Por Gisella Evangelisti*
13 de agosto, 2015.- El “atraco del siglo”, ha sido
definido por muchos analistas, y así ha sido vivido por gran parte del pueblo
griego, el humillante acuerdo que el premier griego Alexis Tsipras tuvo que
firmar el 23 de julio después de 17 horas de negociaciones con la Troika (BCE,
FMI, Comisión Europea) para salvar de la bancarrota su país, y recibir nuevos
préstamos por el Fondo Salvaestados Europeo (ESM) y el FMI. Nuevos fondos para
pagar una deuda que a todas luces resulta impagable por el pequeño país, aún
cuando la economía por milagro tuviera 25 años de crecimiento.
Además que la imposición de nuevas medidas de
austeridad relativas a pensiones y trabajo, lo más humillante para los griegos
ha sido la constitución de un Fondo de garantía de 50 billones de euros, que
pesa sobre su soberanía como una piedra de Sacsayhuaman. Pues el país que ahora
es más pobre, ¿de dónde puede sacar tantos bienes? “¿Tendremos que vender
hospitales, universidades, nuestras islas, hasta el Partenón?” se desahoga con
la revista italiana “Espresso” el profesor Dimitri Kazakis, consultor de
multinacionales. Segun Yanis Varufakis, el enérgico ex ministro de las finanzas
griego, se trata de un golpe, como el que hicieron los militares en el ’67,
pero esta vez con armas económicas, para hacer de Grecia una colonia de países
poderosos, como Alemania.
(Entonces, señoras y señores, es el momento de
sacar los ahorritos de sus colchones y aprovechar del remate griego para hacer
unos bisness… a lo mejor comprar una casita algo destartalada por 5000 euros, o
con un poco más de 3 millones de euros una islita rodeada de mar color
turquesa… pues Angelina Jolie y Brad Pitt se hicieron con una de 6 millones.
¿No quieren también un pedazo del Partenón, por si a caso, para ponerlo en el
jardín?)
Grecia ahora tiene una deuda de 330 billones de
deuda, que corresponden al 180% de su PBI, con intereses pares a un tercio del
presupuesto, y la economía bloqueada. Es una cifra enorme, pero que pesa menos
del 2% del PIB europeo: una minucia, si pensamos en los rescates de los grandes
bancos, que han costado cifras estratosféricas. ¿Por qué entonces tanto
revuelo? ¿Por qué por meses la crisis griega ha suscitado en Europa tantas
discusiones, debates, declaraciones en pro y en contra de Alemania o Grecia….
¿por qué 18 países del Eurogrupo, algunos en situación económica precaria, han
aprobado sin ninguna mirada benévola, la amarga receta aplicada a Grecia, que
está condicionando en el país el futuro de generaciones?
El origen de la deuda
Vamos un momento atrás. En 2009, llega al poder en
Grecia el premier socialista Andreas Papandreu, del PASOK, y revela que las
cuentas de Grecia habían sido falsificadas para poder entrar en la Eurozona
(la parte de la Unión Europea que usa el euro, y ahora está compuesta por 18
países sobre 28, por un total de 330 millones de personas), y que el país
tenía unos 100 billones de euro de deuda. Si en ese momento los gobiernos
de la Eurozona hubieran seguido el consejo de famosos economistas como Stiglitz
o Krugman, el de redistribuir en la comunidad internacional esta deuda, ahora
no se viviría este drama. El país hubiera podido levantar cabeza y proponerse los
cambios necesarios para enfrentar gradualmente sus defectos estructurales, como
un aparato burocrático excesivo, excesivos gastos militares, escasa recaudación
de impuestos, entre otros. Pues no puede transformarse en una Suiza en pocos
años…. Sin embargo fue escogido otro camino, el de la disciplina fiscal a toda
costa, el rigor, la austeridad, la penitencia infinita. Los ministros europeos
han concedido en 2010 a Grecia un préstamo de 120 billones de euros, seguidos
en cinco años por otros cinco préstamos y reestructuraciones de la deuda,
acompañados por seis durísimos planes de austeridad. En 2014 Grecia vive un
breve momento de euforia, las cuentas públicas comienzan a mejorar, pero la
gente no puede estar peor. Un cuarto de la producción se ha hundido, el
desempleo ha subido al 25%, el hambre y la malnutrición infantil han aumentado
a niveles intolerables. Hay quien se suicida frente al parlamento pues ha
perdido casa y trabajo. Pero hay muy poco dinero para favorecer la economía
real. Muchos capitales griegos se han escapado a Suiza, y sigue muy difícil
hacer pagar impuestos a los grandes patrimonios. De los últimos 240 millones
de euros prestados, 211 van a pagar las deudas anteriores con los bancos
acreedores, alemanes y franceses. Y la deuda no hace sino aumentar, a pesar de
tanto sacrificio.
Recientemente el FMI reconoció: no habíamos
calculado bien el efecto de la austeridad en el crecimiento económico. Como si
fuera una novedad, después de la crisis de la deuda de los años Ochenta. Pero,
sigue con más de lo mismo, privatizaciones y liberalizaciones, que en este caso
favorecen grandes empresarios griegos y alemanes. ¿Por qué, por ejemplo, Grecia
debe comprar tantas armas a los alemanes y franceses? Los griegos, cansados de
esta política elitaria, eligen en enero del 2015 a Tsipras, un joven graduado
en derecho, crecido en las callecitas de Atenas, que ni llegando a ser primer
ministro se pone la corbata. Y nombra como ministro de las finanzas a un
profesor de economía, Yanis Yarufakis, aún más extrovertido y polémico, que
llega al Parlamento en moto, viste camisas coloradas, escribe un libro “La
economía explicada a mi hija”, y hace propuestas tan razonables que parecen
locas. Como la de dar prioridad al alivio de la enorme crisis social, pidiendo
la reestructuración de la deuda, y teniendo tiempo para que las reformas
administrativas tengan eficacia. Mientras tanto el Eurogrupo debería prestar
ayudas para pagar las cuotas inmediatas al FMI.
El conflicto
¿Paliar la crisis social? ¡Primero poner las
cuentas en orden!”, decretan en cambio los “halcones” del rigor contable, como
el poderoso y respetadísimo ministro de las finanzas alemanas, Wolfgang
Schauble, el gran protagonista de las negociaciones con Grecia. Es un señor
siempre impecable en su traje gris oscuro con rayas, y va en sillas de ruedas
desde cuando un enfermo mental le disparó destrozándole una vértebra. Conocido
por ser tenaz y ambicioso, y gran trabajador, a las cinco de la mañana ya ha
leído los periódicos. Según sus críticos, tiene un único defecto: cree tener
siempre razón.
Schauble avisa que hay que hacer un listado de
reformas por actuar YA, en pocos días. Por ejemplo, modificar el sistema de
pensiones, que resulta carísimo.
¡Pero, las pensiones son la principal fuente de
renta del 52% de familias, y no se trata de pensiones de lujo, si casi la mitad
de ellas son de 665 euro al mes!, protesta Tsipras. Que no, hay que bajar su
coste, retardando las pensiones de los 62 a los 67 años, como se está haciendo
en el resto de Europa. Y hay que aumentar el Iva sobre el consumo eléctrico.
¡Pero ya la mayoría de gente ha tenido que renunciar
a la calefacción!, ¿tendrá también que dejar de prender la luz? Protesta de
nuevo Tsipras, y propone, en cambio, impuestos para grandes patrimonios y
empresas. El FMI, representado por una elegante y bronceada señora Christine
Lagarde, se opone. Claro, no se pueden tocar los privilegios.
Varufakis propone como alternativa al remate de los
bienes de Grecia, constituir una holding privada pero bajo control del
Parlamento, con la tarea de vender los bienes griegos y transformarse en un
banco de desarrollo, que invierta en el país. la Troika responde con un
“silencio ensordecedor”, refiere el economista, frente a esta, y prácticamente
todas las propuestas griegas.
Pasan otros meses de debates, negociaciones,
declaraciones. Varufakis viene apartado de las negociaciones con el Eurogrupo,
pues resulta insoportable, con sus “verdades” cantadas en voz alta y su estilo
informal, a la mayoría de políticos alineados con la austeridad. Cuando se está
por firmar el acuerdo, el 23 de junio Tsipras juega la carta de convocar un
referéndum popular sobre la política de austeridad, (¿no son el país que ha
inventado la democracia hacia 2500 años?) para dar una fuerte señal a los
“halcones”. El pueblo el 5 de julio responde con un rotundo OXI =NO, a la
austeridad. Pero la euforia popular se esfuma rápido. Cuando Tsipras regresa a
la mesa de negociaciones en Brusselas, encuentra a los alemanes enfurecidos,
que le presentan un memorándum de cuatro páginas donde se dictan condiciones
más duras de las previstas, incluyendo este humillante Fondo de Garantía.
“¿Quieren también mi saco?”, espeta Tsipras. La sesión es cerrada antes de que
se pase a los insultos. La amenaza principal usada por Schauble es el “Grexit”:
Grecia, si no obedece, será echada de la Eurozona, quedando aislada y en
bancarrota. Esto podría implicar, por contagio, el derrumbe de los otros países
del Sur Europa, que tienen alta deuda pública, como Italia, España, Portugal.
En Grecia, el Parlamento aprueba a regañadientes el
acuerdo.
Lo que no se dice
“En fin, se lo han merecido, esos griegos perezosos
que aman vivir sobre sus posibilidades”, comentan muchos periódicos del Norte
Europa, “…por fin deben sentar cabeza. La austeridad es dolorosa pero
necesaria, si no los bancos hubieran fracasado y se perdían los ahorros”. Pero
no, las cosas son un poco más complejas, como observa, entre otros, el
economista Manuel Castells: en esta triste historia hay mucha suciedad bajo el
tapete, que la mayoría de los medios de comunicación no ama sacar a la luz.
La entrada de Grecia en ’81 en la Eurozona, se ha
dado gracias a la falsificación de las cuentas públicas, como ya dijimos.
Mientras para entrar en la Eurozona un país no podía tener un déficit superior
al 3%, Grecia tenía el 12%. Sin embargo se aceptó su entrada, no necesariamente
por benevolencia, como veremos. Gran parte del déficit era constituido por los
elevados intereses practicados por los bancos europeos que consideraban a
Grecia un país con alto riesgo de quiebra. Y las cuentas fueron trucadas con la
complicidad de la “finanza creativa” de bancos internacionales como la Goldman
Sachs, (ocultando las pérdidas en cuentas fantasmas e insertando los activos de
la especulación financiera como activos del presupuesto). La crisis del 2008
devaluó muchos fondos de inversión, pero esto no resultó en las cuentas.
¿Alguien pagará un día, ¿no?, cuando se lo descubra. Pero no los bancos.
Otra vergüenza. Por el peligro que el estado deudor
de Grecia se declarara insolvente, los bancos alemanes y franceses que le
habían prestado dinero de manera desconsiderada obtuvieron en 2010 el aval de
sus gobiernos, (respectivamente de Merkel y Sarkozy) y finalmente del Banco
Central Europeo (BCE). O sea, se han transformado las deudas con bancos
privados en deudas públicas, con el resultado que son todos los contribuyentes
europeos a pagar. Como señala, entre otros, el economista Marco Borsotti:
cuando hay ganancias en los bancos, se las reparten los accionistas, mientras
cuando hay pérdidas, vienen cargadas sobre las espaldas de toda la ciudadanía
europea. Esto explica el contrasentido que los países del Sur de Europa,
netamente deudores, han apoyado Alemania en humillar Grecia.
Ahora entendemos un poco más. A Alemania, el
país con la economía más fuerte en Europa, y también a los países del Norte,
les ha interesado ampliar la zona euro, prestando fondos a los países más
débiles, aumentando sus exportaciones hacia ellos, (en caso de Grecia,
vendiéndoles también un despropósito de armas) y después practicando programas
de “ayuda” que obligan tales países a vender (mejor dicho, rematar) su
patrimonio, a través de de las privatizaciones. Una ganga por unos, una
penitencia para otros.
La memoria corta de Alemania
“Ya que estamos hablando de deudas, queremos que
los alemanes nos paguen ahora los daños de guerra, de cuando nos invadieron en
1941” pide varias veces Tsipras en la larga noche de las negociaciones,
sabiendo que es sólo una provocación. Nein, ni hablar, le corta el
discurso Angela Merkel, la respetadísima cancillera alemana, trayendo café y
una sonrisa de circunstancia. Los alemanes son orgullosos de sus cuentas en
orden, y la paridad en el presupuesto, alcanzada por mérito del respetadísimo
superministro Shauble.
Qué va! observa Thomas Piketty, el famoso
economista francés autor del best seller “El capitalismo del siglo XXI”: la tan
sonada actitud moralista alemana al respecto de la deuda griega es una gran
tomadura de pelo. Si miramos a la historia, al imperio británico obligado a la
disciplina fiscal, en el siglo XIX le costó cien años el pagar las deudas de
las guerras napoleónicas; Alemania en cambio es el país que nunca ha
pagado sus deudas, ni después de la primera, ni después de la segunda guerra
mundial, (que dicho sea de paso desencadenó), y no puede predicar a nadie.
Mejor no se olvide que el país debe el empuje de su economía a la sabiduria de
las naciones creditoras que en 1954 le condonaron más del 60 % de la deuda, y
al Plan Marshall promovido por Estados Unidos, que tenía interés en una
Alemania normalizada y próspera, como baluarde frente a la poderosa URSS. Por
supuesto, nadie niega que han sabido aprovechar de las ventajas del euro e
invertir en nuevas tecnologías y mejor productividad.
El problema de la democracia
El drama griego reporta a un problema estructural,
el del ejercicio de la democracia en sociedades globalizadas. Al : ¿quién manda
a quién?
Siendo Europa conformada por países democráticos,
obviamente deberían ser los ciudadanos, y no los banqueros, quienes definan las
políticas y las cuestiones esenciales en el destino de Europa, afirma el
filosofo alemán Jurgen Habermas. En cambio las instituciones europeas
protegen los intereses billonarios de la finanza, y no dudan, como en el caso
Grecia, en destinar millones de personas a la pobreza. ¿Qué ejemplo puede
dar a los europeos el presidente de la Comisión Europea, y ex primer ministro
de Luxemburgo por 18 años, Jean Claude Junker, que ha transformado su pequeño
país en un gran paraíso fiscal para compañías internacionales, a daño de los
otros países europeos, favoreciendo los big de la finanza que han comprado a
los bancos de Atenas préstamos en rojo a precios bajísimos, y ahora, (según
“l’Espresso”) presionan a los deudores griegos para hacérselos devolver con
márgenes de ganancias del 1600%?
El Parlamento europeo es un órgano con pocos
poderes, la Comisión es compuesta por miembros nombrados por los gobiernos, sin
pasar por elecciones. Los tratados tienen un lenguaje difícil, y pocos los
conocen. Estas instituciones, que llegan a definir detalles tan nimios como
las dimensiones de las aceitunas o de los pepinos por exportar, negocian en
secreto temas de enorme importancia en la vida de la ciudadanía del continente,
como los Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos y Canada, el TTIP y el
CETA, que preven rebajar los derechos laborales y ambientales.
Falta un verdadero diálogo con los electores,
faltan nuevas ideas y valores para que la visión de una Europa unida y
solidaria pueda renacer. Todos los sacrificios pueden ser aceptados, si hay una
visión común, un proyecto a futuro. Si no, la política se reduce a pura
contabilidad.
Alternativas
La unión monetara seguirá siendo inestable, si no
habrá una unión bancaria y fiscal, opina Habermas.
La Eurozona debería poder actuar como una
federación, con recursos autónomos y un presupuesto con que financiar políticas
sociales y contrastar el desempleo en los países débiles. Sin embargo esta
perspectiva no está siendo discutida seriamente por los países más poderosos,
mientras aumentan en varios países los partidos populistas que apuestan a
regresar “a lo nuestro”, la defensa de los intereses nacionales, de las monedas
locales, separándose del proyecto común. Y eso cuando hay problemas globales
que presionan a las puertas de Europa, como la inmigración desordenada desde
África de millares de personas, y la inestabilidad en Medio Oriente.
Según Piketty, habría que realizar “una conferencia
sobre la deuda de todos los estados europeos, exactamente como después de la
segunda guerra mundial”. Y tomar seriamente el tema. Ahora, en el caso griego,
se lo ha simplemente postergado.
Según Stiglitz, este caso demuestra que la
severidad excesiva no paga: la economía griega, después de las medidas de
austeridad, está peor. No se puede dejar a las leyes del mercado la tarea de
enfrentar la deuda pública, pues el mercado financiero está interesado en
vender créditos también a gobiernos corruptos. Hay que cambiar las reglas para
resolver las crisis de la deuda, salvando el derecho a la sobrevivencia y a la
soberanía de un país. Para ello habra que constituir una Comisión de
Vigilancia, no relacionada con el FMI , sino a las Naciones Unidas: si no, las
crisis se repetirán.
Notas
(1) Ver en You Tube el testimonio en español del
griego Vasilis Gkotis “Grecia, matar el proyecto europeo”, en una
tertulia realizada en Barcelona.
(2) Ver in Google la campaña “Crowfounding for
Greece”, recolleción de fondos para actividades caritativas en Grecia, a
realizar por la ONG “Desmos”. La iniciativa, promovida por el joven británico Thom
Feeney, se propuso inicialmente el ambicioso objetivo de recoger en una
semana, “de gente a gente” los 1600 millones de euro que Grecia tenía que
entregar al FMI dentro del 30 de junio. (ver “Indiegogo”). En tres días
reunieron un millón de euro, pero no lograron alcanzar la enorme cifra total.
El dinero fue restituido a los mas de 100.000 donantes, y partió la segunda
iniciativa, con objetivos más flexibles.
—
*Gisella Evangelisti es escritora y antropóloga italiana. Nació en Cerdeña, Italia, estudió letras en Pisa, antropología en Lima y mediación de conflictos en Barcelona. Trabajó veinte años en la Cooperación Internacional en el Perú, como representante de oenegés italianas y consultora del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, en inglés) en países latinoamericanos. Es autora de la novela “Mariposas Rojas”.
*Gisella Evangelisti es escritora y antropóloga italiana. Nació en Cerdeña, Italia, estudió letras en Pisa, antropología en Lima y mediación de conflictos en Barcelona. Trabajó veinte años en la Cooperación Internacional en el Perú, como representante de oenegés italianas y consultora del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, en inglés) en países latinoamericanos. Es autora de la novela “Mariposas Rojas”.
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