernos.
"No
podemos depositar nuestras esperanzas de un futuro mejor en las manos del
gobierno," dice Olivera resumiendo las lecciones de la guerra del agua en
Bolivia. "Aquello que la gente quiere y necesita para su futuro y la forma
de alcanzarlo debe ser decidido y gestionado por el pueblo. Viene desde abajo y
afuera; no debería ser del dominio de los que se sientan arriba y dentro del
aparato estatal. Como el agua, este proceso trascendental de mantenimiento de
la vida debe ser transparente y en movimiento."
Marcela
Olivera es una luchadora social de Cochabamba (Bolivia) y graduada
universitaria. Desde hace varios años ha estado apoyando en la consolidación y
desarrollo de una red interamericana para la defensa del agua llamada Red VIDA.
Chris Williams es un activista medioambiental y autor de Ecología y Socialismo:
soluciones para la Crisis Ecológica Capitalista. Preside el Departamento de
Ciencias en el Packer Collegiate Institute y es profesor adjunto de la
Universidad Pace en el Departamento de Ciencias Física y Química.
Traducido para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid)
por María Valdés
Fuente: http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php/IMG/png/spip.php?article2025
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