31-08-2015
Traducción
del inglés para Rebelión de Carlos Riba García.
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Beirut
está ardiendo; la ciudad está pasándolo mal, irritada y preocupada por su
incierto futuro.
Ululan las ambulancias. Hay cientos de heridos. Hay
disparos de balas de goma pero también con munición de guerra.
¿Se trata de una revolución o de una rebelión?
¿Quiénes son esos hombres desnudos de cintura para
arriba, musculosos, que tiran piedras a la policía en el centro de Beirut? ¿Son
auténticos revolucionarios? ¿Están allí para reclamar la tan desacreditada
“Primavera Árabe”?
¿O han venido para hacer una demostración de fuerza
pagados por Occidente? Si el Estado libanés se derrumba, el Estado Islámico
(EI) podría avanzar y ocupar una parte importante de Líbano. Esto podría casar
con los intereses de los países occidentales y los de Turquía, como también los
intereses de los estados del Golfo.
O Israel podría aprovechar el vacío de poder e
invadir otra vez Líbano. O podrían ser ambos: el EI e Israel.
Hace dos semanas una amiga mía decía bromeando:
“Encontré a un muchacho en Beirut que me dijo que está por conseguir un empleo
en una ONG europea. Su trabajo será ayudar a desestabilizar Líbano”. Ella
mencionó el nombre del país que financia la ONG, pero yo prefiero no nombrarlo
para no echar más petróleo al incendio. En ese momento nos reímos mucho pero la
cosa ya no parece tan divertida.
Ayer ella me dijo: “La policía le disparó”. El
muchacho estaba allí; no estaba fanfarroneando. Aquello no era un juego.
¡En Líbano ya nada parece ser un juego!
¿O acaso podría haber dos “tipos” de manifestantes
en el mismo lugar y el mismo momento? ¿Aquellos que luchan por un Líbano mejor
y los que cobran por pelear por el sectarismo y los intereses foráneos (que en
este país vienen a ser más o menos lo mismo)?
* * *
Justo un día antes de que estallaran las luchas
callejeras salí de Beirut en coche, atravesé las montañas y después viajé hacia
el norte en el valle de la Bekaa.
La noche caía en la antigua ciudad de Baalbek.
Mayada El-Hennawy, la gran cantante clásica árabe de origen sirio, empezó a
cantar con su voz tan marcada, esa voz que era llevada por la megafonía hacia
las montañas que hacen de frontera entre las dos naciones hermanas: Líbano y
Siria.
¡Qué vista! ¡Qué locura! Detrás de Mayada estaba la
enorme edificación del templo de Baco; por encima de ella volaban unos drones.
Tanques y cientos de soldados estaban en todo Baalbek para proteger el sitio
del festival. A pocos kilómetros de allí, Hezbollah está librando una épica
batalla contra el EI.
No obstante, había allí miles de personas en
actitud desafiante, que no se dejaban vencer por el miedo. Habían llegado al
concierto desde Beirut y otras ciudades de un Líbano golpeado y casi
disfuncional.
Habían llegado para celebrar la vida y la cultura
árabes; había llegado para escuchar sus queridas canciones tradicionales y para
homenajear a su celebrada cantante siria. Algunos, claramente, para rendir
homenaje a Siria; a Siria y a la vida.
Mayada El-Hennawy empezó a cantar, la gente
bramaba.
* * *
Veinticuatro horas después del concierto, una
multitud chocaba con las fuerzas de seguridad libanesas en el centro de Beirut,
en las cercanías del palacio gubernamental. Docenas de personas resultaron
heridas; el 24 de agosto se informó de que una persona murió en el hospital.
Al principio el movimiento “Hueles mal” organizó
las manifestaciones. Miles de personas llenaron la calle en respuesta a la
crisis de la basura que está en curso, que, según muchos, hizo que la ya de por
sí difícil vida en Beirut se convirtiera en algo prácticamente inaguantable.
¡”Hueles mal”! Durante 18 años el gobierno no fue
capaz de (o no quiso) construir una planta permanente de reciclaje de
desperdicios. Durante 18 años, los vecinos pobres que viven cerca del vertedero
“provisional” han estado sufriendo la contaminación producida por el basural y
muriendo como consecuencia de una excepcionalmente alta incidencia de cánceres
y enfermedades pulmonares. Hasta que por fin dijeron “¡Basta ya!” y bloquearon
el vertedero. A partir de entonces, la basura empezó a acumularse en las calles
de Beirut. En lugar de buscar una solución definitiva al problema, el gobierno
roció las montañas de basura en descomposición con veneno matarratas. La gente
de la capital empezó a enfermarse.
Pero la basura no es la única razón por la que la
vida en la capital –de hecho, en todo el país– se ha convertido en algo
insufrible.
Hay algo que debe entenderse: Líbano no es Iraq,
Libia o Siria. Todos estos países tenían un fuerte liderazgo socializante y
vigorosos programas sociales (despreciados por Occidente); desde el cuidado de
la salud a la educación, la vivienda pública y las pensiones.
Por el contrario, el gobierno de Líbano es
disfuncional, corrupto y está dividido. El país ha estado sobreviviendo durante
más de un año sin presidente, a pesar de que el Gabinete se reunió más de 20
veces para tratar de elegir uno.
La basura no es más que la punta del iceberg. La
infraestructura de Líbano está colapsando: cortes de suministro de agua y
constantes apagones eléctricos. Casi no hay transporte público del que se pueda
hablar y las zonas verdes para uso público son prácticamente inexistentes. Hay
tomas de tierras en todo el país. La salud y la educación están hechas un
desastre. Para mucha gente, Líbano es un lugar inhumano.
Es posible que Líbano sea uno de los países más
capitalistas de la Tierra. Casi no hay nada que sea público, ya no queda nada
socializado. Y el capitalismo salvaje (siempre prescrito por los “socios”
occidentales a sus estados clientes) en Líbano, como en cualquier sitio del mundo,
sencillamente no funciona.
El país no produce casi nada. Hay más libaneses
viviendo en el extranjero que en su propio país; son las remesas de dinero que
ellos envían los que de alguna manera mantienen el país a flote. Además hay una
importante producción de capital proveniente de los beneficios de negocios
turbios en África occidental e Iraq, pero también de los beneficios de la
industria financiera (sobre todo la que sirve a Oriente Medio y los estados del
Golfo) y los que rinden los narcóticos producidos en el valle de la Bekaa.
Hay abundancia de riqueza en los bolsillos y las
cuentas bancarias de algunas personas, pero casi no hay dinero para servicios
públicos. Por las noches, las Lamborghinis y Ferraris corren carreras en La
Cornisa, y la marina de la bahía de Zaitunay compite vergonzosamente con Abu
Dhabi. Pero la mayor parte de la ciudad está contaminada, cayéndose a pedazos y
desesperada. En medio de tantos contrastes, desesperados refugiados sirios
piden limosna.
Nada parece ser suficiente. El dinero circula y,
misteriosamente, buena parte de él sencillamente se evapora.
Ahora, el país está totalmente quebrado. Fuentes
gubernamentales sostienen que actualmente la deuda pública libanesa llega al
143 por ciento del PBI.
La población libanesa está fragmentada según líneas
sectarias en 18 grupos religiosos: los principales son los cristianos, los
musulmanes sunníes, los musulmanes chiíes y una pequeña minoría drusa. Debido
al sectarismo, la unidad nacional o “proyecto nacional” son casi inexistentes.
Varios manifestantes con quienes conversé proclaman
que están hartos de sectarismos y divisiones; quiere un único Líbano, que sea
fuerte y unido. Al menos es eso lo que dicen.
Ahmed, uno de los manifestantes, profesional de
mediana edad que vive en Beirut, me explicó: “No quiero un Líbano de cristianos
y musulmanes; ¡quiero un solo Líbano, un país unido!”.
Parecería que no hay una ideología que una de
verdad a los manifestantes. Solo hay motivos para quejarse; eso es lo único que
comparten.
Las exigencias parecen ser legítimas.
Pero en Líbano, es imposible estar seguro de lo que
hay debajo de la superficie. Corren rumores de que ahora cada grupo religioso
está enviando a sus seguidores para que luchen en las barricadas.
Durante años e incluso décadas, intereses políticos
en pugna han estado tironeando en distintas direcciones a este pequeño país.
“Conocí a un tipo que se estaba manifestando que
estaba claro que era inglés”, me dijo un diplomático que vive en Beirut y no
quería ser identificado. “No era un periodista; en realidad, ¡era un
manifestante! No hablaba árabe. Hay muchos personajes raros en las
manifestaciones.”
Suele ser muy difícil saber quién es quién y quién
está con quién.
Los motivos de protesta de los cristianos tienen
que ver sobre todo con Occidente. Los musulmanes sunníes están estrechamente
aliados con los estados del Golfo e, indirectamente, con Occidente. Los
musulmanes chiíes, incluyendo a Hezbollah, tienden a acercarse a Irán.
Casi todo el mundo aquí está de acuerdo con que
Hezbollah es la única fuerza social sólida en el país. Apunta también hacia la
unidad libanesa y el acercamiento a los grupos no chiíes.
Hoy día, Hezbollah está atrapado en una épica
batalla contra el EI, un brutal ejército terrorista que en su origen estaba
apoyado y entrenado por Occidente, Turquía y, por lo general, la OTAN.
Hezbollah se opone a las terribles acciones de destrucción que Occidente e
Israel esparcen en toda la región. Por esta razón, el nombre de Hezbollah se
mantiene con firmeza en la selecta lista estadounidense de grupos terroristas.
Líbano está siendo apretado desde todos los lados.
La guerra civil en Siria alimentada por Occidente ya ha forzado a que por lo
menos dos millones de sirios crucen la frontera y busquen asilo en el pequeño
territorio libanés. El EI trata continuamente de apropiarse de la parte norte
de Líbano. Mientras Hezbollah asume la mayor parte de la lucha contra el EI, el
ejército libanés y sus fuerzas de seguridad son adiestrados en Occidente.
Recientemente, Arabia Saudí pagó a Francia por el suministro de armas a Líbano.
Israel está continuamente amenazando con una invasión. A esta lista de riesgos
hay que agregar la reanudación de la lucha en los campos de refugiados
palestinos situados en el sur de Líbano, donde ha habido varios muertos y
muchos heridos.
“Queremos librarnos del sectarismo”, dice Ahmed,
que está frente al muro de hormigón levantado para impedir que los
manifestantes se acerquen al palacio gubernamental. “Basta ya de cristianos y
musulmanes: ¡solo libaneses! Si ganamos, por fin habrá más socialismo aquí, más
reformas sociales, mejor sanidad, educación e infraestructura.”
Pero... ¿es posible que este grupo le gane
realmente a una tremenda inercia capitalista y religiosa?
“Sigue siendo difícil imaginar cómo podríamos
ganar”, admite Ahmed. “Necesitamos por lo menos un millón de personas para
cambiar este país.” Pero el número de gente furiosa y resuelta aumenta sin
cesar. “Ya hemos tenido demasiado. ¡Ya está bien!”, grita un hombre que lleva
una simbólica bolsa de plástico llena de basura.
Pocos minutos después, un grupo de manifestantes me
dice: “Aquí está lleno de intereses foráneos... franceses, estadounidenses,
saudíes... Necesitamos una auténtica independencia”.
* * *
Todos los manifestantes con quienes hablo están
hartos, pero solo muy pocos son capaces de imaginar una salida a la crisis. En
Líbano no hay una ideología ni conversación seria alguna sobre socialismo.
América latina no ha sido nombrada ni siquiera una vez.
El grupo inicial de manifestantes está horrorizado.
Muchos de ellos han venido con sus hijos pequeños sobre los hombros y
remolcando a sus abuelos; pensaban que iban a discutir con el gobierno y, en
lugar de eso, han sido recibidos por los camiones neptuno, las balas de goma y
los gases lacrimógenos.
Enfrentamientos y, como consecuencia de ellos,
heridas terribles. Después se colocaron los bloques de hormigón alrededor del
Gran Serrallo, solo para ser quitados al día siguiente. El alambre de espino
todavía está en todo el centro de la ciudad. La calzada está salpicada de
piedras, trozos de cristal de los escaparates, vehículos incendiados.
Neumáticos ardiendo bloquean las principales arterias de la ciudad.
Las fuerzas de seguridad están por todas partes,
andando o a bordo de sus Humvees y sobre las tanquetas. Lo mismo que los
médicos y paramédicos, preparados para auxiliar a quienes lo necesiten.
–¿Es esto una continuación de la Primavera Árabe
–pregunto.
–Sí –es la respuesta.
¿Quién está detrás de la revuelta?
Todo el mundo en la manifestación asegura que la
rebelión es absolutamente espontánea, que no hay influencia del extranjero.
–¡Revolución! –gritan una y otra vez los
manifestantes.
–Esto no es como esas revoluciones de color –me dicen
(se refieren a esos movimientos respaldados por Occidente en todo el mundo a
quienes les pagan para que teatralicen “cambios de régimen”)–. Estamos aquí por
nuestra iniciativa. ¡Queremos un Líbano unido, libre y mejor!
No hay dudas de que muchos de los manifestantes que
están luchando en el centro de la capital son “auténticos” ciudadanos
indignados. Pero es claro que otros no lo son. La situación solía ser la misma
en casi todos los demás “países de la Primavera Árabe”: al principio, un deseo
de reformas y políticas sociales; pronto después, le seguía la infiltración de
variados grupos políticos (sobre todo afines con Occidente y Arabia Saudí.
Después de un tiempo, la agenda original era secuestrada.
¿Están todas las rebeliones en el mundo árabe
condenadas desde el inicio? ¿Acabarán todas ellas siendo golpes de estado
orquestados desde Estados Unidos y la Unión Europa, en baños de sangre y, por
fin, en un espantoso colapso del país? ¿Es realmente inevitable el ejemplo
libio?
Hace poco uno de los más destacados profesores de
la Universidad Estadounidense de Beirut me dijo: “Es en esta universidad donde
se forman la mayor parte de los líderes de los estados del Golfo. Y los que no
vienen aquí, sueñan con hacerlo”.
Después, uno de los “expertos internacionales” que
viven aquí me dijo: “Estoy seguro de que usted ya sabe que los talleres para
los activistas que “dispararon” la Primavera Árabe se realizaron en Líbano”.
Lo sé. Y eso dice mucho. Durante muchos años,
incluso décadas, Beirut fue el centro de atracción para aquellos que querían
probar “el mundo occidental” sin salir de Oriente Medio. Es aquí donde se
realizó el adoctrinamiento y donde se sellaron tantos oscuros acuerdos entre
Occidente y los jefes locales.
Unos pocos miles de manifestantes en el centro de
Beirut son estrechamente vigilados. No es necesario decir que cada uno de los
movimientos que ellos hacen es analizado con cuidado y que Occidente tratará de
aprovechar todo lo que acontezca.
Esto no quiere decir que nadie deba tratar de
trabajar por un mundo mejor ni luchar por mejorar su país. Pero significa que
aquellos pocos manifestantes auténticos siempre serán superados en número y que
siempre tendrán que enfrentarse con los líderes del capitalismo salvaje
libanés, respaldados por Occidente y los estados del Golfo. También tendrán que
enfrentarse con aquellos otros “manifestantes” que ya han conseguido infiltrar
esta pequeña rebelión y son manejados por diversos intereses políticos, locales
y extranjeros.
Si lo que está pasando aquí tiene sus orígenes en
el extranjero, ¿a qué se debe esta urgencia de que Líbano se venga abajo?
¿Acaso se debe a las cada vez más exitosas iniciativas diplomáticas rusas para
parar los conflictos en Oriente Medio? ¿O tal vez haya un plan para cercar casi
por completo a Siria? ¿Podría ser que Hezbollah estuviera ahora en lo más alto
de la lista Occidental de organizaciones malignas?
Los rumores abundan mientras que la información
escasea. Una cosa es cierta: si Líbano se hunde, toda la región volverá a ser
una colonia.
Andre Vltchek es filósofo, novelista,
realizador cinematográfico y periodista de investigación. Ha cubierto guerras y
conflictos en docenas de países. Sus últimos libros publicados son: Exposing
Lies Of The Empire y Fighting Against Western Imperialism. Discussion with Noam
Chomsky: On Western Terrorism . Point of No Return es su aclamada novela
política. Oceania –un libro sobre el imperialismo occidental en el Pacífico
Sur. Su sugerente libro sobre Indonesia: Indonesia: The Archipelago of Fear.
Andre está rodando una película para teleSUR y Press TV. Después de vivir
varios años en América latina y Oceanía, ahora Vltchek reside y trabaja en el
este de Asia y Oriente Medio.
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